Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 520

La nariz de Evrie se tornó agria en ese momento.

Su respiración era pesada, esparciéndose poco a poco por el cuello de Evrie, desnudándose en la noche de toda armadura para mostrar su lado más vulnerable.

Los ojos de Evrie se calentaron ligeramente.

Intentó liberarse, pero él la abrazó con más fuerza.

Ella estaba acostada sobre el cuerpo de Farel, escuchando los latidos de su corazón desde su pecho.

Eran como siempre, firmes y poderosos.

Evrie guardó silencio por un momento antes de hablarle en voz baja: —No entiendo.

—Farel, yo no entiendo. —

¿No habíamos acordado olvidarnos el uno al otro?

¿Qué significa esto ahora?

—Lo siento, pero no puedo olvidarte. —

Farel parecía adivinar los pensamientos en su mente, y le habló con su voz ronca, enterrando su rostro en su cuello y hombro.

—Evi, me rindo, no puedo controlarme cuando te veo... cuando te veo, pierdo la cabeza. —

Había sobrevivido cuatro años, pero en el momento en que la vio, cuando ella se acercó a él, todo su raciocinio desapareció.

Toda su contención se derrumbó.

Esa emoción se magnificaba en la tranquila noche, incluso por diez, cien, miles de veces.

Cerró los ojos, sin soltarla.

—Esta noche llueve fuerte, no hay nadie, pórtate bien... déjame abrazarte un rato. —

El corazón de Evrie se dolía de nuevo.

Fuera, la lluvia caía fuerte, la habitación estaba fría y desolada, y el único calor estaba en su pecho.

Ella permaneció quieta, con su voz baja en la oscuridad: —¿Y después? —

¿Qué pasará después de este abrazo?

Estaba esperando que él hablara.

Estaba esperando una respuesta.

Farel respiró profundamente, su pecho vibraba lentamente con su voz baja y firme.

—Evi, te digo lo mismo, si estoy destinado a amarte como sea, no quiero estar con ninguna otra mujer en mi vida. —

La apretó con más fuerza, su voz era baja y clara: —Dame un poco de tiempo, déjame resolver todo. Si tengo suerte y supero todas las dificultades, me casaré contigo otra vez. —

Evrie apretó los labios, en la oscuridad era imposible ver su expresión.

Habló en silencio: —¿No soy digna de estar a tu lado ahora? —

Farel guardó silencio por unos segundos.

—Evrie, te amo. —

Le dijo: —Estoy dispuesto a sacrificar mi carrera y mi futuro por ti, a salir de la comodidad y abrazarte en la adversidad, es mi mayor fortuna. —

—No te preocupes, duermo muy bien. —

Evrie se levantó rápidamente, se arregló el pijama, le lanzó una manta a él y se dirigió hacia el dormitorio principal.

Farel la seguía con la mirada y lanzó otra frase.

—En el cajón de la mesita de noche hay pastillas para dormir, toma una y te harán efecto en quince minutos. —

Evrie se detuvo, tardando un momento en reaccionar.

Cuando regresó al dormitorio, abrió el cajón y, de hecho, encontró un frasco de pastillas para dormir.

El frasco no era pequeño, y más de la mitad de las pastillas habían sido consumidas.

Parecía que habían sido usadas.

De reojo, vio otros objetos en el cajón.

Un acuerdo de divorcio, un montón de escrituras de propiedad, un reloj de mujer Patek Philippe... todo estaba allí, quieto e inmóvil.

La garganta de Evrie se cerró.

Su corazón se dolía hasta no poder respirar.

Así había pasado esos años, junto a esas cosas.

No trataba de sacarla de su vida, simplemente dejaba esos objetos al lado de su almohada, cada vez que no podía dormir y abría el cajón los veía.

¿Se había vuelto loco?

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