La casa de Gastón no era gran cosa, ni mucho menos demasiado ostentosa. Se trataba de un piso en el centro de la ciudad con una vista panorámica envidiable.
Ni bien ingresaron a su casa, él la acompañó hacía el cuarto de invitados dónde encima de la cama había dos bolsas. Cuando él cerró la puerta dejándola dentro, no pudo contenerse de la curiosidad y al abrir la más grande y sacar lo que allí había, su boca se abrió formando una O.
- Que hermoso. – fue lo que musitó casi sin darse cuenta.
Se trataba de un vestido rojo furia, con escote en V pero no tan pronunciado con detalles en Strass en color blanco. Era largo hasta el suelo con un estilo acampanado, pero no tanto y la espalda tenía un escote en U que dejaba a la vista su hermosa piel tersa y suave.
A ella se le cruzó por la cabeza el que iría a invitarla a cenar, por ello todas esas cosas, jamás se le hubiera pasado por la cabeza que la llevaría a un lugar cómo “El éxtasis de los sentidos” y que esa noche no la olvidaría jamás en su vida.
Cuando revisó la segunda bolsa, se encontró con lencería erótica, que conocía bastante bien y que ya había utilizado con Santino. Una tanga bien fina y el portaligas del mismo color que su vestido. Ver todo aquello hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo ¿Qué hombre obsequia algo como eso si no pretende quitárselo en la intimidad luego? Claramente ninguno. Por lo que era más que evidente que, luego de la fiesta, tendrían sexo.
Cuando al fin acabó de cambiarse, se sintió extraña y no por la ropa, ella estaba acostumbrada a vestirse de ese modo, solo que esta vez no lo era para Santino, sino para alguien que por más que lo consideraba atractivo y hasta excitante, no quería estar y pro consecuencia no la haría disfrutar.
- Estas hermosa. – le dice él ni bien abre la puerta y la ve observándose fijamente en el espejo.
- Gracias. – dice ella sin siquiera mirarlo, pero luego de un incomodo silencio ingresa a la habitación y saca de un armario que había junto al baño un maletín.
- Siéntate. – le ordena en tanto le acerca la silla para situarla ante el espejo.
Gastón era un estilista frustrado, porque para sus padres esa profesión era de hombres homosexuales y por eso fue obligado a estudiar arquitectura, que si bien le gustaba no le apasionaba como peinar y maquillar.
- ¿Qué harás? – indaga ella con mucha curiosidad al ver qué del maletín sacaba muchos maquillajes.
- Te dejare más hermosa. – los ojos de ella se abrieron tanto que parecía quererse salir de sus cuencas.
- ¿Sabes hacerlo? – preguntó incrédula, pero él le sonrió haciendo que ella no pudiera resistirse a esa sonrisa “Colgate”
Por unos momentos ella se quedó hipnotizada observándolo, es que Santino y él eran tan diferentes. Mientras Gastón te regalaba sonrisas a mansalva y por todo, Rivas vivía serio. Mientras aquel era más simpático y la trataba como una reina, aquel solo buscaba satisfacer sus necesidades sexuales sin detenerse a preguntar cómo es que se siente. Eran dos personalidades diferentes, aunque estaba segura que testarudo y todo, jamás existirá otro Santino en su vida.
Cuando Gastón finalizó de maquillarla y peinarla con un recogido completo, dejando su flequillo hacía el costado y dejando algunos mechones que caían de ese gran rodete en su cabeza. Estaba sencillamente hermosa. El rojo carmesí de sus labios resaltaba la carnosidad en ellos y ese esfumado en fucsia, rojo y negro hacían que su mirada fuese más penetrante y sensual.
Toda ella, Abril por completo, era belleza y sensualidad.
- ¿ Y, cómo te ves? – dijo mirándola desde el reflejo del espejo. Ella sonrió y no necesito escuchar lo obvio. – en el baño hay decenas de perfume. Escoge el que te gusta mientras termino de alistarme. – pero justamente antes de que deje la habitación, lo detuvo. Quiere saber dónde irá a llevarla.
- ¿a dónde iremos? – indaga con mucha curiosidad, pero él a acerca lo más próximo a su rostro y acariciándole la mejilla es que le regala una sonrisa de lado y contesta a su pregunta.
- Al paraíso mí Reyna, al paraíso. – y con su dedo pulgar delinea el borde de sus labios.
Mientras viajaban en su descapotable blanco, ella insistía en saber a dónde la llevaría, más solo de él recibía sonrisas que podían derretir a cualquiera, pero a Abril solo le importaba una cosa y se preocupaba por ello, No ser ese día en el que Santino debía enterarse de que ahora era e Gastón.
Al llegar al lugar, se dejó seducir por la majestuosidad en la decoración. Veía llegar parejas vestidas de igual manera que ella e ingresando a lo que parecía ser un túnel de aire, para acabar dentro del edificio. Por alguna razón ellos no la llevaría ahí esa noche. Aquel sector se denominaba “Sexo al oscuro” y las parejas o los solitarios que desidia participar firmaban un acuerdo de confidencialidad y reserva de identidad. Dos personas o más se encontraban en una habitación completamente a oscuras y mediante sus sentidos, menos el visual, experimentaban el límites del placer. Gastón ya había ido muchas veces a es lugar y a perdido la cuenta de la cantidad de mujeres que ha follado y por supuesto no ha conocido, si quiera sabe quiénes son y ese es el secreto. Te entregas al placer sin saber quién va a esperarte en esa cama.
