Pero la mujer pensó que Román le estaba siguiendo la corriente porque estaba interesado en ella, y de repente se sintió como una flor exótica que acababa de florecer.
"Escuché que tu madre falleció hace tiempo y que hace cinco años regresaste a la familia Báez, debe ser difícil adaptarte, ¿no? Vivir sin una madre seguramente es duro. Si quieres desahogarte, estoy dispuesta a escucharte."
¿Quién se creía que era esta para traer a colación a la madre de Román?
Bruno pensó que ni valía la pena intervenir, que se destruyera sola, ya que se lo estaba buscando.
Al escuchar eso, Román se levantó y cambió de tema, "Jugar al escondite es aburrido, ¿qué tal si jugamos a golpear al topo?"
"Claro, pero... parece que no hay máquina para jugar a golpear al topo aquí."
La mujer miró a su alrededor, un tanto confundida.
¿Cómo se jugaba a golpear al topo sin la máquina?
"Ven."
Román agarró su muñeca y la llevó al borde de la piscina.
Cuando la gente en la piscina le vio acercarse, todos dejaron de jugar y se quedaron flotando, mirándose unos a otros.
¿Qué estaba haciendo este hombre aquí?
Pero la mujer en el borde de la piscina no se dio cuenta del asombro de los demás, solo tenía ojos para Román. A pesar de haber visto a muchos hombres apuestos, todavía se quedaba sin aliento al verlo.
"Sr. Báez... ¡ah!"
Con un grito agudo, la mujer fue empujada a la piscina por Román.
Él se quedó parado tranquilamente en el borde, con su larga silueta proyectándose tenuemente al lado.
La mujer emergió confundida del agua, justo cuando iba a preguntar por lo que pasaba, vio que en las manos de Román apareció un látigo negro.
Él simplemente se quedó parado en aquel lugar, mirándola desde lo más alto.
La mujer de repente comprendió a qué se refería Román con golpear al topo y, asustada, giró la cabeza para nadar lejos, pero el látigo de Román ya se había lanzado.
"¡Ahhhh!"
El grito agudo atravesó todo el recinto.
El látigo golpeaba el agua una y otra vez, la mujer intentaba escapar en vano, pero era golpeada sin poder encontrar una salida.
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