Daniel cogió el pedazo de cristal roto con la intención de pinchar a Bruno. En realidad, al principio Daniel solo quería darle una lección y no quería hacerle daño, pero ahora, dominado por la furia, él había perdido la cordura.
Bruno no sabía en absoluto que su rival intentaba atacarle con el cristal roto, pero a un lado Carina lo vio todo.
Carina se quedó muy asombrada al ver tal escena, se entremetió entre los dos hombres sin demorarse ni un poco y detuvo el cristal punzante con su palma antes de que se pinchara en la cara de Bruno.
Incluso ella misma no sabía de donde sacó tanto valor en ese momento, a lo mejor era por su amor a Bruno.
El cristal cortante le pinchó directamente en su palma y al instante se vio que la sangre se deslizaba por la palma cayéndose en el suelo gota a gota. Al verlo, los dos hombres se quedaron petrificados como si el tiempo dejara de transcurrir por unos segundos.
—¡Carina, tu mano! ¡¿Estás bien?! —Bruno gritó en pánico. Al ver la sangre en el suelo, Bruno se congeló en su lugar con la cara pálida. En la impresión de Bruno, Carina siempre había sido una chica débil y delicada. Realmente no esperaba que esta chica débil se adelantara tan valientemente para protegerlo.
Hasta ese momento, Daniel se dio cuenta de que la persona que se quedó herida no era otra que su Carina. Al ver la palma de la mujer que estaba sangrando, Daniel se quedó pasmado en el mismo lugar y el pedazo de cristal se le cayó de su mano, haciéndose más añicos pequeños.
Carina tardó unos momentos en sentir el dolor en la herida y no pudo evitar soltar gemidos dolorosos. La sangre ya le había manchado toda la mano.
—Carina, ¿por qué eres tan tonta? ¡¿Por qué bloqueaste algo tan punzante con tu propia mano?! Si él quisiera matarme, pues le dejarías hacerlo. ¡Vamos a ver si realmente tiene agallas! —Bruno le regañó suavemente mientras le vendaba la herida.
—¡Ah! Me duele mucho la herida. No la aprietes. ¡Ah...! —Carina sentía tanto dolor que casi rompió a llorar.
—Por favor, no peleéis más a mi frente. Aquí estamos en el hospital, un lugar público, es una grosería pelearse en un lugar que requiere mucho silencio y tranquilidad. Además, si seguís pegándoos aquí, me hace sentir que soy la culpable de todo esto —finalmente Carino les dijo a los dos lo que pensaba ella en el interior.
Las palabras de Daniel realmente habían hecho mucho daño a Carina. Resultaba que él realmente pensaba que con el dinero se podía obtenerlo todo y lo que quería Carina de esta relación era el dinero y una vida lujosa. Las palabras de Daniel, más agudas que un cuchillo punzante, le había herido profundamente la dignidad de Carina.
Poco a poco Daniel se calmó y recobró la cordura. Aunque todavía se sentía muy molesto mirando que Bruno estaba vendando la herida de su mujer, ya no era tan impulsivo y agresivo como antes.
—¡¿Estás loca?! ¿Por qué te metiste en la pelea de hombres? ¿Crees que tu palma está hecha de hierro? ¡¿Cómo te atreviste a detenerme de esa manera?! —Daniel le riñó impacientemente a Carina sin mostrar ninguna lástima por ella.
—¿Acaso lo amas tanto que no te importa que te hayas quedado herida? ¿Te preocupas tanto por este hombre? —sin saber por qué, Daniel le hizo esta pregunta a Carina al final.
—Bien, bien, bien, no te enfades tanto. Nos vamos ahora mismo. No te enfades tanto... —dicho esto, los dos salieron con prisa de la sala.
En el momento en que se cerró la puerta de la sala, las lágrimas dándose vuelta en los ojos de Carina brotaban incesantemente y se deslizaban por su cara delicada como un arroyo.
Temblando, ella interrogó llorando al aire:
—Daniel, ¡¿quién soy para ti?! ¡Dime quién soy para ti! ¡¿Una mujer vanidosa que está codiciosa de unirse a una familia noble y rica?! Durante tantos días, ninguno de la familia Chicote ha venido a verme ni una sola vez. Por fin, hoy has venido, ¡pero me has tratado de esta manera diciendo tales palabras humillantes! ¿Has preguntado alguna vez qué es lo que quiero yo verdaderamente?
Lloró tanto que sus hombros débiles no pudieron evitar temblar. Cualquiera sentiría lástima por ella si la viera así.
Carina apretó con fuerza sus puños hasta que las uñas se clavaron en sus palmas, causándole dolor. Quería calmarse de esta manera.
Después de pensar un buen rato, Carina tomó una decisión: «Tengo que salir del hospital. No puedo seguir siendo así como un pájaro encerrado en la jaula. ¡Tengo que controlar mi propia vida!»
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