POV: William.
Por motivos desconocidos, Alessandro no puede encontrarse con nosotros en el hotel en la tarde, por lo que dejamos el encuentro para mañana. Dejo el teléfono a un lado y decido ir en busca de Ashley; haremos un poco de turismo para aprovechar el día.
Me acerco a su habitación, de la que he intentado mantenerme alejado la última hora. Llamo a la puerta y espero. Pasa todo un minuto y nada se escucha. Pienso si será buena idea abrir y ver por mis ojos que todo vaya bien; ya han pasado más de diez horas desde que nos fuimos a dormir. Rodeo el pomo de la puerta y abro, notar que no puso seguro me hace sentir bien, eso significa que confía en mí.
Entro a la habitación y es una copia de la mía, solo que todo está ubicado del lado contrario. La encuentro a ella completamente dormida y cubierta por uno de los edredones; hace un poco de frío, aunque la temperatura aquí dentro se mantiene agradable. Me acerco por un lado de la cama y la llamo. Me preparo mentalmente por si sucede lo mismo de antes, en el avión. Toco su hombro y me tapo los ojos. Miro por entre mis dedos y la veo despertar.
Con los ojos medio cerrados, ve mi estampa y sonríe.
—Will...¿qué hora es? —pregunta, somnolienta—. Solo necesito cinco minutos para cambiarme.
Hace amago de levantarse y yo me volteo torpemente. Le hablo desde esa posición.
—No tienes que apurarte, vamos a ir donde Alessandro mañana temprano. Solo te despertaba para ver si querías dar un tour por la ciudad.
—¡Siii! —chilla y yo sonrío. Siento como la cama traquetea con su peso—, por supuesto. —Hace una pausa y luego pregunta—: ¿Will, por qué estás de espaldas?
—Porque si te miro no creo que podamos hacer algún tour —respondo sincero.
—Uhm...vale —murmura y suelta una risita—. Will, estoy vestida.
Me giro con rapidez y la veo de rodillas sobre la cama y sí, está vestida, pero no hace mucho la diferencia.
Su cuerpo está cubierto por un fino juego de satén, un conjunto para dormir. Y aunque en realidad no se ve nada, yo no puedo dejar de imaginarme lo que sé, está ahí. Mis ojos fijos en la forma que la tela se pega a su cuerpo y en la piel cremosa de sus hombros y muslos.
Un carraspeo llama mi atención y levanto mi mirada. Ella tiene sus mejillas encendidas, pero intenta ocultar una sonrisa.
—No sirvió de nada, ¿verdad? —pregunta con una mueca. Y yo niego, sin atreverme a ocultar lo que pienso.
—Demasiado sexy, aunque agradezco tu intención de cubrirte.
Ella ríe y se sienta en la cama, saca los pies y busca sus zapatos.
—Mejor, voy a cambiarme —dice y se levanta. Va hasta su maleta, toma unas piezas de ropa y se encamina hacia el baño. Desde el umbral de la puerta, exclama—: Deseo muchísimo que me regales un orgasmo, Will, pero también quiero pasear por Roma. Es una de mis ciudades favoritas.
Y cierra la puerta. Me quedo boquiabierto, sin saber cómo reaccionar.
Se supone que debo reír, alegrarme de que ella desee ser mía; pero ahora yo no quiero dar un paseo por Roma; me apetecen otras cosas.
Dos minutos después, sigo en su habitación.
—¿Sigues ahí, Will? —escucho su voz amortiguada por la puerta.
—Pues sí.
—Will, yo quiero dar un paseo por Roma —habla, aún sin salir.
Resoplo. Y luego suspiro. —Ni modo, necesito una ducha fría.
Ya me estaba imaginando cien formas diferentes en que la haría gritar de placer.
«Pero al parecer, eso tiene que esperar».
(...)
La Piazza Navona es la plaza más bonita de la ciudad y una de los lugares que considero imprescindible visitar, por lo que es el primer destino al que nos dirigimos. Según mi experiencia, para disfrutarla al máximo debemos hacerlo comiendo del mejor tiramisú de Roma en el cercano Two Sizes, mientras observamos el ajetreo de turistas y se escucha la música de artistas callejeros.
Caminamos tomados de la mano, con nuestros dedos entrelazados. Al llegar a la plaza, le explico a Ashley sobre el significado de las tres fuentes barrocas y lo que representan. Ella escucha con atención mis palabras y sus ojos brillan emocionados por todo lo que la rodea.
Por la ribera oeste del río Tíber, llegamos al Trastevere; uno de los barrios más famosos de la ciudad, repleto de rincones llenos de encanto, tiendas artesanales y tabernas con aire bohemio. Es de mis favoritos y se lo hago saber a Ashley, mientras paseamos al atardecer por sus callejuelas adoquinadas hasta llegar a la bonita Basílica de Santa María. Cuando nos aprieta el hambre, nos detenemos en la Prosciutteria y degustamos una deliciosa pasta y pizza para los dos.
—¿Señor O' Sullivan? —llama un hombre trajeado y con gorra—. Yo lo llevaré a la Mansión Berlusconi.
Asiento y agradezco. Tomo la mano de Ashley un poco posesivo y ella me sigue.
El tiempo pasa lento y el camino se me hace demasiado largo, para estar acorralado con ella en este pequeño espacio. El chófer nos dejó un poco de privacidad al levantar el oscuro cristal que divide las secciones, por lo que me dan ganas de pedirle explicaciones, mientras la beso, feroz.
Estamos a las afueras de Roma y avanzamos por una carretera desierta. Kilómetro tras kilómetro, el espacio se reduce y yo creo que me asfixio, necesito soltar mis oscuros pensamientos o tomar cartas en el asunto; pero no creo que pedir explicaciones sea lo correcto. Casi veinte kilómetros después, entramos a un callejón rodeado de bosques, pocos metros después, un puesto de mando nos pide identificaciones.
—Uff, demasiada seguridad, ¿no crees?
Son las primeras palabras que nos dirigimos en esta mañana. Yo me giro para verla, pero no respondo.
—¿Te pasa algo, Will? —pregunta con una sonrisa bailando en sus labios.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza.
—Yo creo que sí.
Insiste, pero yo la ignoro y actuó como todo un adolescente hormonal.
Comienzan a verse varias casas y un condominio. Algunas grandes y otras más pequeñas, pero al fondo de todas, una mansión enorme de construcción alta, con majestuosas columnas color blanco, se observa.
«La Mansión Berlusconi», pienso, asombrado. Nunca antes he estado en la casa de Alessandro.
El auto se detiene y el chófer abre la puerta del lado de Ashley. Antes de aceptar la mano del hombre, Ashley me mira.
—Quiero repetir mi viaje a Roma, William, porque en casa encontré el amor.
Da la espalda y sale del auto.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!