Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 468

Blanca se levantó para mirar.

Después de observar por la ventana un buen rato, le dijo: —No hay nada, ya es tarde, no hay carros abajo.—

Evrie ocultó su mirada: —Está bien, ya lo sé.—

Picoteaba la comida en su plato y de reojo observaba la sopa nutritiva al lado.

Todo, excepto esa sopa, había sido preparado por él.

A pesar de estar en la oscuridad, insistía en verla así, desilusionada y triste, sin querer aparecer.

Una vez, y otra, siempre era igual.

En otro garaje abajo, Joan observaba a través del espejo retrovisor a Farel.

—Realmente eres astuto, Blanca justo estaba mirando abajo por la ventana, nadie conoce a la Srta. Evrie como tú.—

Farel esbozó una sonrisa sutil.

—Puedo predecir cada una de sus reacciones.—

—Pero aun así...— ¿Por qué lastimar su corazón?

Las últimas palabras, Joan se contuvo de decirlas.

—Hay demasiado silencio, pongamos música.— Le dijo Farel.

Joan sacó su móvil y conectó el Bluetooth: —¿Qué canción quieres escuchar? Pagaré una suscripción para ti.—

—¿Hay otras canciones en la lista de reproducción de este carro?— Le preguntó Farel.

Joan entendió.

Apagó el móvil y silenciosamente activó la música del carro.

La canción "Eres tú", que había sido forzado a escuchar innumerables veces, la escuchó una vez más.

...

Al día siguiente, la mansión de la Familia Rivera tuvo una gran concurrencia.

Tomeo, después de todo, era una figura monumental en el mundo de las antigüedades, y su fallecimiento conmocionó a todo Alnorter.

Personajes prominentes de la ciudad fueron invitados al funeral.

El escándalo del divorcio de Evrie fue la excusa perfecta para que ella no tuviera que asistir.

Farel fue solo.

El auto de lujo negro llegó a la entrada y Yolia bajó con un vestido negro.

Emanuel se despidió de ella: —Tengo un viaje de negocios inesperado, te lo agradezco.—

Yolia negó con la cabeza dulcemente, arreglándole la corbata.

—No te preocupes, como tu esposa, es normal representarte en estos eventos, y además, conocía personalmente a Tomeo, tenía que venir de todos modos.—

—Entonces te lo agradezco.—

Emanuel apreciativamente apretó su mano y luego volvió al auto.

—Por la noche iré a la casa antigua a recoger a Irene, no necesitas hacer el viaje.—

—Está bien, ten cuidado en el camino.—

Yolia lo miró partir y luego, con un rostro serio, entró a la mansión.

Ya había llegado mucha gente de la Familia Rivera.

Giselle se dio la vuelta y se marchó.

Pasando por detrás del velatorio, en un nivel oculto de la hacienda de la Familia Rivera, había una cámara secreta que guardaba todas las antigüedades y pinturas de Tomeo.

Vestida con ropa de luto, Giselle caminó por el corredor de la cámara secreta.

El diseño de la cámara era muy estricto, con múltiples puertas de seguridad antirrobo, por eso ella tenía que ingresar contraseñas, huellas digitales y reconocimiento facial a cada nivel.

Hasta que la puerta del último nivel se abrió, todas las antigüedades y pinturas quedaron a la vista.

Porcelanas, calderos, gemas, esculturas, cuadros famosos...

Estaban dispuestas en estanterías, colgadas en las paredes.

Eran incontables, deslumbrantes.

Como si fueran guardias, se alineaban en dos filas, abriendo un amplio camino en el medio.

Giselle avanzó paso a paso, caminando entre un conjunto de antigüedades, al final del camino ancho, había una mesa grande para ofrendas.

Sobre la mesa, había un retrato fúnebre en blanco y negro.

El hombre del retrato tenía rasgos distintivos, un semblante suave, amable y culto, se veía como un caballero en toda regla.

Ese rostro, a nadie podría serle más familiar.

Giselle encendió una vela, con sumo cuidado realizó su ofrenda, con una mirada llena de devoción y concentración, como si fuera su dios.

—Todas estas antigüedades, las he recuperado para ti. —

—Leandro, todo lo que te gustaba, lo que anhelabas, lo que amabas sin poder tener, yo lo conseguiré para ti. —

—En la próxima vida, seamos hermanos de verdad, ¿puedes dejar de odiarme por favor? —

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