POV: William.
Cuando Ashley toma mi mano, dispuesta a irse conmigo, mi corazón salta acelerado. Una sonrisa inevitable se forma en mis labios, la que ella devuelve, con timidez.
—Igual no te he perdonado —dice, dejando clara su posición. Yo asiento con expresión solemne y la ayudo a bajar de la encimera donde la había sentado.
—Lo sé, amor. Solo quiero que estemos a solas y recuperemos un poco de tiempo perdido.
—Vale, solo por eso te acompaño —responde y veo en su expresión que está aguantando la risa.
—Claro, solo por eso —le sigo la corriente y finjo que estoy bien con eso.
Caminamos tomados de la mano y, cuando estamos por salir de la habitación, Ashley se voltea para mirar la máquina de café.
—¿El café? —pregunta, divertida.
Yo sonrío y pongo mi mano en su espalda baja para guiarla, mientras seguimos nuestro camino.
—Ahora pasaremos por algún lugar y tomaremos un mejor café.
—¿Dices que no te gusta el café que yo hago? —murmura ofendida y con una expresión indignada. Yo suelto una carcajada.
—Para nada, jamás diría eso —digo, intentando ponerme serio.
En realidad, pienso en las veces que ella preparaba el café en la cafetería de Adelfa. Era mi favorito siempre.
Y creo que ya tengo una idea de a donde podemos ir. Estoy seguro que ella amará la idea. O la sorpresa, lo que será aún mejor.
Salimos al pasillo y Ashley va hasta su escritorio para recoger sus cosas. Me señala todo el trabajo que tengo atrasado y le hago un gesto para que esté tranquila, mañana me pondré al día con todo. En lo que ella organiza su mesa para dejarlo todo recogido, yo me acerco a la oficina de Margot.
—Hola, Will —saluda con alegría mi anterior asistente y ahora, Gerente de Logística—. Te vi hace un rato, pero no quise interrumpirte.
—Hola, Margot —devuelvo el saludo con una sonrisa—. Sí, mi prioridad hace un rato era resarcir mi error.
—Ella es una buena chica, Will, no lo eches a perder —dice, con tono amenazante y yo me sorprendo.
—¿Ya le tomaste cariño? Que rápido me cambiaste —la molesto, aunque me alegra mucho que tenga tan buena opinión de la mujer que quiero.
—Ella se deja querer, pero no te preocupes, que tú seguirás siendo mi niño lindo —asegura y me guiña un ojo.
Yo suelto una carcajada y niego con la cabeza.
Le pregunto sobre los informes que le había pedido y me comenta sobre sus investigaciones de mercado en todas las variantes. Todo muy por arriba, porque no pretendo demorarme y ya mañana tengo pensado amanecer en la oficina y ponerme al día con todo. Me despido de Margot y salgo de su oficina, buscando a Ashley. La veo sentada en un sofá grande de cuero que hay en el recibidor del piso. Tan hermosa, vistiendo su conjunto de ejecutiva y con su cabello rubio recogido en una coleta alta. Sus delicados pies calzan unos altos tacones que lucen sus espectaculares piernas. Tan elegante. Y tan mía.
—¿Nos vamos? —pregunto, cuando llego a su lado.
Ella asiente y se levanta; se pone a mi lado y espera a que sea yo quien tome su mano para ir hasta el ascensor. Internamente, quiero sonreír, por ese hecho. Disfruto llevándola de la mano y que ella cuente con eso, aun estando molesta conmigo, me sube los ánimos.
—Vamos. —Sonríe, cuando pongo mi mano en mi lugar favorito, su espalda baja.
Caminamos juntos y entramos en el ascensor. Una vez solos en el espacio reducido, la estática se puede sentir entre nosotros. Una tensión impresionante que es prueba irrefutable de la atracción que sentimos y no podemos negar. Sin embargo, aunque me maten las ganas de besarla otra vez y hacerla mía sin cansancio, debo respetar su espacio y no presionarla. Tengo claro que puedo acercarme, que puedo tocar sus puntos sensibles y la tendré dispuesta en segundos, pero quiero hacer las cosas bien; me equivoqué y merezco el castigo que ella me está dando.
—Will —dice, cuando el ascensor comienza a bajar. Giro mi cabeza para verla a los ojos y lo que veo, me enamora aún más—. ¿Me abrazas?
No lo pienso más y la envuelvo entre mis brazos. Ashley se aferra a mí con fuerza. Su menudo cuerpo lo rodeo lo más que puedo e imprimo en mi abrazo todo lo que soy y lo que tengo para ofrecerle. Disfruto de su calor y de su cercanía, de ella en todo su esplendor.
—Ya estoy aquí, preciosa —susurro, contra su oreja—. Ya estoy aquí.
