¡Se busca un millonario! romance Capítulo 102

POV: William.

—¿Qué estás esperando, hijo? —pregunta mi padre, cuando me ve mirando a Ashley.

Devuelvo mi mirada a mis acompañantes y a los dos, Ricardo y mi padre, los veo sonreír, divertidos a mi costa. Suspiro, cuando siento el habitual cosquilleo que me recorre cuando pienso en esa oportunidad.

—El momento perfecto —respondo, con misterio y llevo el vaso de whisky a mis labios para darme un trago—. Ya tengo la mayoría de las cosas listas.

—¿Y por qué no se lo pides hoy? Si estás seguro de que te dirá que sí, hoy es el día —continúa mi padre, en tono burlón, pero en sus ojos veo lo emocionado que está.

Suelto una carcajada, no puedo evitarlo. Y no es solo diversión por sus palabras. Estoy nervioso. Todo hay que decirlo, la posibilidad de que se niegue está ahí, llevamos poco tiempo juntos. Y aunque para mí es suficiente, tal vez ella quiera esperar un poco más.

—William, esa muchacha no se negará —interviene Ricardo y me saca de mis pensamientos. Lo miro y puedo sentir su seguridad, también—. Y si lo hiciera, podrías insistir hasta que no le quede de otra que aceptar.

Mi padre se ríe con estridencia y yo tengo que seguirlo. Alivio un poco mis nervios pensando en las veces que he sido sincero con ella y cómo ha respondido y correspondido todas mis palabras. Igual o con más sentimiento, incluso. Más entrega de la que alguna vez pude esperar.

Tomo una decisión, no importa que no sea lo que quería preparar para la pedida de mano, pero no quiero desperdiciar una oportunidad como esta. Cierro los ojos y suspiro, llenándome de valor para dar el paso.

Sin embargo, un ruido me hace voltear. Una bandeja, repleta de copas, cae al piso con un estruendo de vidrio roto y metal.

—¡MAMAAAAA! —grita Ashley y corre hasta donde Clarisse yace en el piso, desmayada. Y creo que el dolor impreso en esa simple palabra, será algo que recordaré el resto de mi vida.

Lo que pasa después, es un caos total. Todos corremos para intentar socorrerla, pero no hay mucho que podamos hacer aquí. Los gritos de Ashley se escuchan más seguidos y sentidos, mientras llora a su lado, arrodillada en el piso. Christopher trata de controlar a su hermana, pero sus propias lágrimas no dejan de caer por sus mejillas. Alguien de mi familia se ocupa de llamar a emergencias, mientras yo me ocupo de levantar a Ashley del piso. Su cuerpo convulsiona con espasmos de dolor y sus sollozos, mezclados con sus constantes frases pidiendo a su madre que despierte, me rompen el corazón.

No sé cuánto tiempo pasa cuando los paramédicos entran como un vendaval en el apartamento y otra vez, tengo que sostener a Ashley para que los deje hacer su trabajo. Ricardo, en medio de lo que debe sentir, se ocupa de ayudar con la camilla mientras se llevan a Clarisse con una máscara de oxígeno y escuchando los términos médicos nada favorables. Como el ascensor es demasiado pequeño, tienen que hacer uso del de servicio, mucho más amplio; y sin él, nadie se habría parado a pensar en la solución, siquiera.

—¡Nooooo, mamaaaaaaa! —repite Ash, una y otra vez, mientras trato de llevarla al ascensor para seguir a la ambulancia hasta el hospital.

—Vamos, Ash, por favor, coopera conmigo —pido, tomándola por la espalda y abrazándola. Forcejea conmigo, porque no quiere sentirse prisionera en medio de su dolor. Necesita soltar sus miedos.

—Nooo, William, mi mamá… —niega e insiste, temblando y fría como un hielo—. Mi mamá no se puede morir. ¡Mamaaaaaaa!

Su garganta se desgarra con el último grito, puedo notarlo cuando se queda afónica y lleva sus manos a su cuello.

—Mamá —repite, como un susurro, antes de desmayarse también en mis brazos.

Reacciono al instante y ahora soy yo el que grita, desesperado. Los gemelos, que aún no salían del apartamento, me ayudan a acomodarla en mis brazos y camino con ella hasta el ascensor.

—¿Quién se fue con Clarisse? —pregunto, sintiendo el peso de Ashley entre mis brazos y con mi corazón latiendo a mil. No me gustó que se haya desmayado, aunque en algo puede influir su rección a lo sucedido.

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