¡Se busca un millonario! romance Capítulo 77

POV: Ashley.

«Hacia donde todo comenzó». Repito en mi cabeza las palabras de Will.

Una sonrisa se forma en mis labios sin poder detenerla. Él siempre cuida los detalles, piensa en lo que me gustará y que me hará bien. Definitivamente, en momentos como este, que me siento insegura de muchas cosas; regresar al lugar de donde vengo podría ser la solución.

Necesito recuperar esa Ashley que, aunque cada nuevo paso fuera un problema por sí solo, sabía salir adelante; porque se lo proponía.

Hoy quiero volver a mis inicios, recobrar la seguridad que me llenaba aun sabiendo que no todo iba bien. Porque William trajo mucha felicidad a mi vida; me enseñó el amor, me enseñó que existe la esperanza; pero me hizo débil. Y no débil en un mal sentido, al menos no lo creo así; pero al enseñarme lo que se siente ser amada e importante para alguien, trajo también la posibilidad de perder eso.

—¿En qué piensas? —pregunta Will, con un susurro pegado a mi oreja, que logra erizarme la piel de todo el cuerpo.

Dejo de mirar por la ventanilla, a la desolada autopista que ya se acerca a Villa Florencia, para verlo a los ojos. Azules. Azules como el mar que solo he visto desde el balcón de mi nuevo apartamento y a lo lejos. Brillan. Con picardía y, a la vez, con inseguridad. Me produce ternura verlo tan enfocado en mi sentir, porque sabe que se equivocó y reconoce su error como un hombre de palabra. Por más que pretenda hacerlo sufrir, no puedo. Solo me basta observar su bello rostro y su mirada sincera, para caer sin remedio a sus sentimientos y a lo que provoca en mí.

—En ti, de una forma extraña —confieso, porque el primer paso para volver a la normalidad, es aceptar que algo se dañó.

—¿Y eso sería bueno o malo? —murmura, mirándome con una sonrisa indecisa.

—Mmm…depende de cómo se mire —declaro y él asiente. Me hago la misteriosa y muerdo mi labio inferior cuando no puedo aguantar más la risa, por ver su expresión preocupada. Decido sacarlo de dudas—. Aunque yo no creo que sea algo malo.

Will suspira aliviado y vuelve a sonreír. Ver su gesto cambiar, con solo la confirmación mía de que estamos bien, me hace sentir muchas cosas y todas contradictorias. Ahueco su rostro con mis manos y lo miro a los ojos, antes de decirle lo que estoy pensando.

—Will, solo estaba pensando en todo a lo que estamos expuestos. Los dos, por igual. —Mueve su cabeza y frota su mejilla contra la palma de mi mano. Siento su barba de tres días pinchar mi piel.

—¿A qué te refieres? —pregunta, con su voz baja y con los ojos leyendo mi alma.

—Estamos tan compenetrados, Will, que somos el punto débil del otro sin siquiera pretenderlo —explico, para que entienda lo que estoy sintiendo—. Y tengo tanto miedo.

—Sí, preciosa. Eres mi punto débil y debo decirte, que amo que así sea. —Ahora es él quien rodea mi rostro con sus manos. Acerca su boca a la mía y su cercanía me provoca entreabrir los labios—. Tú y mi familia, son lo más importante que tengo. Son la debilidad que cargo y cargaré con orgullo.

Me sonríe. Y esa hermosa sonrisa, radiante y sincera, me calienta el alma. Cierro los ojos y escucho su respiración. Me concentro en percibir cada detalle de nuestro acercamiento, de lo que cada uno siente y expresa sin siquiera utilizar palabras. Nos quedamos así, solo sintiéndonos, hasta que el auto se detiene y nos damos un pequeño beso, antes de separarnos.

Abro los ojos, otra vez su sonrisa me recibe y, es inevitable, que se refleje también en mi rostro.

—No temas sentir, Ashley —susurra—. Yo no te voy a defraudar.

Asiento, porque creo que debo dejar pasar lo sucedido y seguir adelante. Además, ya estamos justo enfrente de la cafetería que fue mi sustento por tres años y medio; es hora de salir del auto.

