¡Se busca un millonario! romance Capítulo 101

POV: Ashley.

—Ya puede irse a casa, señorita Moon —dice el doctor Bing, cerrando la historia clínica y mirándome por encima de sus gafas.

—¿Está todo bien, doctor? —insiste William, nervioso por toda la situación e inseguro de que yo esté bien.

Su preocupación, me provoca rodar los ojos y a la vez, querer besarlo. El doctor lo mira con una sonrisa y asiente, supongo que fue víctima de su nerviosismo durante las veinticuatro horas que estuve internada en la clínica. Tomo su mano, para tranquilizarlo y veo cómo gira su cabeza para mirarme a los ojos. Lo que veo en ellos me hace sentir especial, hace brincar mi corazón.

—Me siento bien, Will —aseguro—, ya podemos ir a casa.

Conforme digo esas palabras en su mirada un brillo refulge y en sus labios, una sonrisa se extiende. Su mano acaricia la mía y con su dedo pulgar, hace dibujos sobre mi piel.

—De acuerdo, vamos a casa —confirma y creo entender el significado de su cambio de actitud. Luego vuelve a mirar al doctor Bing—. Gracias doctor, por todo.

—No tiene que agradecer, es mi trabajo —responde.

—¿Le importaría acompañarme un momento? Necesito comentarle algo —pregunta Will y cuando el doctor asiente, se gira hacia mí y deja un beso en mi frente—. Ahora regreso, amor.

Cierro los ojos con el contacto de sus labios y la tranquilidad que siento asentarse en mi cuerpo no tiene comparación. Asiento y lo veo salir, detrás del doctor. Mi madre entra en mi campo de visión.

—¿Recogemos las cosas o quieres seguir babeando? —pregunta, divertida y burlándose de mí.

—¡Mamá! —reclamo, fingiendo indignación, pero con una sonrisa bailando en mis labios.

—¿Qué? La verdad es dura, pero no ofende —replica, riendo—. Parecen par de tórtolos.

Bajo la cabeza, medio avergonzada. Siento mis mejillas arder, porque varios fueron testigos de lo que William me hace sentir. Pero en realidad, no me interesa. Vivir esta amarga experiencia, me hizo entender algo importante; necesito existir, necesito demostrar y compartir mi amor. Debo agradecer por lo que he ganado en tan poco tiempo, por lo que me ha regalado la vida. William era mi amor platónico; ahora es un puntal importante de mi existencia. Amarlo y que me ame, ha sido lo más bonito que me ha podido pasar.

Y ya me vale si es famoso; si es una figura pública y la prensa lo sigue a todas partes. El es mío y cómo le prometí aquel primer día, estoy enamorada de él y lo gritaré a los cuatro vientos.

Me levanto de la cama y sigo a mi madre, para recoger las pocas cosas que me trajeron para pasar la noche. Minutos después, William entra a la habitación otra vez y carga con las pocas bolsas, para salir por fin de este lugar. Salimos juntos y a las afueras de la clínica, Ricardo nos espera. La sonrisa que se forma en sus labios, cuando me mira, no tiene comparación. Se acerca a mí y con sus ojos llorosos y sus manos retorciéndose, duda, antes de abrazarme.

—Lo siento, señorita Ashley —murmura, con un tartamudeo, apoya sus manos en mis hombros y me mira con aflicción. Yo trago saliva, para bajar el nudo que se ha formado en mi garganta—. Debía estar más pendiente y le fallé. No voy a justificarme, solo a prometerle que no sucederá jamás.

Niego. Niego con la cabeza con énfasis. Dos gruesas lágrimas corren por mis mejillas, pero no son de tristeza, es más un sentimiento que pensaba ya no experimentaría más.

—No, Ricardo, no tengo nada que perdonar —aseguro y llevo mis manos, hasta rodear su rostro—. Ninguno esperaba esa reacción de esa…loca. No puedes culparte por los delirios de una persona desequilibrada. De ti solo espero una cosa…

«Que seas como un padre para mí», pienso, pero no exteriorizo.

Ricardo baja la cabeza, apenado, pero puedo ver cómo mira a mi madre por el rabillo del ojo. Y eso me emociona, él sabe de lo que le estoy hablando.

—Para mí sería un orgullo recibirte en mi familia —susurro, luego de dar un paso más cerca.

Ricardo alza la mirada y en sus ojos, puedo ver amor. A mi yo de antes le habría costado entender, cómo dos desconocidos pueden sentir tanto el uno por el otro; pero hoy, mi cerebro comprende que en el corazón nadie manda. Y entre mi madre y Ricardo, hubo más que un flechazo. Ruego para que puedan vivir su amor.

—Gracias, señorita Ashley.

—No tienes que decirme señorita, Ricardo —pido, doy un paso atrás y le dedico una sonrisa. William me recibe entre sus brazos por la espalda y sé que apoya mis palabras. Ricardo es su familia también—. Entre nosotros no cabe tanta formalidad.

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