Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 241

Evrie fue despertada por un bullicio ensordecedor.

Todavía estaba somnolienta, la puerta de su habitación se abrió de golpe y Leandro entró apresurado, tomándola de la mano para correr hacia fuera.

Tropezando y casi sin poder seguirle el ritmo, Evrie apenas mantenía el paso mientras cruzaban un largo pasillo. De repente, Leandro se detuvo frente a una pared y, tras presionar un par de veces en un punto específico, una estrecha puerta secreta se reveló ante ellos.

Era un pasadizo oculto.

Leandro arrastró a Evrie hacia el interior y se deslizaron hacia abajo en un ascensor escondido.

Evrie, aún confundida, no tenía idea de lo que él planeaba.

—¿A dónde me llevas?— preguntó con voz temblorosa.

—A cruzar la frontera.— respondió él.

¿Qué? ¿Iban a partir justo ahora?

El corazón de Evrie empezó a latir con fuerza y miedo.

Pero Leandro no le dio tiempo de procesar nada, y la condujo a través del pasaje secreto hasta una salida trasera del hotel.

Ya había un vehículo todoterreno modificado esperando.

Leandro prácticamente la empujó para dentro, cerró la puerta y ordenó con voz grave:

—Al puerto.—

El vehículo arrancó como si volara.

Sentada en el asiento trasero, Evrie miró a través de la ventanilla tintada y pudo ver a varias personas vestidas de negro que parecían guardaespaldas rodeando el hotel.

Algo estaba pasando.

Varias chicas eran sacadas del sótano y alineadas en la entrada del hotel.

Una figura alta y esbelta se movía entre ellas, y en un instante, el corazón de Evrie comenzó a latir con fuerza.

¡Era él! Con sólo echar un vistazo, reconoció a Farel.

Quería gritar su nombre, pero el coche iba demasiado rápido y no había oportunidad.

Evrie se pegó a la ventana, mirando fijamente esa silueta que se hacía cada vez más pequeña y distante.

Intentó bajar la ventana.

De repente, la fría boca de una pistola se apoyó en su espalda.

—¿Lo reconociste, verdad?— preguntó Leandro con frialdad. —Evrie, debes saber que te llevaré conmigo sí o sí. O vienes a África conmigo o mueres aquí; no hay una tercera opción.—

Evrie se quedó rígida, no se atrevió a moverse.

Tragó saliva y trató de calmarse.

—Está bien, iré contigo. No me apuntes con el arma, me asustas.— dijo con voz temblorosa.

Leandro soltó una risa seca, sin bajar la pistola.

—No pareces asustada en lo más mínimo.— dijo él, medio en broma. —Pensé que eras una chica obediente y sensata, que seguirías las reglas como Pablo, pero ahora veo que eres mucho más astuta que tu padre.—

—¿Conociste a mi papá?— preguntó Evrie, sorprendida.

¿Realmente iba a ser llevada a África por Leandro?

Una vez a bordo del barco, la guardia de Leandro finalmente se relajó. Se paró junto a Evrie en la cubierta, observando cómo el sol de la mañana se elevaba poco a poco sobre el mar, esbozando una sonrisa en sus labios.

—Mira, Farel llegó tarde, y desde hoy, no volverás a verlo nunca más. Mejor acostúmbrate a seguirme, porque ese es tu destino.—

Evrie estaba pálida y desencajada, dejando que el viento marino enredara su cabello sin oponer resistencia.

Se apoyaba débilmente en la cubierta, sintiendo su corazón inundado de un vacío infinito.

Había estado tan cerca, tan increíblemente cerca de que Farel la encontrara.

Quizás simplemente era su destino.

Con su maldita suerte, ni siquiera Farel había podido salvarla.

Si hubiera sabido que terminaría de esa forma, nunca habría permitido que Farel se interpusiera y recibiera aquel disparo por ella. Al final, el desenlace era el mismo, seguía sin poder escapar del control de Leandro.

Evrie cerró los ojos y tomó una profunda respiración.

La tensión que había mantenido por tanto tiempo finalmente se derrumbó.

De repente, desde la orilla, un estruendo rompió el silencio—

¡Era otro gran barco zarpando al mar!

Antes de que Evrie pudiera reaccionar, un marinero corrió hacia ellos gritando.

—¡Sr. Reyes, tenemos un problema! Hay un gran barco persiguiéndonos y varios yates se están acercando!—

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