Quemame con tu pasión romance Capítulo 56

Pero ese pensamiento no duró mucho.

Finalmente, después de casi 30 segundos de que el teléfono sonara, ¡contestó!

Una voz suave llegó a través del teléfono:

—Carina, estaba ocupado y perdí tu llamada. ¿Hay algún problema? ¿Me has echado de menos? Si es así, ¿qué tal si voy a verte ahora?

Carina no pudo soportar decir la verdad cuando escuchó el tono alegre de Bruno. Su corazón latía con un dolor como de alfileres y agujas.

—Tú, ¿cómo has estado? —Carina se contuvo durante mucho tiempo antes de pronunciar estas palabras con dificultad. En ese momento deseó de repente ser muda, así no tendría que herir a este hombre.

Al escuchar estas palabras de Carina, Bruno dudó unos segundos y preguntó.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué me preguntas eso de repente? ¡Estoy en el trabajo! Nena, ¿todavía estás despierta?

Bruno era como un niño que no sabía nada y seguía bromeando. No tenía ni idea de la angustia sin parangón a la que se enfrentaría en el siguiente momento.

Carina obligó a las comisuras de su boca a levantarse ligeramente, y un débil sonido fonético llegó a través del teléfono. De hecho, él mismo sabía que la sonrisa era tan difícil de mantener.

—Bruno, te echo de menos, ¿podemos quedar? Tengo algo que decirte, y tiene que ser hoy —¡Todavía con dificultad Carina dijo las palabras más importantes! Se le habían enfriado las palmas de las manos de la paciencia que estaba conteniendo.

—¿Me has echado de menos después de sólo tres días sin verme? Carina, sé que todavía me quieres, y te prometo que te apreciaré. Haré todo lo que digas a partir de ahora.

—¿De verdad? —Los ojos de Carina se iluminaron ligeramente al oír esto, y dijo en voz baja.

—Sí, ya que quieres verme, ¡voy a verte ahora mismo! ¿Dónde nos vamos a encontrar después? Sólo dame una dirección —dijo Bruno en voz más alta debido al ruido del entorno.

—El lugar de siempre, la cafetería de la planta baja de Plaza Nueva. Te espero junto a la ventana, debes venir. Adelante, ponte a trabajar, sólo tienes que estar allí a las dos de la tarde.

—¡Sí! No llegaré tarde, ¡hasta luego! —Bruno dijo en un tono algo apresurado

—Bien, nos vemos en un rato...! —Carina ya no pudo inventarlo, y el temblor de su voz fue difícil de ocultar al final.

Colgó el teléfono con decisión, con lágrimas de cristal brillando en sus ojos y resbalando lentamente por su claro rostro. Esta vez no se molestó en limpiarlos, sólo se cubrió el pecho y sintió un dolor agudo.

Los ojos de Carina miraron con tristeza el cielo azul y murmuró en voz baja:

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