Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 639

Berto se detuvo y, al girarse, vio lo que Ana tenía en las manos, haciendo que sus párpados temblaran.

—¿Qué es esto?— preguntó Ana con un tono sombrío.

Berto carraspeó, tratando de encontrar las palabras correctas para explicarse.

Sin dejar que hablara, Ana levantó la mano y la agitó en el aire, Berto reaccionó rápidamente y se defendió, exclamando instintivamente.

—Mamá, hoy es Año Nuevo, no empieces así.—

El enojo que Ana había estado conteniendo se calmó en ese instante.

Ella dobló meticulosamente el papel de los análisis y lo guardó en su bolsillo, dándole a Berto una mirada severa.

—Muchachito, mañana hablaremos de esto.—

Berto se inclinó en una reverencia—Feliz Año Nuevo.—

—Lárgate.—

—...—

Al día siguiente, el primer día del año nuevo.

Blanca se despertó temprano, se arregló y al bajar las escaleras, encontró a cuatro personas sentadas ordenadamente en la sala.

Eran los cuatro miembros de la familia Navarro.

A primera vista, ninguno de ellos parecía relajado, todos sentados de una manera formal.

Al verla, Ana la llamó primero—Blanca, ven, tengo algo importante que decirte.—

Blanca, confundida, se sentó educadamente frente a ellos.

Se sentía como si estuviera siendo interrogada.

Al siguiente segundo, Ana sacó varios documentos y una caja de regalo, colocándolos uno a uno sobre la mesa de centro.

—Primero, déjame explicarte nuestra situación familiar. Leo y yo somos profesores jubilados, cada uno con una pensión de 8000 pesos al mes. Tenemos dos casas, una antigua y la que habitamos. Cuando llegue el momento, Berto e Iris se repartirán una cada uno.—

Ella sacó dos tarjetas bancarias y continuó—Estas dos tarjetas contienen los ahorros de todos estos años, divididos en dos partes, una para cada uno de ellos como herencia.—

Blanca escuchaba sin entender a dónde quería llegar Ana.

Blanca se quedó en silencio, sintiendo el peso de la sinceridad y las expectativas de Ana, hasta el punto de que rechazarlos parecía una presión abrumadora.

Pero... ella no quería ser forzada a nada.

No quería casarse por un accidente, sin tener opción.

Blanca inhaló profundamente y se armó de valor para hablar.

—Ana, yo...—

—No quiero casarme.—

Una voz se adelantó a la suya, deteniendo sus palabras.

Ella levantó la vista instintivamente y se encontró con el rostro atractivo y culto de Berto.

Berto la miraba, y aunque sus labios se movían suavemente, lo que decía era un acto de rebeldía.

—Papá, mamá, no quiero casarme.—

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