—Siempre ha sido así, significa que siempre ha sido un error, y desde tiempos inmemoriales también fue un error—.
La mamá de Isabel parecía no esperarse que ella dijera algo así.
La miraba como si viera a una criatura extraña.
—De verdad que te has vuelto loca con tanto libro, que hasta dices estas cosas. Menos mal que Isabel no estudió tanto como tú, si no, todo el mundo se estaría divorciando. ¿Cómo se supone que vivamos así?—
Sus palabras eran demasiado anticuadas y tradicionales.
Blanca no podía convencerla.
En su corazón se acumulaba la rabia. —¿Vas a quedarte mirando cómo tu hija es golpeada hasta la muerte por ese hombre? ¿Qué hizo ella para merecer ese matrimonio?—
La mamá de Isabel no podía ocultar su dolor, pero seguía insistiendo.
—Ya te dije, solo tiene que ser un poco más sumisa con su marido, y todo estará bien con halagarlo—.
¡Halagar un carajo!
Blanca sentía que su sangre hervía de nuevo.
Isabel, notando la tensión, interrumpió la conversación con una voz algo ronca.
—Es mi matrimonio, lo pensaré por mí misma. No se peleen por mí—.
Ella tenía un hijo.
Y no tenía la capacidad de cuidarlo sola.
Durante años sobrevivió con cuidado dependiendo de su familia política.
La amargura de la vida casi la había desgastado por completo, haciéndola especialmente cobarde, temerosa de dar un paso fuera de su —zona de confort—.
Blanca quería decirle algo más, pero Berto la detuvo tomándole la mano.
—Ella está herida, necesita descansar. Démosle espacio—.
Blanca se tragó sus palabras.
Al fin y al cabo, era un asunto familiar y realmente no era apropiado entrometerse demasiado.
La vida, al final, depende de las elecciones propias.
Blanca miró a Isabel una vez más, se despidió y siguió a Berto para irse.
Desde la habitación aún se escuchaba el eco de la conversación.
—No se permite el divorcio, hay que vivir bien la vida...—
De regreso, Blanca iba cabizbaja en el asiento del copiloto, pensando en Isabel con su cara magullada e hinchada.
Esa chica que una vez fue tan inocente y pura, ahora luchaba por respirar y sobrevivir a su matrimonio.
Esa era su vida.
Y para todos los demás, era algo perfectamente normal.
Se habían acostumbrado a la sumisión, al halago, a la dependencia, y así creían que todo estaba bien.
Pero... el acostumbrarse no significa que esté bien.
Todo estaba mal, absolutamente todo.
La llamó.
—¿Sí?— Blanca levantó la mirada.
—Espero que algún día, no puedas vivir sin mí, como Evrie no puede vivir sin Farel—.
Blanca lo miró y sintió un calor repentino en su pecho.
No sabía cómo describir lo que sentía.
Su todoterreno volvió al campo, y se detuvo en la entrada.
Berto se inclinó para desabrocharle el cinturón de seguridad y al retirarse, Blanca le habló de repente.
—Berto, ¿serías un buen padre?—
Él se sorprendió, luego asintió con seriedad.
—Lo seré—.
En ese momento, Blanca tomó su cara entre sus manos y lo besó.
Se fundieron en un beso apasionado.
Ardientes, inseparables.
Fuera del coche, el viento soplaba suavemente.
Las ovejas pastaban y los caballos pateaban el suelo, mientras ellos se daban un beso apasionado.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Receta para robarle el corazón al Dr. Farel
Hola ya no hay más capitulos...
Llevo mucho tiempo revisando dia a dia para ver si actualizaron y nada😪😪...
Muchos dias sin subir capituños y nos vamos a quedar sin saber que pasa con los protagonista. Que pereza....
Para el buen lector es de muy mal gusto esperar por alguien para darle continuidad a una buena e interesante lectura, son muchos días de espera....
Por favor más capitulos😢😢...
Hola por favor que pasa capitulo...
Quiero más capítulos por favor me tiene triste ver como esta berto😔😔...
Hola amiga más capítulos...
Más capitulos vale...
Quiero más capítulos para ver que pasa con la salud de berro...