En el hospital, Alfredo dio dos vueltas al patio con la ayuda de Pablo y Míriam. Luego se tomó un descanso en un banco. Alfredo pensó que estaba a punto de encontrarse con la muerte cuando le dio el ataque de la bebida pero estaba encantado de haber sobrevivido a ese episodio.
De repente, aparecieron dos figuras conocidas que se acercaban corriendo, eran su hijo Samuel y su nieto Mario. Alfredo los saludó con una sonrisa:
—Me alegro de verlos aquí.
Samuel llevaba un profundo sentimiento de queja:
—Papá. He intentado ocultarte esto pero no puedo hacerlo más.
Alfredo frunció las cejas:
—¿Qué pasa?
Samuel le dijo con agitación:
—Te dije que mi hermano te cedió la Fenixia cuando te dio un ataque, ¿verdad?
Alfredo asintió con la cabeza con el rostro rígido. Recordó cómo se negó a aceptar las píldoras, dando la espalda a la familia de Bartolomé aquella noche y se sintió ligeramente avergonzado porque al final se salvó gracias a esas píldoras. Samuel reveló:
—En realidad, no estaba dispuesto a dártelas.
Alfredo se quedó atónito:
—¿Qué?
Pablo añadió:
—Puedo confirmarlo, papá. El médico dijo que la Fenixia era lo suficientemente potente como para salvar tu vida, así que fui a verlo con los míos. No solo no estaba dispuesto a entregarla, sino que además golpeó a mis hombres. Después pidió hacer un trato con Samuel.
La culpa de Alfredo por Bartolomé se disipó. En su lugar, fue reemplazada por la rabia:
—¿Qué clase de trato?
Samuel vociferó:
—Quería que su hija fuera la directora general del Grupo Mega. Solo entonces nos daría la Fenixia.
Alfredo explotó:
—¡Increíble!
Mario echó leña al fuego con los ojos llorosos:
—Abuelo, Penélope es de lo peor. Después de conseguir el puesto, ganó la licitación del Proyecto de Oriente robando mi propuesta.
Alfredo agarró las manos de Mario sorprendido:
—¿De verdad, conseguimos el proyecto del gran complejo comercial?
Las lágrimas de Mario caían:
—Sí. Es una buena noticia para la familia, y no debería llorar por ello. Sin embargo, la propuesta fue mi sangre, sudor y lágrimas. Quería tener éxito en la propuesta por ti para poder celebrarlo contigo después de que te dieran el alta. No puedo creer que me haya robado eso.
Alfredo estaba echando humo en ese momento:
—¡Bartolomé y su hija se pasaron de la raya esta vez!
Samuel añadió:
—Ella robó tanto el puesto como el crédito de Mario. Tienes que hacer algo al respecto, papá. Si esto continúa, me temo que pronto perderemos el poder en la empresa.
Alfredo entornó los ojos y declaró con frialdad:
—Ellos no pueden controlar nada. ¡No nuestra familia, y definitivamente no Grande! Sam, haz el papeleo. Necesito ir a casa y resolver este asunto hoy mismo.
Samuel, Pablo, Mario y Míriam estaban secretamente encantados por su reacción. Poco después, Samuel se encargó del papeleo, mientras todo el grupo conducía de vuelta a Residencias Villa Real. Lo primero que hizo Alfredo fue convocar a toda la familia de Bartolomé a su casa.
Bartolomé, Leila y Penélope se apresuraron a llegar a la casa, pero al entrar en el salón, Bartolomé vio que muchos familiares estaban presentes. Se alegró de ver a Alfredo en casa:
—Papá, ¿te dieron de alta del hospital?
Alfredo se sentó en su trono de una silla y se burló:
—Sé que quieres que me quede allí más tiempo, incluso que me muera allí. ¿Verdad?
Penélope se defendió:
—Abuelo, eso no era lo que quería decir papá.
Alfredo gritó:
—¡Tú, cállate!
Penélope se congeló al sentir que la sangre se le escurría de la cara. No entendía la ira de su abuelo y Bartolomé compartía la misma confusión:
—Papá, ¿qué está pasando?
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