¡Se busca un millonario! romance Capítulo 75

POV: Ashley.

Acabo de recuperar mis ánimos. Esos días desesperantes que pasé sin saber nada de él, no quiero volver a experimentarlos. No tenía idea de cuanto había calado William en mi piel, hasta que me sentí morir con su ausencia. Me dan ganas de no perdonarlo; solo por el hecho de haberme hecho dependiente de su presencia, de sus palabras hermosas, del contacto eléctrico de su piel contra la mía. Quiero hacerlo sufrir por haberme enamorado sin remedio de su mirada azulada.

Sin embargo, no puedo fingir que sigo molesta. No puedo negarme a lo que él me provoca. Un beso suyo me hace feliz, aún más, si me besa con tanto mimo, con tanta devoción.

Con pocas ganas, pero con resolución, me alejo de él. Lo dejo a un lado de mi escritorio y siento su mirada en mi espalda, cuando camino hacia la pequeña cocina para prepararme un café. Me lleno de valentía y muevo un poco más mis caderas, sé que a él le gustará la provocación y sufrirá, porque por ahora no lo dejaré tocarme. Sonrío, seductora, aunque no puede verme la expresión, para mí es suficiente con saber que le afecto. Y es precisamente lo que logro, cuando lo escucho resoplar a mis espaldas. Giro en la primera puerta del largo pasillo y entro a la cocina. Con nervios por mi pequeño gesto descarado, suelto una risita y voy hasta la máquina de café. Me preparo una taza grande y le preparo uno para él también. A fin de cuentas, soy su asistente y debo atenderlo.

Mientras espero que se llenen las tazas, me recuesto a la encimera y con los brazos cruzados en mi pecho, cierro los ojos. Pienso en él y en lo fácil que puede alterar mi mundo o, simplemente, acomodarlo. De querer odiarlo hace unos minutos, pasé a comprender sus intenciones y a fingir que no lo perdono cuando ya es evidente que lo hice. En fin, la hipocresía. Recuerdo su olor, tan masculino y profundo, que inundó mis sentidos en cuanto lo tuve cerca. Un olor a cuero y menta, que me parece estar sintiendo ahora mismo, que se mezcla con el fuerte aroma del café que está siendo vertido en los recipientes.

De repente, lo siento. No era mi imaginación la que estaba recordando, era mis sentidos actuando instantáneamente, ante su cercanía. Unas manos se posan a cada lado de mi cuerpo, sobre el borde de la encimera. No me tocan, pero soy consciente de que están ahí. El calor que irradia de su cuerpo me hace saber que se encuentra demasiado cerca.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto con un susurro y abro los ojos.

Su rostro está cerquita del mío. Ahora que lo observo, él aprovecha y se pega a mí. Con lentitud, para darme la oportunidad de negarme. Pero yo no me niego, ni siquiera hago el intento de moverme. Me quedo viéndolo a los ojos y expreso con mi mirada todo lo que quiero decirle, pero que por ahora me reservaré. Ese es su castigo.

Aunque a él no le importa, al parecer. No pretende respetar todo, por el contrario, exige su lugar; aunque sabe que yo me negaré a ceder por ahora. Y por eso, me besa.

Esta vez, el beso no es suave. No es lento. Es duro. Necesitado.

Su boca cubre la mía con fogosa sincronía; sus dientes juegan a torturar mis labios y su lengua arremete con el interior de mi cavidad. La mía sale a su encuentro, cuando acepto de una vez que no me puedo negar a sus encantos. Mis manos viajan a su cabeza y me aferro a sus cabellos, las suyas rodean mi cintura y presionan sus dedos hasta que un dolor soportable me hace jadear.

—No puedo estar más lejos de ti, Ash —susurra contra mi oreja, cuando deja mi boca y se dedica a dejar besos húmedos por mi cuello.

A pesar de que quiero responderle con el evidente, “no lo hubieras hecho”, me aguanto. Decido darle una tregua y continuar este asalto de voluntades, porque no puedo negar que cuatro días sin sus besos y caricias me estaban pasando factura. Lo callo cuando pretende continuar hablando, no quiero que rompa la burbuja en la que estamos envueltos. Tomo su cabeza y ahora soy yo quien une nuestros labios otra vez. Sus manos bajan por mis costados, hasta llegar a mi trasero; lo aprieta con fuerza y yo muerdo su labio inferior en consecuencia. William gime contra mi boca y pega su abultada erección al espacio entre mis muslos que aclama por él. Sin embargo, aunque quisiera perder la cordura y ponernos al día con todo, estamos en la cocina, donde algún trabajador puede entrar en cualquier momento.

—Will, ya…paremos —pido, a la vez que pongo mis manos contra su pecho para alejarlo de mí.

—No, preciosa, necesito sentirte un rato más. —Pega su boca a mi cuello y arrastra sus dientes contra mi piel

—Lo siento, pero no quiero ser el comentario de la oficina si alguien decide que es tiempo de tomarse un café —murmuro, casi rendida otra vez a sus encantos.

Un gemido sale de mi boca cuando muerde mi cuello y luego se aleja, busca mi mirada y sonríe descarado.

—Nadie entrará, está cerrado.

—Pues eso es peor. —Ruedo los ojos.

Porque él no entiende que eso nos expone más. Significa que tenemos algo que ocultar y yo no sé muy bien si William pretenda hacer pública nuestra relación por ahora. Aunque hace un rato dimos una imagen bastante explícita, no quiero que piensen que tenemos relaciones sexuales aquí.

William me mira divertido y comprendo que mi gesto con los ojos siempre lo hace reaccionar así. Es inevitable que le sonría de vuelta, lo que provoca que él lleve su mano hasta mi mejilla, para acariciarme. Nos miramos a los ojos, con tanta ternura y tanto amor para entregar.

—Ashley…vámonos de aquí —dice de repente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!