¡Se busca un millonario! romance Capítulo 68

POV: William.

—Will, ¿ya estás listo? —pregunta Leonel y entra a mi habitación, sin esperar respuesta.

—Si vas a entrar sin permiso, para qué carajos preguntas —replico, rodando los ojos, mientras termino de arreglar el nudo de mi corbata frente al espejo.

—Porque me da la gana —responde y se sienta en la silla de escritorio, a unos metros de mí.

Yo lo ignoro y sigo a lo mío. Siento la mirada suya sobre mí; algo me quiere decir este loco. Lo conozco y sé que está buscando la forma de decirme algo. Lo miro a través del espejo y él, para desviar la atención, comienza a hablar sus habituales tonterías.

—Ese traje acentúa el color de tus ojos.

El tono de voz que utiliza y su seguido pestañear, en actitud coqueta, me hacen soltar la carcajada. Literalmente, me ahogo con mi propia saliva. Mientras toso, el muy imbécil no me ayuda, solo se ríe sin parar; aunque no lo culpo. Leonel vive en un mundo muy diferente al de nosotros. Incluso, aunque con su gemelo son muy parecidos, su personalidad es más fresca y liberal que la de Rafael. Este tipo de comentarios, que nada tienen que ver, son comunes cuando él se siente desubicado y quiere llevar la situación a su terreno; precisamente por eso, estoy seguro que algo le sucede.

Le sigo el juego y finjo que solo me divierto con sus ocurrencias, hasta que me pongo serio y voy directo al grano.

—¿Qué quieres, Leonel? —pregunto y lo miro a través del espejo.

Su expresión cambia en el mismo instante y puedo imaginar que me dirá algo importante. Retuerce sus manos y duda, antes de suspirar.

—¿Cómo supiste que Ashley era…era importante…importante para ti? —tartamudea y yo, primero lo miro, desencajado.

Luego, cuando comprendo el significado de sus palabras, suelto una carcajada. Una y dos, muchas más. Leonel rueda los ojos y resopla, incómodo; pero no me interesa, voy a divertirme a su costa y cobrarle todas las que me hizo antes.

—¿El cazador resultó cazado, Leonel?

—No molestes, Will —protesta y yo continúo riendo. Se levanta y pretende irse—. Ya sabía que era mejor no preguntar nada.

—No, no, no te vayas —logro decir entre risas y voy hasta donde está, para evitar que salga de la habitación—. No puedes soltar algo así y esperar que yo no quiera molestarte.

—Will, por favor, si es para molestar, mejor me voy —pide, con seriedad y un tono enfadado.

Me trago las ganas de soltar más carcajadas, porque si se atrevió a hablar conmigo es porque necesita soltar sus frustraciones.

—Ok, ¿qué te sucede? —pregunto y lo jalo, para sentarlo otra vez en la cama—. Ya no me reiré, te lo prometo.

Hago un gesto con mis dedos sobre mi boca, confirmando mi silencio. Leonel me mira suspicaz, por unos segundos, hasta que decide confiar en mí. Suspira otra vez y lleva sus manos hasta cubrir su rostro, apoyando sus codos sobre sus muslos. Se ve, desesperado.

—Me siento demasiado mal, demasiado hundido donde no debo —comienza, yo lo dejo estar, aunque no estoy entendiendo—. Se suponía que era un trato, como hacemos siempre, pero ya no quiero cumplirlo. Ya no lo quiero ahí, aunque sea mi hermano.

Frunzo el ceño, porque me parece estar entendiendo mal.

—Nunca imaginé que llegaría a sentir celos de esta forma, por eso te pregunto qué sientes cuando estás con Ashley, quiero comparar con mis propias reacciones. —Me mira, con sus ojos tristes, azules como los míos, destrozados.

—¿La compartías con Rafael? —pregunto, sin dudarlo. Leonel me mira un segundo de más y luego asiente—. Estás enamorado de ella y ahora no quieres compartirla. ¿Es eso? No quieres sentirte mal por tener celos de tu gemelo.

Asiente otra vez y yo suspiro, a la par suya. No es tan sencilla esta situación. Y aunque quiero burlarme y recordarle cómo se burló de mí cuando yo me puse territorial, no lo hago.

—Ella es hermosa, es única —confiesa, embobado, mirando hacia un punto frente a él.

Sonrío, porque me gusta verlo así. Pongo una mano en su espalda, para intentar darle ánimos.

—¿Y si vas con la verdad?

Él me mira, la desilusión en sus ojos tala profundo en mi pecho. Niega con la cabeza y no dice nada más. Pretendo preguntar, pero me interrumpe.

—¿Nos vamos? Llegaremos tarde.

—Vayamos a almorzar, tengo un reservado en el mejor restaurant de todo New York —murmura, levantándose de su asiento e invitándonos a seguirlo.

Quiero negarme, pero ya el hombre, como si esperara una negativa y no estuviera de acuerdo con ella, está abriendo la puerta y pidiéndole a su secretaria que cancele todas sus citas. Mis hermanos y yo nos miramos, pero no decimos nada. Lo seguimos, a regañadientes.

Hacemos el viaje tranquilo hasta el restaurante, el Bianchi anda entretenido en su teléfono y no habla mucho, lo que es un alivio. Cuando llegamos, podemos certificar que la atención es maravillosa y el almuerzo transcurre agradable. Hasta que una visita, nuevamente inesperada, me hace atragantarme con mi propia comida y sentir en el ambiente, la molesta tensión que expulsamos los gemelos y yo.

—¿Qué hace ella aquí? —pregunta Leonel, con los dientes apretados. Sus manos se cierran en puños y puedo sentir un odio desmedido hacia ella, incluso mayor que el que yo siento.

—Amore, ya estás aquí —interviene Bianchi, con una sonrisa de oreja a oreja y obviando la rigidez del momento—. Les presento a Vivianne Collins, mi primera modelo y socia de la empresa. Sin ella, no puedo cerrar tratos comerciales.

Me trago un resoplido, para no soltar alguna ofensa. No es como si me interesara cerrar algún tipo de trato con él, menos ahora que sé la razón por la que nos conoce.

Vivianne espera mi mirada cuando busco sus ojos. Tan desarmada como es, una sonrisa pérfida se dibuja en sus labios y enarca una ceja como si pretendiera asumir su superioridad. Quiero reír, pero tampoco lo hago, prefiero mantenerme neutral y no darle el gusto de ningún tipo.

—Hasta aquí llegamos, señor Bianchi —murmuro, con la mayor tranquilidad que puedo aparentar, mientras quito de mis piernas la servilleta y la acomodo sobre la mesa—. No nos interesa hacer tratos con usted.

—Pero…

—Lo siento, nos vamos —interrumpo lo que pretendía decir y me levanto; mis hermanos segundan mi acción.

—Will… —Escucho su rechinante voz y me provoca repugnancia la forma en que arrastra mi nombre. La miro con desagrado, sin importarme la formalidad en todo esto. Ella es una arpía—. Lo que sucedió entre nosotros no puede ser impedimento para que dejes pasar una oportunidad como esta. Hay que saber entender las prioridades en este mundo de negocios y separar lo personal de lo profesional.

Su intento de voz melosa, más las palabras tontas que salen de su boca, me dan risa. Ella pretende insinuar que yo no la supero.

—Lo que sea, Vivianne. Tengo mejores cosas esperando por mí, en casa —aseguro y doy un paso atrás. Los gemelos me siguen.

Y antes de voltearme por completo, puedo ver cómo su expresión se enfurece. Sus ojos brillan con un deje de locura.

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