Carina se despertó perezosamente en su suave cama. Ya llevó mucho tiempo sin poder dormir tan bien como anoche.
Hacía muy buen tiempo fuera de la ventana, los rayos cómodos del sol se filtraba a través de la ventana y se caían tiernamente en Carina.
Se desperezó alargando los abrazos y se levantó de la cama.
Al salir de su habitación, vio la figura ocupada de su madre en la cocina y le saludó:
—Buenos días, mamá. ¿Por qué te has levantado tan temprano?
Al oír la voz dulce de su hija, Amanda se dio la vuelta y le mostró una sonrisa cariñosa, que le hacía sentirse muy agradable a Carina.
—Buenos días, hija. Bruno acaba de llamarte, pero todavía estabas dormida y no quería despertarte, por eso contesté a la llamada por ti. Bruno ha pedido tres días de ausencia a su compañía y quiere ir a relajarse unos días en Santiago contigo.
Amanda le entregó un vaso de agua a su hija y siguió diciendo:
—Te veo estar infeliz estos días, creo que es bueno que te relajes unos días, por eso acepté la oferta de Bruno en tu lugar. Arréglate bien y ven a desayunar pronto. Después Bruno vendrá a recogerte. Que te lo pases bien en Santiago con él.
Al oír las palabras de su madre, Carina se quedó un poco aturdida sin poder reaccionar por un momento, pero ella sabía que su madre lo había hecho todo para su bien.
Sin embargo, ella siempre creía vagamente que Bruno y ella ya no podían ser tan cariñosos como antes habían sido. Además, creía que la complicada realidad no les dejaría volver a estar juntos tan fácilmente.
Al ver que Carina se quedaba en su lugar sin mostrar mucha alegría, Amanda pudo adivinar las preocupaciones y vacilaciones de su hija. Después de todo, como madre, Amanda la conocía mejor que nadie y sabía lo que estaba pensando ella.
Se le acercó a Carina, Amanda la tomó suavemente de la mano y miró profundamente a su querida hija cariñosamente.
Había pasado tantas cosas en este breve tiempo. De la noche a la mañana, su hija parecía dejar de ser esa chica ingenua, quien había perdido muchas cosas que nunca más podía encontrar.
—Carina, ¿sabes qué es la mayor felicidad para una mujer en este mundo? El secreto de la felicidad no es casarte con un hombre rico y guapo. Eso no importa. Lo que más importa es el puro amor, es el amor mutual de ambas partes que puede dejar a una pareja vivir juntos. La mayor felicidad es que puedes encontrar a una persona, quien te ama mientras la amas.
Amanda dio un largo suspiro y dijo preocupada:
—Carina, a menos que se desata el nudo gordiano en tu corazón, no te sentirás feliz para siempre. Aquellos de la familia Chicote seguramente no te dejarán en paz tan fácilmente, pero yo quiero que puedas tomar la última decisión y cortar todas las relaciones con esa familia después de que llegue a este mundo el bebé.
—Mamá, sé que un matrimonio no fundado en el amor sería muy insoportable y terrible para ambas partes. No me resignaré a un matrimonio así. Ahora ya sé que a esa familia nunca importo yo a ellos, por eso, mamá, esta vez me reflexionaré bien. Me conoces muy bien y sabes que no soy ese tipo de mujeres vanidosas.
—Eres mi propia hija, naturalmente sé que no eres una persona así. Olvídalo, no hablemos más de estas cosas molestas, siempre habrá una manera. Si la familia Chicote realmente quiere resolver este problema, nos buscarán después. ¡Por el momento no hace falta que nos preocupemos demasiado! —dijo Amanda.
—Sí, tienes razón, mamá. Se requiere la negociación de ambas partes para solucionar todo esto. La familia Chicote siempre ha sido muy agresiva y poderosa, por eso es mejor que esperemos tranquilamente a que nos busquen. ¡Ay, mamá, de verdad estoy cansada y quiero acabar con todo esto lo antes posible! —Carina dijo con expresión amarga.
Después se acarició suavemente el vientre y dijo con una voz extremadamente tierna:
—A lo mejor, cuando se termina todo esto, ¡será el momento de separarme de mi querido hijo! Cariño, si algún día yo tengo que separarme de ti, ¿me recordarás o no?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Quemame con tu pasión