¡Se busca un millonario! romance Capítulo 72

POV: William.

El viaje es demasiado largo, de más de doce horas. Y a pesar de saber que es así, siento como si el tiempo pasara demasiado lento.

Por puro milagro y gracias a Blake, o bueno, a la esposa de Blake, estoy en este avión con destino a mi hogar. En el mismo momento que recibí la información por parte de mi amigo, me llamó Mauro para informarme que mi avión tuvo que planificar un mantenimiento de emergencia. No puedo explicar lo que sentí y cuántas cosas pensé al saber eso; una mezcla de alivio con terror, por lo que pudo haber pasado de no notar el fallo que los llevó a planificar esa revisión. Con rapidez, pero a la vez, un poco más tranquilo, contacté con el piloto y cuadramos todo. Solo una hora después, ya estábamos en el aire.

Mientras fijo mi mirada en el vacío de la noche a nuestro alrededor, pienso en mi preciosa. Un dolor angustioso se asienta en mi pecho al pensar lo que ella debió suponer todos estos días. Siento que me ahoga la desesperación y solo rezo a lo que sea está allá arriba, para que no sea demasiado tarde y haya acabado con nuestra reciente relación. Lo que empezó como una mentirijilla para que Ashley no pensara lo que no era, se convirtió en mi infierno personal. Ahora debo asumir las consecuencias de aquella mentira y de una ausencia por días prolongada; aunque haya tenido algunas justificaciones bastante significativas. Y es que, para terminar de joder todo, el mensaje que creí mandarle explicándole lo sucedido, jamás le llegó. Algo relacionado con un roaming internacional vencido que no me permitió llamar o enviar mensajes fuera de mi país y de lo que no tenía idea; por tanto, el resultado evidente.

En fin, la mala suerte me persiguió y creo que me lo merecía por mentiroso. Si desde el principio hubiera hablado claro, ahora todo sería diferente.

—Will... —llama Leonel.

Giro mi cabeza y lo veo sentado del otro lado del jet, con cara de sueño y la boca abierta, bostezando.

—¿Qué?

—Duerme un poco, que lo que te espera no será fácil. Yo, siendo tú, reúno la mayor cantidad de energía posible para aguantar lo que se te viene encima.

Lo que comenzó como algo serio, termina siendo una burla de su parte. Por un momento, creo que mi hermano avanzó un nivel en su madurez, para luego terminar decepcionándome otra vez. Ruedo los ojos y sigo mirando el cielo.

—Vete al carajo, Leonel.

—Uy, que genio tienes —replica, pero no pierde la burla en su voz.

—Vuelve a dormir, Leonel, así me harás más feliz —murmuro, cansado y frustrado.

—Aw, te preocupas por mí. —Su voz se escucha morosa y tierna.

—No, solo quiero que te calles. —Río, divertido con la expresión que se dibuja en su rostro.

—Que humor —resonga y se acomoda, para seguir durmiendo.

Yo me quedo unos minutos pensando en mis hermanos; en cuanto han avanzado y forjado por sí mismos. A pesar de que sean unos molestos hermanos menores, estoy orgulloso de tenerlos en mi vida. Nunca hemos tenido una confrontación y eso es lo mejor de todo. Cuando ocurrió todo lo referente a Vivianne, jamás dudé de sus principios, aunque la loca de mi ex aseguraba haber tenido sexo con uno de los gemelos, por mi cabeza nunca pasó creer algo así. Respecto a Ashley, sí sé que me puse un poco posesivo, pero quería dejarles claro desde el inicio, que yo estaba interesado en ella y que lucharía con todo para ganar su amor.

Vuelvo mi atención al asiento frente a mí y recuerdo nuestro viaje a Roma. No es el mismo avión y mucho menos, las mismas condiciones; pero los sentimientos no cambian; aunque tal vez deba agregar culpa y desesperación a los que me llenan ahora.

Resoplo frustrado y me inclino hacia adelante; apoyo mis codos sobre mis rodillas y tapo mi rostro con ambas manos.

«¿Qué será lo que me espera?».

Me aterra pensar que mi metida de pata tenga consecuencias irreversibles. Y no la culparía de ser así, ¿quién en su sano juicio, diría una mentira al comienzo de una relación? Pues, definitivamente, yo no estaba en mi sano juicio; no lo pensé muy bien que digamos.

Podría decir y, justificarme, con que no contaba que todo se desarrollara de la forma en que lo hizo. Tampoco, que Brigitte enviaría ese material que Ashley vio y que la puso al día, de un modo bastante perturbador. Pero no puedo pararme frente a Ashley e intentar convencerla con justificaciones, debo asumir mi equivocación y pedirle perdón, tantas veces sea necesario.

(...)

Ya es de día cuando el jet aterriza, por fin, en un hangar a las afueras de la ciudad. Intento apurar lo más que puedo los trámites de salida y agito a mis hermanos para que no pierdan el tiempo. Agradezco al piloto por sus servicios y me despido de todos. Al salir, Ricardo ya me espera. Toma mi maleta y una de las que traen los gemelos, las guardamos en el maletero y pocos minutos después, estamos en camino a la ciudad.

Con cada segundo que pasa y cada kilómetro menos para llegar, mis nervios aumentan considerablemente. Mis pies rebotan sin parar y no dejo de comerme las uñas. Mis hermanos me observan divertidos y yo intento ignorarlos, pero comienzan a irritarme. Y cuando por fin se observan los rascacielos de la ciudad, siento mi corazón acelerarse y mi estómago brincar.

—¿Hacia dónde vamos, señor? —pregunta Ricardo, mirándome por el espejo retrovisor.

Miro mi reloj y son solo las ocho de la mañana. No quiero apresurarme y acosar a Ashley tan temprano, pero tampoco quiero ir a mi apartamento sin verla a ella antes. Pienso en mis hermanos y creo que lo mejor será llevarlos a ellos primero, luego podré encontrarle con Ashley.

—Lleva antes a los gemelos. Después te digo que haremos —respondo a Ricardo, luego me giro para ver a mis hermanos—. Están de acuerdo, ¿no?

Ellos asienten, agradecidos con la decisión. No replican nada y eso, es una prueba de lo cansados que están. Hacemos el resto del camino en silencio y solo hablamos, cuando llegamos a su complejo de apartamentos.

—Will, la información que pediste a Margot, en cuanto la tengas, recuerda enviárnosla —dice Rafael, con su maleta en la mano y a punto de subir a su apartamento.

—Sí, hermano. Yo les aviso de todo.

—De todas maneras, no creo que hagamos negocio con ese tipo, ¿no? —interviene Leonel, con expresión mosqueada—. Saben lo que creo de eso.

—No te apresures, Leo, vamos a esperar la información y luego consideramos. De cierta forma, lo que tiene para ofrecer nos conviene —replica Rafael.

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