¡Se busca un millonario! romance Capítulo 52

POV: Ashley.

«Maravilloso».

Todo es tan impresionante que no puedo dejar de mirar entusiasmada por la ventanilla. El sueño ha pasado a segundo plano y solo me concentro en el camino para no perderme de nada. Roma es conocida como la Ciudad Eterna porque en ella el tiempo parece haberse parado hace siglos. Sus monumentos y los restos de imponentes edificios hacen que un paseo por sus calles se convierta en un viaje en el tiempo. Y yo, puedo dar fe de ello. El ambiente mágico que se percibe a través de sus calles y significativos sitios históricos y turísticos, evidencian la grandeza de uno de los imperios más poderosos de la historia.

A mi espalda siento la mirada de William. La he notado todo el rato, pero no me vuelvo porque, entre el bello paisaje y la intensidad de su mirada, prefiero el primero. Por el momento.

En los últimos días la tensión entre nosotros ha sido demasiada. Entre sus provocaciones y palabras picantes, más nuestra evidente atracción, negada por mí; todo se vuelve de fuego a nuestro alrededor. Mis motivos para pausarlo todo, cada vez son menos. Me siento como la villana del cuento por negarnos una felicidad necesaria que, aunque no estoy segura que sea eterna, al menos debería estar disfrutándola.

Cuando se trata de William dejo de ser esa chica fuerte que puede con todo. Esa chica cansada de la vida, pero que se mantiene erguida porque de sus manos, dependen las dos personas más importantes de su mundo. Con él, siento la necesidad de parar el tiempo y dejar que me mime, que me cuide; de abandonarme a sus brazos y cerrar mis ojos; de dejarme guiar.

Y eso me asusta, más que todo.

No soy tan fuerte, eso lo determino cada noche cuando miro hacia atrás y mi pasado es tan oscuro como el futuro que me imagino. Pero después de la llegada de William a mi vida, la confianza en mí misma ha decidido hacer acto de presencia, enviando dosis de seguridad en cada nuevo paso que doy.

Y otra vez, eso es lo peor de todo. Que todo se reduce a él; a su presencia en mi vida.

«¿Y si algún día se va?».

Y si algún día, cuando ya mi mundo gire a su alrededor, todo cambia, ¿podré recuperar la confianza en mí misma, que solo he experimentado con la presencia de William en mi vida?

Mis miedos son muchos y algunos, infundados. Pero es inevitable pensar que un mundo de cristal, puede caerse a pedazos.

—Ashley... —Su voz, acompañada de un toque en mi brazo, me sobresaltan.

Me giro y lo veo mirándome, preocupado. Una mano se acerca a mi mejilla y con un dedo, la toca. La humedad que siento extenderse con su toque, me dice que estoy llorando.

Ahogo un jadeo sorprendido y con mis dos manos seco las lágrimas que no sabía estaba dejando salir. Vuelvo mi mirada a la ventanilla. A la Roma que se extiende alrededor de nosotros y de la que solo veo luces borrosas.

—Ashley... —insiste. Yo cierro mis manos en puños para evitar llevarlas hacia él. Pero las suyas, vuelven a acercarse y se posan sobre uno de mis muslos—. ¿Qué te sucede?

No respondo.

Todo estaba bien y de repente, mis pensamientos vuelven a llenarse de oscuridad, de miedos.

Rebobino en mi cabeza, todos nuestros encuentros. Su mirada sincera y las palabras sencillas, pero llenas de significado.

Soy injusta. Estoy siendo injusta.

Él me lo quiere dar todo y yo solo me acurruco en mi miseria.

William vuelve a decir mi nombre y, como si algo potente se hubiera adueñado de mi cuerpo, en un segundo me muevo hasta su lugar y me subo sobre él, a horcajadas, con mis rodillas dobladas a cada lado de su cuerpo.

Mis manos rodean su rostro y acerco tanto el mío, que nuestras bocas están a un suspiro de distancia.

—Will... perdóname —pido. Cierro los ojos y apoyo mi frente sobre la suya.

Con la sorpresa inicial, él se había quedado en shock, mirándome impactado; pero ahora su cuerpo se relaja y con sus manos rodea mi espalda, me pega más a él.

