Nataniel observó con apatía a los delincuentes:
—Prepárense para el combate. Abran fuego sobre cualquiera que intente huir.
—¡Señor! ¡Sí, señor!
Otra respuesta estremecedora, Cobra se dio cuenta de que esto era el final. Por fin comprendió lo que Nataniel quería decir con unos cientos de millones: eran unos cientos de millones de armas y personal. Entonces se acercó, levantó a Reyna y la interrogó:
—¿Quién está detrás de esto?
Cobra confesó con voz temblorosa:
—Un mafioso apodado «La Sombra» nos habló de este trabajo... No conocemos al contratante.
—Genial. —Nataniel respondió con un tono gélido, luego se dio la vuelta con Reyna en brazos.
Díaz se acercó a Nataniel y preguntó en voz baja:
—General, ¿qué hacemos con ellos?
—Ejecuten a esas escorias.
Díaz respondió en voz alta:
—¡Señor! ¡Sí, señor!
Después de que Nataniel se fuera con Penélope y Reyna, Díaz miró a los bandidos, que en ese momento estaban temblando:
—¿Alguna última palabra?
Ya de rodillas, los hombres inclinaron la cabeza:
—Por favor, ten piedad de nosotros. No lo volveremos a hacer.
Díaz mantuvo una cara de piedra:
—Supongo que no tienes ninguna última palabra entonces. —Cobra se dio cuenta de que no podía escapar de eso.
Levantó la vista con ojos de odio:
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