POV: William.
Si alguien me preguntara qué ha sido lo más duro que he tenido que soportar, sin dudar diría que todo lo sucedido en las últimas cuarenta y ocho horas. Ni mi infancia con dificultades y carencias, ni mi sacrificio para lograr todo lo que tengo; ni siquiera cuando supe que mi relación con Vivianne podría destruir mi imagen y todo lo que había ganado. Todas esas cosas fueron absolutamente nada, comparadas con el mayor sufrimiento que he experimentado estos dos días: ver a Ashley destruida, sentir su fragilidad y sus peores miedos y tratar de mantener viva su esperanza.
Ni siquiera puedo imaginar lo que ella debe sentir, los últimos años los ha dedicado a cuidar de su madre, a darle todo; y verla ahora tan enferma no puede ser fácil de asimilar.
La operación fue un éxito, eso fue un paso de avance; pero las horas que pasamos en la sala de espera, en las circunstancias y con todos los riesgos siendo el foco rojo de atención, arrasan con la cordura de cualquiera. La nuestra no fue la excepción. Todo el tiempo fui su apoyo, su hombro donde llorar…y horas después, cuando el médico salió y nos dio al fin una buena noticia, con sentir su alivio, su cuerpo relajarse entre mis brazos, supe que había valido la pena cada gramo de sacrificio. Ella merece eso y mucho más. Y yo estoy dispuesto a entregarle todo lo que necesite.
Las horas siguientes a la operación, aunque ya más relajados, no pudimos pasar a ver a Clarisse, lo que volvió a alterar a ambos hermanos. Porque en ese tiempo posterior, estaba en realidad el verdadero resultado de la operación, su camino hacia la recuperación. Y entonces, fueron más horas de intensa incertidumbre, en las que los nervios volvieron a calar y los ruegos de Ashley los escuchaba constantemente contra mi hombro y acompañados siempre de sollozos y suspiros.
Sin embargo, hoy podemos respirar. Clarisse sobrelleva bastante bien la recuperación y nuestras esperanzas vuelven a ser completas. El camino aún es largo y difícil, lo tenemos claro, pero dando pasos pequeños lograremos avanzar. Y eso es lo importante.
—Will… —Escucho la voz de Ashley a mis espaldas.
Me giro para verla y su rostro demacrado es lo primero que veo, dos días seguidos sin salir del hospital, durmiendo durante cortos minutos y solo por el hecho de que su cuerpo no soportaba más seguir despierta. Si de ella hubiera dependido, ni pestañeaba.
—Aquí estoy, amor —respondo y con dos pasos largos, llego a su lado. La abrazo e inhalo su suave aroma—. ¿Qué necesitas? ¿Qué te dijo el doctor Bing?
Ashley suspira entre mis brazos y se aferra a mí como si me necesitara para mantenerse en pie. Y puede que así sea.
—Que a pesar de la operación será necesario hacer otro tratamiento, el que teníamos planificado —murmura, con voz cansada—. Esperaremos solo unos días, para asegurar que todo está bien y comenzaremos con todo otra vez.
Pienso en lo que me dice y es obvio que ahora vienen momentos mucho más complicados, una carrera de resistencia, se podría pensar. Pero aquí estaré para ella, sin dudarlo.
—Si es para mejorar, todo sea bienvenido —respondo, después de unos segundos en los que creo que ella espera mi respuesta—. ¿Le diste tu consentimiento?
Ash asiente con un gesto de su cabeza y su movimiento lo siento pegado a mi pecho. Paso mis manos por sus cabellos rubios desordenados y la sostengo, porque me parece que en cualquier momento caerá al piso.
—¿Pudiste hablar con ella ahora?
Otro asentimiento y un leve murmullo que me hace pensar que ya no tiene fuerzas siquiera para hablar. Llevo una mano a su nuca y presiono un poco para que levante su cabeza.
Se queda mirándome unos segundos, pensando en mis palabras, supongo. Sus brazos, alrededor de mi cintura, me presionan un poco, antes de asentir.
Le sonrío, porque se dejará ayudar. Me dejará ocuparme de su bienestar, de su felicidad.
—Vamos a casa —murmuro y bajo mi cabeza, para dejar un beso corto y suave sobre sus labios—. Llamaré a Steph para que se quede al frente de todo. ¿Estás de acuerdo?
Ashley solo asiente, no dice ni una palabra. Con mi mano en su cintura, la encamino hacia la salida de la clínica. Ricardo, al vernos, corre a buscar al auto. Antes habíamos hablado de que ella necesitaba descansar y que intentaría convencerla.
Una vez dentro del auto, Ash se acomoda contra mí y no hemos avanzado diez metros, cuando se queda profundamente dormida. Ahora el que suspira soy yo, después de tantas horas por fin puedo relajar y dejar de aparentar que todo está bien. Y aunque todo va mejorando, no tenía intenciones de que Ashley viera en mi expresión que existían demasiados elementos en nuestra contra. Solo queda agradecer que seguimos todos juntos y que podemos mantener las esperanzas.
Aguanto el sueño y el cansancio todo el trayecto hasta mi edificio. Con Ashley en mis brazos subo al apartamento, la acomodo en mi habitación, sobre mi cama y ella ni siquiera se inmuta. Verla rendida, con su rostro relajado, en mi espacio personal, me hace suspirar de amor.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo, preciosa? —susurro, mirándola y sintiendo que mi pecho explota con las ganas de protegerla, de amarla sin condiciones.
Me acuesto a su lado y la pego a mi pecho. Ella, en sueños, suspira y se acurruca más contra mí. Y a pesar de todas las situaciones y los momentos difíciles, no puedo dejar de pensar que viviría mi vida solo con ella entre mis brazos.
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