Esos últimos escalones sintió la adrenalina correr por sus venas y la ansiedad de no saber con qué se iría a encontrar tras ella. Fue abrir esa puerta y visualizar un lugar altamente erótico. Donde mirase, encontraba parejas devorándose y otras, en tarimas, dando un espectáculo sexual altamente candente. Su boca se abrió y mientras se admiraba por todo lo que veía, Gastón se acercó lo suficiente sin que ella pudiera notarlo, hasta que las manos de él acunaron su rostro y antes de que pueda ser consciente de las miradas puestas en ella y principalmente la de él, Gastón le toma el rostro y junta sus labios.
La besó.
El verla besarse así, de manera apasionada con otro hombre le hizo sentir un pinzamiento en el que no supo explicar el por qué. Sus manos le sudaban y no podía escuchar una sola palabra de lo que Flavia le susurraba al oído. Tal fue la sorpresa que se llevó al descubrir a Gastón con ella que sintió deseos de correr donde ellos y separarlos, pero algo los tenía en ese lugar y ese algo era su orgullo.
Le desesperaba el saber que no estarían allí solo para disfrutar de los cócteles, sino para experimentar el sexo en su máxima expresión.
- Santino. – insistía Flavia mientras colaba su mano por dentro de su camisa.
- Detente. – le dijo él mientras sujetaba sus muñeca y la alejaba de su cuerpo. – ahora no. – hablo serio sin sacarle los ojos d encima a Abril y Gastón. Si había a alguien que odiara en ese momento ese era ese hombre.
- ¿Para qué me has traído si vas a quedar mirando a esa mujer? –
Gastón vuelve a extender sus brazos para que con sus manos poder acunar sus pechos y sentir como sus pezones comienzan a endurecerse bajo sus palmas.
- Eres tan caliente Abril. – dijo relamiéndose los labios y deleitándose por como podía sentir la excitación subir en el cuerpo de ella. – te haré volar. – fue lo último que le dijo antes de empujarla a la cama.
Abril se mantenía en silencio mientras observaba expectante los movimientos de él y su pecho comenzaba a subir y baja rápidamente al mismo tiempo que su respiración se agitaba. Le estaba gustando la situación.
- Ábrete para mí. – le dijo y sin pensarlo lo hizo, se abrió de piernas para su nuevo amo. – así no. – ella frunció el ceño ¿A qué se refería? – ponte en cuatro y ábrete para mí. –
No había posición que la excitara más que esa. Hizo lo que le ordenó y al mismo tiempo que acomodaba sus codos en la cama, él se acercó tanto a ella que nos e privó de apoyar su duro miembro sobre su cola y hacer movimientos alusivos a la penetración.
- Eres perfecta.- no deja de elogiarla y a ella la hace sentir bien. No porque se sienta mal consigo misma, sino porque el que la haga sentir deseada borra algo de la canallada que le ha hecho Santino.
Cuando Rivas los perdió de vista, se desesperó y comenzó a buscarlos por todos lados, tal era la ansiedad y angustia que a más de diez invitados les preguntó por ellos dos hasta que le dijeron que estaban en las habitaciones espejos.
Escuchar aquello hizo que su corazón se detuviera porque sabría tendrían sexo duro y salvaje y que conociendo a Gastón, podía llegar a obsesionarla de una manera que quizás él no lograría nunca. Santino reconocía que Gastón tenía una ventaja y que la misma se situaba en su carisma para cautivar y conquistar mujeres. Muy en el fondo tenía que Abril cayera en sus encantos.
Como un desquiciado comenzó abrir puerta su más puertas, pero sin éxito alguno hasta que por fin llega a la última y no necesito entrar para saber que allí estaban.
Estás habitaciones tenían una característica, ese cubículo de espejo era tan hermético que impedía que se cuelen los ruidos fuera de él, pero los dueños del lugar habían pensado en todo, por eso pusieron parlantes en toda la habitación para que aquellos que deseaban ver se puedan auto complacer oyendo los gemidos de quienes decidían tener sexo dentro de esos mini cuartos espejados.
Luego de tomar una gran bocanada de aire y el valor que necesitaba abrió esa puerta llevándose por sorpresa aquel gemido que conocía perfectamente bien.
Sus ojos se fueron rápidamente a uno de los lados de la habitación, pudiendo observar como aquel hombre, comenzaba a entrar y salir dentro de ella y tomando total y plena atención a sus manos, a como ellas se aferraba a la tela que cubría el colchón y como su rostro comenzaba a desfigurarse, producto de la excitación y como sus gemidos comenzaban a golpear no solo las paredes de ese cuarto sino las de su corazón.
- ¡Abril! – grito desesperado y corriendo hacia donde estaba la puerta para ingresar al cubículo.
Santino había comprendido que alejarla fue el peor error de su vida, porque verla en brazos de otro fue lo peor que pudo experimentar en su vida.
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