Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 41

¿Es él? ¿Cómo es que también vino?

Evrie se sintió algo inquieta.

Desde que rechazó su propuesta la vez pasada, ver a Farel le provocaba una incomodidad enorme. Había pasado la semana entera evitándolo a propósito.

¡Y ahora se lo encontró aquí!

¡Qué suerte tan extraña!

—Ay, pero si es el Dr. Farel, que siempre está tan ocupado. Es difícil verte, nunca se te puede sacar una cita. ¿Qué milagro te trae por aquí hoy? —bromeó alguien sin poder contenerse.

Farel levantó ligeramente el párpado y le preguntó con sorna —¿Acaso no soy bienvenido? —

—¿Cómo no te vamos a recibir? Si te tratamos mal, la próxima vez que nos duela la cabeza o tengamos fiebre y te pidamos ayuda, capaz que nos des veneno. —

—Darte veneno sería bondadoso de parte de Dr. Farel. Peor sería que te haga sentir que es mejor estar muerto sin poder morirte. —

Los demás seguían con sus bromas y comentarios.

Evrie, por su parte, se mantenía con la cabeza gacha, sin atreverse a mirar a Farel.

Se había esforzado por adaptarse al ambiente, y su ansiedad social casi había mejorado, pero la llegada de Farel la devolvió a su estado original.

No sabía por qué, pero frente a él, siempre sentía una mezcla de miedo y vergüenza.

A pesar de haber compartido la cama con él, a pesar de haber sentido su insistencia en esos encuentros íntimos, nada calmaba su agitación.

—Esto está aburrido, ¿por qué no buscamos a alguien para jugar algo? — le sugirió Berto, recostado en el sofá de piel.

—¿Y qué sugieres? —le preguntó alguien.

—Mmm, hay chicas guapas hoy, vamos a jugar algo sano, ¿qué les parece verdad o reto? —Berto tenía segundas intenciones—. ¿Qué opinas, Farel? —

Farel solía rechazar este tipo de juegos, pero en ese momento, su mirada se fijó en un punto concreto y se dibujó en su rostro una sonrisa cargada de significado.

—Vamos a intentarlo. —

Había notado que ambos hombres estaban interesados en la joven Evrie, pero se las daban de indiferentes. Quería ver quién sería el primero en caer.

El juego era simple: se usaba un mazo de cartas, y quien sacara el as de corazones, debía responder una pregunta o aceptar un reto.

Para asegurar la sinceridad de los jugadores, alguien incluso trajo un detector de mentiras.

La verdad también tenía que ser probada.

En la primera ronda, ya hubo quien se rindió, y un muchacho con mirada coqueta optó por el reto.

A sabiendas, los demás lo alentaron.

—Pues tienes que elegir a alguien del sexo opuesto y darle un beso francés por diez minutos. —

Tan pronto como terminó la frase, el joven atrajo hacia sí a la dama a su izquierda y la besó apasionadamente.

El salón estalló en vítores y algarabía.

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