Poséeme romance Capítulo 44

Ninguno de los dos creía lo que estaba sucediendo ¿cómo era posible que él estuviera en Madrid y que tuvieran que verse en un juicio donde además eran los representantes de dos padres que estaban en guerra? ¿tanta mala suerte podían tener ambos?

Tanto Santino como Abril, habían rehecho sus vidas y ambos estaban en “una relación” es decir, en la única manera en la que podían estar con otra persona, era bajo sus propias reglas. Él no había dejado de tener sexo bajo contratos, en tanto ella, aunque sin contrato, llevaba dos meses con un muchacho cinco años mayor que ella a quien había conocido en un antro una noche. Ella ya había tenido otras parejas que no le duraban más de dos semanas, de hecho, no soportaba estar con cada uno ni una sola hora, aunque el tiempo le fue enseñando a que a veces, es mejor satisfacer una necesidad sexual, que una sentimental. El asunto era que realmente había intentado olvidarse de Santino hasta que empezó a sentir que quizás el satisfacer su instinto sería mejor que intentar sentir algo cuando en verdad no pasaría nunca. Así fueron sus comienzos, donde se había prometido no dejar, nunca más, que ningún hombre tomara el control de sí misma, por eso había optado por ser quien domine la relación hasta llegar al punto de sentirse realmente bien consigo misma, aunque nunca había alcanzado el éxtasis como con Rivas.

Alejandro era un hombre físicamente parecido a Santino, quizás por eso ella se sintió tan atraída a él. La misma noche que se conocieron terminaron teniendo sexo salvaje en un asiento de una plaza, estaban tan alcoholizados que si quiera tomaron consciencia del lugar público donde estaban saciando sus necesidades más íntimas y se habían obsesionado el uno por el otro que desde entonces no podían dejar de tener sexo, nunca era suficiente. Ella veía en él al hombre que amaba y aunque se negaba aceptarlo, ese era el único motivo por el cual, habiendo pasado dos meses, continuaba como el primer día con ese muchacho. Para él era realmente interesante asumir un rol que nunca había hecho, el de sumiso, porque, aunque tuviera una relación paralela de más de siete años, Abril se convertía en una fiera en la cama y lo dominaba de una manera que si quiera su novia lo hacía. En cuanto a ella, el hecho de que se pareciera a su amor, no quería decir que dejara que la controlen nuevamente, por eso mantenía su postura donde nada ni nadie haría de ella y su cuerpo un objeto al que manejar. Pero ella sí lo haría.

Por su parte Santino, llevaba solo luego de haber finalizado uno de sus acuerdos sexuales. Luego de que Abril lo dejara a la semana siguiente busco con quien intentar borrarla, en vano, pero así lo hizo. El tiempo había pasado y en cierto modo se había vuelto a acostumbrar a estar con mujeres solo para satisfacer sus necesidades libidinosas, había perdido las esperanzas de volver a verla y por sobre todo, volver a tenerla bajo su cuerpo, sintiendo su corazón latir con el suyo, gravándose en la mente una a una sus expresiones al estar penetrándola una y otra vez, repitiendo sus gemidos en su cabeza, reproduciéndolos incansablemente. Se acostumbro a no volver a tocar su terciopelada piel y a no besarla al llegar al éxtasis. Y ahora, más de cuatro docenas de meses después, cuando creían que cada quien tenía su vida completamente organizada y nada los podía sorprender el destino los vuelve a cruzar en la sala de un tribunal.

- ¡Licenciado Rivas! – insiste el juez completamente enojado al no tener contestación de su parte, pero Santino era capaz de reaccionar y en su lugar solo miraba a Abril quien además no le quitaba los ojos de encima.

- Doctor. – insiste su defendido. – ¡Señor Rivas! – le grita en voz baja, pero él no le tomaba importancia.

Abril pro un momento suavizó su mirada y la de él seguía realmente sorprendida. Cuanto tiempo había pasado y todavía su cuerpo manifestaba ganas al verlo, todavía sus manos le temblaban por tocarlo, su boca se secaba por querer besarlo ¿por qué lo había hecho? ¿por qué había parecido en su vida después de tanto tiempo? Eso la enojó, realmente la enojó.

Por su parte, él tenía un nudo en su garganta y al igual que ella su boca se le secó, su corazón latía de una manera en la que nunca había experimentado, ese manojo de nervios azotándole el cuerpo de momento a otro, hace que, una vez más, su cabeza vuelva hacerle sentir esas agudas y tan dolorosas puntadas que a penas sí lo dejaba respirar. No le hizo caso, no era la primera vez que tenía dolores agudos de cabeza, pero nunca como ese. Luego de dejar de verla, comenzó con aquellas jaquecas que, llegaron a preocuparlos en cierto modo y se hizo tratar con un neurólogo. No tenía nada grave, solo migrañas las que se manifestaban cada vez que algo del exterior le provocara mucha tensión ¿esto lo era? estar frente a la mujer que no dejó de querer y quien de un segundo a otro le quito la mirada de encima con tanto despreció que realmente dolió, era un buen motivo.

- Lo siento señor juez ¿podría darnos un receso de cinco minutos? – le pide, casi le suplica. Debía poder tomar algo de aire, esa tensión no solo le provocó fuertes dolores de cabeza sino un ahogo que estaba asfixiándolo.

- ¿cómo dice? – pregunta el juez enfadado. Si quiera había respondido su pregunta, simplemente le pidió un receso. – es una falta de respeto lo que está haciendo Licenciado Rivas. Deme una buena razón para otorgarle lo que pide. – el juez presionaba con fuerza su martillo al mismo tiempo que los presentes comenzaron a murmurar tan fuerte que él tuvo que martillar la tarima unas tres veces. - ¡silencio! ¡silencio! – se dirigió al público. – Licenciado, conteste mi pregunta. – insiste.

Abril no quería mirarlo, ya era suficiente la tensión de la situación como para sumarle más nervios del que ya tenía.

Ella estaba ofendida porque él no la había buscado, porque él simplemente se rindió y la dejó y porque nunca había respondido al mensaje que ella misma le envió al mail después de leer la carta. Lo que ella desconocía era que Santino luego del último email que le envió y de esperar días una respuesta que no llegó, decidió eliminar el correo electrónico el mismo día, unas dos horas antes de que le llegara el mensaje de ella por lo que nunca llegó a leerlo. Él no lo sabía y ella tampoco y aunque lo quería tenía cierto resentimiento porque después de todo le creyó y quería agradecerle y finalmente se sinceró, pero él jamás contestó.

- Me siento indispuesto señor juez. Discúlpeme. – concluyó y luego de unos segundos le contestó.

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