Evrie sacudió la cabeza y le dijo: —Esta vez no vamos a tener boda, he decidido viajar por el mundo y recuperar todas las vacaciones que no tomé—.
Volteó a mirar a Farel con un guiño: —Sr. Haro, ¿no tienes problemas con eso, verdad?—
¿Qué problema podría tener Farel?
Sus ojos irradiaban indulgencia: —Como quieran—.
Blanca observaba la interacción entre ellos, sintiéndose un poco envidiosa.
—Qué suerte—.
Tomó la otra mano de Evrie y la felicitó con sinceridad.
—Seguro que a partir de ahora tendrás paz y felicidad, y la adversidad no volverá a golpear a tu puerta—.
Evrie apretó su mano a cambio: —Blanca, lo mismo para ti—.
Blanca quería decirle que era una mujer que no creía en el matrimonio.
¿Felicidad y plenitud? ¿Qué era eso?
Pero para no arruinar el ambiente, discretamente se limitó a sonreír.
Para no ser una molestia, Blanca se quedó un rato y luego se fue.
Al salir de la habitación, la esbelta figura de Berto también salió tras ella.
Blanca siguió caminando sin detenerse, y Berto se puso a su lado.
Cuando estaban cerca del ascensor, él de repente le habló.
—¿Qué tal si consideras mi propuesta?—
—¿Cuál propuesta?—
—De casarnos—.
Blanca se detuvo un momento y lo miró con extrañeza.
—¿Estás bien de la cabeza?—
Berto la miró: —¿Te parece que estoy loco al decir eso?—
Blanca desvió la mirada y bajó los ojos: —Si somos dos personas que no creen en el matrimonio, ¿de qué vamos a hablar de casarse?—
Ella recordaba que hace unos años, cuando Berto estaba borracho, le dijo lo mismo.
Él no creía en el matrimonio, y casualmente ella tampoco.
Le dijo que las personas deberían vivir libres toda su vida, vivir para sí mismas sin ser atadas por nadie.
¿Qué significaba esto ahora?
Berto bajó la mirada hacia la cima de su cabeza, y le dijo con voz baja: —Blanca, las ideas de las personas también cambian—.
—¿En qué cambien?—
—En querer casarse—.
Blanca apretó su mano brevemente, su expresión era inmutable: —Eso es asunto tuyo, el día que quieras casarte, te enviaré mis más sinceras felicitaciones—.
Berto se quedó sin palabras.
Blanca era realmente impermeable.
La puerta del ascensor se abrió y Blanca entró directamente, sin darle más oportunidad de hablar.
Berto se quedó afuera, viendo cómo ella entraba y desaparecía poco a poco de su vista, suspirando suavemente.
En su corazón, una voz le decía: —Berto, estás perdido—.
En el ascensor, Blanca suspiró profundamente, tratando de reprimir el desorden en su corazón.
No podía casarse.
Se dijo a sí misma que un matrimonio la haría infeliz, no podía casarse.
—Bibibi.—
Su teléfono empezó a vibrar, alguien la estaba llamando.
Blanca le echó un vistazo al teléfono y contestó.
—Hola, ¿mamá?—
—Ven a casa para Año Nuevo, ¡no te quedes por ahí!—
—¿A cuál casa? ¿La tuya o la de mi papá?— preguntó con una sonrisa torcida.
Hubo un raro silencio en la llamada, y luego le dijo: —La casa de tu madre y de tu padre, ¿no son ambas tu casa? ¿Por qué las separas tanto? Aunque estemos divorciados, sigues siendo mi hija—.
A la esposa, no se le contradice.
El único sonido en el coche era el llanto de Irene, que no aceptaba la situación.
...
Farel fue primero a Residencias Árbol Dorado para recoger los documentos.
Luego se dirigió directamente al registro civil, gracias a una cita previa, el proceso fue muy fluido.
Tramitaron la documentación, se tomaron fotos, estamparon sellos.
Todo el procedimiento era increíblemente familiar.
Al salir, cada uno llevaba un certificado de matrimonio que brillaba intensamente bajo el sol.
Evrie entrecerró los ojos, sin poder evitar una sonrisa en sus labios.
—Sr. Haro, espero su amable atención de ahora en adelante.—
Farel tomó el certificado de matrimonio de ella y lo colocó junto al suyo en el bolsillo interior de su abrigo.
Con una expresión impasible le dijo— De ahora en adelante, llámame esposo.—
Evrie miró a su alrededor, sintiéndose un poco avergonzada y sin poder decirlo en voz alta.
—¿No suena un poco cursi?—
—Esposa.— Farel inclinó su cabeza, llamándola con seriedad, —Nos acabamos de casar, ¿por qué no podríamos decirlo?—
Evrie—...—
—Dilo una vez, quiero escucharte.—
Farel pasó su brazo alrededor de sus hombros, su voz era baja y seductora.
Evrie aún se sentía avergonzada, pero finalmente formó la palabra que había sido extraña para ella durante cuatro años.
—Esposo...—
—Mmm.— La sonrisa de Farel crecía más y más, y su abrazo se hizo más fuerte —Vamos a casa con tu esposo.—
—¿Para qué?—
—Para dormir.—
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Receta para robarle el corazón al Dr. Farel
Hola ya no hay más capitulos...
Llevo mucho tiempo revisando dia a dia para ver si actualizaron y nada😪😪...
Muchos dias sin subir capituños y nos vamos a quedar sin saber que pasa con los protagonista. Que pereza....
Para el buen lector es de muy mal gusto esperar por alguien para darle continuidad a una buena e interesante lectura, son muchos días de espera....
Por favor más capitulos😢😢...
Hola por favor que pasa capitulo...
Quiero más capítulos por favor me tiene triste ver como esta berto😔😔...
Hola amiga más capítulos...
Más capitulos vale...
Quiero más capítulos para ver que pasa con la salud de berro...