—Solo…no lo hagas más, por favor. —Su voz es un ruego que me agrieta el corazón.
—Shh…preciosa. No lo haré, te lo prometo.
Nos quedamos abrazados todo el viaje hasta el primer piso, solo unos pocos segundos, pero que logran significar mucho más. Más que horas haciendo el amor. Más que horas aprendiendo el uno del otro. Porque ahora, en este corto pedazo de tiempo, supimos demostrar cuánto nos necesitamos.
El ascensor se detiene en el primer piso y es cuando nos separamos. Tomados de la mano atravesamos la recepción del edificio y nos dirigimos a mi auto, que ya nos espera. Sin embargo, cuando vamos saliendo, escucho la voz chillona de mi hermana, que nos llama. Nos giramos los dos, a tiempo de ver a Esme corriendo hacia nosotros. Una sonrisa se forma en mis labios al ver a mi hermanita. Y supongo que, para ella, es la misma felicidad, porque se tira a mis brazos y tengo que sostenerla fuerte para no perder el equilibrio y caernos al piso.
—Will…te extrañé muchísimo —susurra en mi oreja. Por su tono de voz, entrecortado, puedo saber que está emocionada.
—Y yo, enana. Te extrañé mucho también.
Eso es algo que debemos hablar y, pronto. Tal vez ella no sepa al riesgo que se expone saliendo conmigo. Pero es inminente un cambio en su vida y en su privacidad. Debe estar preparada para asumir las consecuencias de esas batallas de buitres a nuestro alrededor y hurgando en nuestros pasados como ratas buscando comida. Por más crítico que eso sea, es la cruda realidad. Con tal de conseguir lo que quieren y ganarse un lugar en el siempre cambiante y creciente negocio del entretenimiento, hacen lo que sea, sin importarles a quien o quienes se lleven en el camino.
Cuando llegamos al aparcamiento, no demoramos en subirnos al auto e incorporarnos a la avenida. Ashley, como siempre, saluda de forma afectuosa a Ricardo y le comenta sobre su madre. La expresión de mi chofer se dulcifica con cada palabra que escucha y yo me convenzo de que ahí, sucederá algo pronto. Lo que sería muy bueno para la señora Clarisse, porque tendrá un motivo más para luchar contra esa maldita enfermedad. Y se habrá ganado, un excelente apoyo y confidente.
Dentro del auto, nos sentamos muy juntos. Todo el tiempo estamos frotando nuestras manos, como si de forma inconsciente quisiéramos asegurarnos de que estamos juntos otra vez.
—Will, ¿a dónde vamos? —pregunta Ashley, luego de un rato en silencio.
Antes de bajar de la oficina, cuando llamé a Ricardo para que estuviera listo, le dije hacia donde debíamos ir; por lo que Ashley no tiene idea de nuestro destino. La miro divertido y me acerco, para hablarle al oído.
—Es sorpresa, pero te aseguro que te encantará —susurro contra su oreja y siento su piel erizarse. Dejo un pequeño beso y vuelvo a mi lugar.
—No soy muy de sorpresas —responde, risueña.
—Lo sé, pero no dudo de mis habilidades para sorprenderte.
—No, la verdad es que no.
Lo que pretendía fuera una forma de mantener el ambiente, se convierte en algo tenso de repente. Entiendo que todo estaba siendo relativamente fácil y debo ser consciente de que, aunque Ashley acepte mi compañía, ella no olvida lo sucedido. La sorpresa que se llevó al enterarse de todo.
—Lo siento, Ash. Te juro que no pretendía llegar tan lejos.
—Lo sé, Will, es solo que…me sentí demasiado débil, ¿entiendes? —confiesa, agobiada—. Sabes que estoy acostumbrada a depender de mí misma y…entender que, en tan poco tiempo de conocernos, eso cambió completamente, me hizo sentirme frustrada y más dolida aún.
—No, preciosa, no puedes pensar eso. Tú sigues siendo Ashley Moon, la chica trabajadora y sacrificada que me impactó desde el primer día; tanto conmigo o sin mí.
Le hablo mirándola a los ojos, expresando toda la admiración que siento por ella. Por su forma de ser, por su forma de tomar la vida. Ashley sonríe y ahueca mi rostro con sus manos antes de acercarse y dejar un pequeño, pero significativo beso, en mis labios. Cuando se aparta, demasiado rápido en mi opinión, sonríe.
—Gracias, por todo —murmura—. ¿Ahora me dirás a dónde vamos?
Suelto una carcajada y siento como la tensión se disipa. Decido darle una pista, que estoy seguro ella podrá entender,
—Vamos de regreso hacia donde todo comenzó.
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