Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 73

Farel apretó los labios con frustración, sin decir una palabra, sus ojos se fijaban en silencio en Evrie, que estaba no muy lejos de él. El enojo que había acumulado toda la mañana comenzaba a disiparse un poco.

Qué bien, ella al menos tenía sentido común y no se había ido a almorzar con Leandro.

De lo contrario, realmente habría querido deshacerse de ella en el acto.

¡Ya desde la mañana no les podía ver ni en pintura!

—Oye, ya basta, ¿no crees? Leandro y ella son colegas, estudiaron en la misma escuela y la misma carrera, él tiene ventaja natural. Por más que los mires, ellos tienen que interactuar normalmente por trabajo —le aconsejó Berto, con una pereza evidente en su voz. — El que está cerca del río, se lleva la luna de primero. ¿Crees que puedes estar más cerca que Leandro?

Farel no respondió.

¿Más cerca?

¿Habría algo más cercano que ser vecinos?

Cuanto más lo pensaba, más se le cerraba el pecho. De repente, soltó la cuchara con un chasquido y se levantó con el rostro tenso.

—Ya me llené, vámonos —dijo él bruscamente.

—Pero si no has comido ni un bocado, ¿cómo puedes estar lleno? —Berto se levantó, aún sin palabras, y le puso una mano sobre el hombro. — Vamos, acompáñame a comer algo afuera.

—No quiero —contestó Farel.

—Si no vienes conmigo, ahora mismo vuelvo y le digo a Evrie que te pasas espiándola a escondidas todos los días, como un acosador —amenazó Berto.

Farel guardó silencio por un momento antes de preguntar—: ¿A qué restaurante?

—A uno que está cerca, para comer algo ligero —respondió Berto con una sonrisa satisfecha.

.—..

Mientras Evrie comía, empezó a charlar con una colega sobre Linda y los proyectos internacionales.

Quería obtener más información y aprender de la experiencia.

Quizás Leandro quería ayudarla a mejorar su situación, pero también se trataba de cultivar talento.

Parecía que Leandro era realmente bondadoso.

No solo ofrecía becas y apoyo financiero a los estudiantes necesitados de la Universidad Alnorter, sino que también se esforzaba en ayudar en sus carreras profesionales.

Evrie conocía a la alumna más destacada de la facultad de arquitectura de la Universidad Alnorter, era una señorita muy amable y entusiasta, con un carácter agradable. Habían coincidido algunas veces.

Evrie aún recordaba su nombre claramente: Natalia Rivera.

Era un nombre que no se olvidaba fácilmente.

Sin embargo, desde que se graduó, era como si hubiera desaparecido, ya que hacía mucho que no oía noticias suyas.

Evrie se quedó pensativa. Si ella también se había ido al extranjero, ¿sería posible que por razones de confidencialidad se quedara allá para siempre?

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