Después del drama, por fin la madre de Celeste se la llevó. Sr. Alarcón se enfadó mucho, cogió las manos de Jonatán y dijo:
—Perdóname, Jonatán. Es la culpa mía. Hoy os hemos causado muchos problemas. Manu, y... la novia, espero que no hagáis caso a lo que dijo Celeste. Os deseo buen matrimonio de verdad.
Desde el principio, Catalina no dijo nada, parecía que solo estaba divirtiéndose en el espectáculo.
Un amigo le tocó el hombro a Emanuel para acordarle:
—Tienes que estar con tu novia.
Emanuel sabía que Catalina lo había pasado mal, le dijo con preocupación:
—¿Estás bien? Ella solo está haciendo tonterías porque está borracha, no tenemos relación alguna, no te enfades.
Catalina sonrió:
—No hace falta explicármelo, no he malentendido nada.
Emanuel se quedó sin palabras y se sintió un poco incómodo. Su novia se encontró con una rival tan agresiva y seguía tan tranquila. ¿Sería porque tenía mucha confianza en él o porque no le importaba nada?
Era muy evidente que no iba a ser el primero.
—Va a hablar con tus compañeros, no hace falta preocuparte por mí —dijo ella.
—Ah... —la cara de Emanuel enrojeció más por intentar aguantar el dolor.
—Lo siento, pero lo hago con intención. Aunque no te guste, lo dijo igualmente, ¡que el trato de la Sra. Moruga para mí es UNA MIERDA!
Ella enfatizó las últimas palabras y luego empujó a Emanuel y dijo a todo el mundo:
—Disculpad, necesito ir al lavabo, que disfrutéis.
Viéndola irse con prisa, Emanuel se quedó en blanco, sobre todo cuando oyó la palabra «mierda». Catalina usó una palabra tan vulgar para describir todo. Para ella, todo eso que se construyó por dinero y posición no valdría nada.
Emanuel tuvo que aguantarlo, pero tenía un mal sabor de boca. Le dio la sensación de que la esposa que eligió él cada vez encajera menos a lo que esperaba en su mente. Además, se sintió que no podría hacer nada con ella…
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