Bajo mi cabeza y la apoyo en el hueco de su cuello, descanso ahí hasta que siento su aliento en mi oreja.

—Yo también tengo miedo —confiesa. Yo me tenso, al descubrir cómo este hombre es capaz de leer mis miedos y frustraciones, aunque llevamos tan poco de conocernos—. Mi vida, desde que tú estás en ella, ha dado un giro de ciento ochenta grados. Amanezco y me duermo con tu nombre en mis labios, en mi cabeza. Los días pasan ansiosos con la necesidad de besarte, acariciarte, pero, aunque no puedo hacerlo, me conformo solo con verte. Te has vuelto en unos pocos días, en el centro de mi mundo y eso, asusta, ¡joder!

Su exclamación me saca una sonrisa, su voz se escucha estrangulada, por los sentimientos que trae consigo.

—Cada día, el miedo a que tú no te quedes me carcome. Y es ilógico que sea así, ¿verdad? No se supone que te hayas vuelto tan necesaria. Pero no lo puedo negar. —Levanto mi cabeza y lo miro a los ojos—. Yo soy feliz a tu lado, Ash. Antes de ti, y te hablo de mi vida hace tres años atrás, no tenía nada que me llamara, más que mis negocios y mis metas profesionales. Pero luego entré un día a esa cafetería y te vi. Tan hermosa, tan sociable, tan entregada a cada cosa; que ya no pude dejar de verte cada día. Luego de tres años me decidí a hablarte, pero ese día vi algo que me confundió demasiado.

Frunzo el ceño. La nota. Parece que al final sabré que decía.

—¡Se busca un millonario!

—¿Eh? —pregunto, sin entender.

—Eso era lo que decía la nota —explica y yo asiento, pienso en Steph y sus palabras de aquel día—, pensé que era tuya y te tildé de oportunista.

—Nuestro desayuno —dice William, que saca de su cartera un billete para darle al muchacho, como propina.

—Grazie —murmura en italiano el joven y luego se retira.

Como una golosa voy hasta el carrito y reviso los platos. Tostadas con mermelada, croissants rellenos de Nutella, algunos otros pequeños aperitivos que no conozco el nombre, café y una jarra de zumo de naranja.

Lo inspecciono todo, hasta que siento la risa baja y ronca de Will. Me giro con las mejillas encendidas y una sonrisa avergonzada.

William camina hasta colocarse justo frente a mí. Con sus dedos levanta mi barbilla y deja un pequeño beso sobre mis labios.

—Vamos a desayunar —dice y me deja con ganas de más.

Veo como lleva el carrito hasta la pequeña terraza y lo pone a un lado de la mesa de mimbre; ubica las dos sillas de frente a la ciudad y se gira para verme. Cuando nuestros ojos se encuentran otra vez, sacudo la cabeza y voy hasta la terraza. Me quedé atontada mirándolo y él lo sabe, su sonrisita de satisfacción me lo hace saber.

Desayunamos inmersos en un silencio cómodo. Saboreo todo y cierro mis ojos para sentirlo aún más. Cuando siento un dedo de William rozar la comisura de mi boca, me sobresalto y abro los ojos otra vez.

Con su pulgar, limpia un poco de Nutella, aparentemente, porque luego lo lleva a su boca y chupa su dedo con sensualidad, mientras mantiene sus ojos fijos en los míos. Un calor me sube con su gesto y necesito tomar un poco de zumo para aliviar la temperatura de mi cuerpo. Una sonrisa se dibuja en su expresión y yo me atraganto, lo que la acentúa mucho más.

—Squisito —murmura con un sexy acento italiano, mientras se lleva otro croissant a la boca.

Sin embargo, creo que no habla del desayuno. Algo me dice que es conmigo.

Carraspeo y le digo que necesito recostarme; él asiente. Me levanto de la silla y me despido con un gesto de la mano, pero cuando paso por su lado, me detiene.

—Sogni d'oro, amore.

Me quedo viéndolo y aunque no entiendo nada, disfruto del sonido que sale de sus labios. Amore.

Me inclino un poco y dejo un beso en su mejilla; luego me retiro a mi habitación, con una sonrisa emocionada.

Sogni d'oro, amore: dulces sueños, amor.

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