Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 546

Cuarenta minutos después.

Evrie llegó como había prometido a la pequeña villa de Irene.

Después de algunos años sin visitar, todo parecía igual que siempre, solo que los dos árboles en el jardín habían crecido bastante.

—Tía Evi, ¡finalmente llegaste, te extrañé mucho!—

Apenas Evrie detuvo el auto, Irene se acercó saltando felizmente, con su rostro tan tierno y encantador.

Evrie sacó una caja de juguetes del asiento del copiloto y se la entregó.

—Yo también te extrañé, aquí traje un regalo para ti.—

Al ver que tenía un regalo, Irene se alegró aún más y la llevó hacia la villa.

—Esto es genial, sabía que tía Evi es mejor que mi tío Farel, él solo me da regalos en mi cumpleaños.—

Hablando sin parar, entraron a la casa, donde Yolia, con un delantal y el cabello recogido, salió de la cocina.

—Evi ha llegado, siéntate y juega un poco con Irene, hoy cocinaré yo, solo faltan dos platos para cenar.—

En la cocina también estaba la alta figura de Emanuel, vestido con ropa de casa en tonos grises claros.

Parecía estar ayudando, lavando y cortando verduras, con las mangas arremangadas hasta los codos, sus movimientos eran fluidos y hábiles.

Evrie saludó con una sonrisa —Hola hermana, hola cuñado.—

Emanuel asintió educadamente en respuesta.

Luego continuó cortando verduras en la cocina, su presencia en ese ambiente doméstico contrastaba un poco con su habitual aura de poderoso ejecutivo.

Pero era un contraste agradable.

Después de saludar, Evrie cambió sus zapatos en la entrada y fue arrastrada por Irene hacia el sofá de la sala.

Justo al entrar, vio una figura sentada en el sofá.

Vestida con un discreto vestido, cabello recogido con elegancia, su postura era digna y elegante, cada movimiento destilaba distinción.

Era Victoria Fermínez, con quien no se ha encontrado hace mucho tiempo.

Evrie se detuvo un instante y saludó por instinto.

—Señora Haro, buenas tardes.—

Después de todo, ella había sido su suegra, las dos solían ser familia, por lo que Evrie era extremadamente cortés con ella.

Victoria servía té con un aire que había perdido su habitual arrogancia, transformándose en alguien mucho más accesible y tranquila.

Desde aquella vez que fue a Barrio El Magnético y vio cada detalle allí, se había imaginado cómo habían sido esos cuatro años para él.

Si ella lo estaba pasando mal, él debía estar sufriendo aún más, soportando más presión y restricción.

—Evrie, gracias por estar dispuesta a seguir con él.—

Victoria la miraba a los ojos, pronunciando cada palabra con sinceridad y un toque de culpa.

Era la gratitud de una madre.

Evrie dejó la taza de té, y con más seriedad aún dijo —Señora Haro, si aún estoy dispuesta a estar con él, es porque lo amo, no por la gratitud de nadie más.—

—Así que, no importa si es ahora o en el futuro, siempre elegiré estar a su lado, hombro con hombro, mano a mano, para superar todo juntos. Si no puedo hacerlo, significa que aún no soy lo suficientemente fuerte. Trabajaré duro, seguiré mejorando mi fuerza, esperaré el momento adecuado, la suerte, hasta que él llegue.—

Victoria levantó los ojos sorprendida al escucharla.

Parecía no esperar que Evrie todavía tuviera un carácter tan obstinado.

Pero esa tenacidad es por su hijo.

Abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera decir algo, una voz clara y firme llegó desde la entrada.

—No tienes que esperarme, yo vendré personalmente.—

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