Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 686

—Soy yo, ¿qué pasa?—

Berto no solo lo admitió, sino que lo hizo con total naturalidad.

Ambos eran empresarios y hombres, y a estas horas de la noche, cuando un hombre llama a una mujer, las intenciones suelen ser obvias.

Blanca no se atrevía a decir nada, así que él lo dijo por ella.

Parecía que Ion no quería aceptarlo y preguntó de nuevo.

—¿Qué haces, tan tarde en la noche, con Blanca?—

—Sí, ¿y?—, Berto se rio despreocupado. —¿Acaso es algo tan sorprendente? No es la primera vez que estamos juntos. Usted debería haberlo sabido hace tiempo.—

Ion intentó decir algo más, pero Berto no le dio la oportunidad.

—Blanca no se siente bien, necesita descansar. Por muy importante que sea el trabajo, tendrá que esperar hasta el día laboral de mañana. Adiós.—

Berto colgó sin más.

Seco y al grano.

Blanca apenas había abierto el archivo, se quedó atónita a un lado.

—¿Qué haces?—

Berto tiró el móvil con desdén. —Cortando las malas romances.—

—¡Ese es mi trabajo!— Blanca se sintió absurda. —¡Él es el cliente y tengo un proyecto en sus manos!—

Berto soltó una risita, con un destello de desaprobación en sus ojos. —Ya distingo bien si es por trabajo o si hay segundas intenciones.—

—¡Pero no puedes simplemente colgar mi llamada!—

—¿Y por qué no?—

—Porque tú... ¡todavía no eres mi esposo!—

Blanca habló impulsivamente, sin pensar.

Como era de esperar, al escuchar esas palabras, el semblante de Berto se enfrió varios grados.

Desvió la mirada, fijándose en ella. —Entonces, según tú, mi posición no ha cambiado, ¿cierto?—

Vivían juntos, iban a tener un hijo y estaban por casarse.

Y ahora ella decía que él todavía no era su esposo.

¿No tenía ni el derecho de alejar a los pretendientes indeseados?

Blanca se mordió el labio, sin decir palabra.

En realidad, siempre le había molestado que él hubiera cortado su proyecto anterior, poniéndola al borde de perder esta gran oportunidad.

Ahora se estaba entrometiendo en su trabajo de nuevo.

No le gustaba.

—Habla,— la instó Berto. —Para ti, ¿qué soy ahora? ¿Un amigo con derecho, un compañero de piso, o simplemente el padre de tu hijo?—

Blanca frunció el ceño, sintiéndolo cada vez más fuera de lugar.

—Bien, uno, he aceptado tener al niño. Dos, he aceptado casarme contigo. Tres, te prometo que sin problemas fundamentales, nunca nos divorciaremos. Todo lo que querías lo he hecho, ¿qué más quieres? ¿Qué te pasa?—

—No es eso lo que quiero,— dijo Berto.

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