POV: William.
Estoy desesperado.
Llevo horas llamando a Ashley y no me responde. Algo me dice que fui demasiado lejos con mi estupidez y pagaré las consecuencias. No debí haber dejado pasar tantos días; a la primera, debí tomar el avión directo a casa. Pero un conveniente detrás de otro, me llevó a tomar decisiones erróneas. Entre los gemelos, la loca de Vivianne y luego, una verdadera propuesta de negocio, cada día se me hizo demasiado tedioso. Cuando por fin tenía un descanso, ya era demasiado tarde para llamarla.
Suspiro agotado y frustrado. Tapo mi rostro con ambas manos pensando en lo tonto que fui.
«Mi prioridad es ella. Pero no lo demostré».
Ahora debo asumir la responsabilidad y hablarle con la verdad. Contarle todo lo sucedido y esperar, que mi pequeña mentira, no se haya prolongado demasiado.
—Will, ¿llamaste a Mauro? —pregunta Rafael, tomando asiento a mi lado. Me extiende un vaso de whisky, que tomo sin chistar.
—Le dejé un mensaje, debe estar al devolver la llamada —respondo y doy un buen trago al líquido ámbar, que quema mi garganta.
Hago una mueca y eso, llama la atención de mi hermano, que me mira frunciendo el ceño y deja suspendido su vaso en el aire.
—¿Qué te sucede?
—Ashley no me responde —suspiro, desganado. Reviso mi teléfono otra vez y ruego por recibir al menos un mensaje, que me diga que todo está bien.
—Y eso, ¿es malo? —pregunta y yo lo miro, irritado.
—¿Qué tú crees? —Ruedo los ojos.
—Se habrá cansado de ver tu fea cara. —Su intento de hacerme reír, no cumple función alguna. Resoplo y me dan ganas de darle una mala contesta, pero él no tiene la culpa de mi padecer.
—No estoy para bromas, Rafa.
Mi hermano se pone serio y me observa con fijeza, escruta mi rostro y busca la respuesta a mi mal humor.
—Están juntos —afirma. Yo solo asiento, no tengo ánimos para negarlo.
Él, alza una ceja, pero no pregunta nada. Por un momento pienso que me reclamará por llevar juntos cuatro días y no haber tocado ese tema, pero no lo hace. Se levanta de su asiento y busca la botella de whisky. La pone en la mesa de centro frente a nosotros, luego de rellenar nuestros vasos.
—Bueno —murmura y le da un trago a su bebida—, comienza por el principio.
Cierro los ojos y suspiro. No tengo ganas de hablar, más bien, necesito actuar y de una vez, regresar. Pero mi asistente no me responde y no quiero apresurarme en comprar un pasaje de regreso, cuando puedo ahorrarme la mitad del tiempo. Solo necesito aguantar hasta que Mauro me responda y ya luego tomaré las acciones correspondientes.
—Ashley aceptó ser mi novia, pero la cagué y todavía no habían pasado ni veinticuatro horas.
Me recuesto completamente al sofá y cierro los ojos. Me siento como un imbécil. Tanto decirle y decirle que la quería en mi vida, que daría todo por ella, para a la primera de cambio, decepcionarla.
—¿La despedida de soltero? —pregunta Rafa, con un tono medio divertido, medio apenado.
—No le dije. Le mentí. —Le doy otro trago a mi whisky—. Pensé que lo tomaría mal y en verdad, confié que no se nos saldría de las manos la dichosa despedida. Pero no pude equivocarme más.
—Nada más a ti, se te ocurre confiar en tus amigos locos —resopla y pone una mano sobre mi hombro. Me mira fijo y añade—: Ya valiste, hermano.
—Lo sé. Y me jode.
Me quedo pensando en todo y solo sigo llegando a la misma conclusión. Debo irme cuanto antes.
—¿No la llamaste en todos estos días? —Frunce el ceño. Yo bajo la cabeza, avergonzado.
—No. Entre los inconvenientes que ya conoces, más las marcas que todavía tengo por todo el rostro, no quería condicionar una videollamada y quedar como un mentiroso, sin darle antes explicaciones.
—Actuaste como cobarde, Will. Y creo que te va a costar.
—Fui un imbécil, hermano.
Tapo mi rostro otra vez con ambas manos. Es el gesto que más he hecho el día de hoy. Estoy decepcionado de mí mismo.
Rafael se queda pensativo unos segundos. Lo conozco y sé, que está dándole vueltas a algo.
—Ashley no te ha respondido las llamadas, ¿verdad?
—No, ¿por qué preguntas? —Entrecierro los ojos y me preocupa lo que sea que está pensando.
—Si pude leer bien a tu chica, ella respondería la llamada y te cantaría las cuarenta por desaparecer. No tiene porqué saber lo sucedido estos días, así que, no tendría motivos para molestarse en serio hasta que regreses y le cuentes la verdad.
—¿A dónde quieres llegar? —Me incorporo y lo miro atento. Estoy seguro de que, lo que dirá, no será nada bueno.
—Hermano, ¿qué sucede? —pregunta Blake, preocupado, cuando acepto la llamada.
—Hola, hermano —devuelvo el saludo—. No te preocupes, no es nada grave, aunque sí me apura.
—Te escucho.
—Necesito, cuanto antes, un avión; el mío no puedo usarlo por el momento —digo, seguro, entre nosotros no existen querellas.
—Umm, amigo, ahora mismo estoy un poco desubicado con todo; la despedida de soltero, como imaginarás, no terminó muy bien —confiesa y me apena su caso—, pero no puedo dejar de ayudarte, aún más, si el motivo de que estés en esta situación, indirectamente, es mi culpa.
—No digas eso, hermano —lo interrumpo, antes de que diga más tonterías—. Yo asumo las consecuencias de mis actos y no actué bien.
—¿Ashley?
—Sí, por desgracia, está en juego lo poco que he avanzado con ella.
—Comprendo —murmura—. Ahora te mandaré un mensaje con los datos del piloto del avión de mi esposa. Ponte en contacto con él, yo le mandaré un mensaje para ponerlo al tanto.
—Gracias, Blake —agradezco, porque acaba de sacarme de un apuro—, pero, ¿no tendrás problemas con Amelia? No quiero que todo empeore.
—No, amigo, tú tranquilo.
—Bueno, hermano, estaré en deuda.
—No me jodas, O' Sullivan, somos hermanos —Su voz se escucha irritada. Yo río bajo y niego con la cabeza.
—Nos vemos, hermano. Éxitos —me despido.
—Igual para ti, hermano.
Cuelgo el teléfono y suspiro aliviado.
«Ya vamos avanzando algo».
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