Will, como siempre, toca con sus nudillos contra el cristal de la ventanilla para que Ricardo abra la puerta y podamos bajar. Él sale primero, luego me ayuda a mí. Me quedo parada en medio de la acera mirando este agradable y encantador lugar, que fue mi segunda casa y donde siempre me sentí muy bien.

—¿Estás lista? —pregunta Will y yo lo miro, nerviosa.

Me miro como puedo y, al ver mi ropa cara y elegante, aunque sea mi ropa de trabajo, me hace sentir horrible. No quiero que mis amigos de aquí piensen que vine a restregarles en la cara mi nuevo trabajo ni mis nuevas oportunidades; no quiero que se sientan incómodos porque ahora deberán atenderme como un cliente más.

Will toma mi mano y me jala, pero yo opongo resistencia, lo que llama su atención. Se voltea para verme, preocupado e intrigado de lo que puede sucederme. Yo suspiro y casi que quiero llorar por andar tan insegura hoy.

—¿Qué sucede, Ash?

Respiro profundo y lo miro a los ojos, con todo lo que siento por dentro ahora mismo reflejado en mis pozos marrones.

—Will, tú… ¿tú crees que piensen mal de mí? —pregunto y señalo mi atuendo—. No quiero que crean que vine a mostrarles cuanto ha cambiado todo para mí y que lo tomen a mal.

—Ash… —murmura Will con una sonrisa condescendiente—, no creo que alguien, en algún lugar, piense tan mal de ti. Todos te aman y hay una razón para que así sea.

Se queda callado, mirándome; tal vez espera que yo conozca esas razones que él dice, pero no creo tener una respuesta para eso. Al ver que no hablo, resopla, divertido.

—Ah, bueno, la esperamos entonces —digo, más como una interrogante, para que Monse me diga si puede ser. Sé que todavía no empiezan el turno de hoy—. Quiero verla.

—Por supuesto, si quieren pueden pasar al jardín, ahí estarán más tranquilos en lo que terminamos de preparar todo. —Sonríe y yo asiento, feliz de regresar al jardín que tanta paz me dio por años.

Caminamos hacia la librería y me embarga un sentimiento de nostalgia. El olor a libros, la tranquilidad y el silencio, son palpables en este lugar. Adoro esta sensación y, precisamente, era lo que más extrañaba de aquí. Atravesamos el amplio espacio por un costado, para salir al patio interior; el jardín. Al instante, el perfume delicioso de las flores y el olor a musgo y tierra mojada, llena mis fosas nasales. Tomo una respiración profunda y siento que mi cuerpo se relaja por completo.

Escucho la voz de Monse diciendo algo de regresar a su trabajo, pero estoy ensimismada y no alcanzo a responderle, más que con un asentimiento. Cierro los ojos y me abandono a este estado de catarsis. No sé cuánto tiempo pasa, cuando los brazos fuertes de Will, me rodean por la espalda. Pongo mis manos sobre las suyas, que se apoyan a mi bajo vientre; y recuesto mi cabeza a su pecho. Will baja su cabeza y frota su nariz en mi cuello, que queda expuesto para él. Me eriza la piel su contacto.

—Cuando venía aquí, adoraba verte a través de las ventanas, mientras disfrutabas como lo estás haciendo ahora. —Siento la vibración de su voz contra mi piel—. La pureza y belleza de este lugar, en compañía de tu luz, no tiene comparación.

Presiono mis dedos contra la piel de sus muñecas, al sentir todo lo que me provocan sus palabras.

—No recuerdo en qué momento me enamoré de ti, preciosa. Pudo haber sido el primer día, o el último —susurra, ahora con su boca pegada a mi oreja—. Aunque soy más de pensar, que me enamoraste cada día. Desde el primero y en este mismo instante; porque vivo con mi corazón acelerado constantemente, ante tu cercanía. Pero a la vez, una calma me llena; por más contradictorio que sea lo que acabo de decirte.

Suelto una risita, medio nerviosa y medio divertida con sus últimas palabras. William es tan romántico y siempre tan perfecto, que logra llevarme hasta él, sin apenas proponérselo.

—Te prometo algo, preciosa —dice y me voltea, para verme a los ojos. Los suyos brillan emocionados y yo siento que me enamoro más—. Cuando nos sintamos preparados para dar un paso más en nuestra relación, vendremos aquí y bailaremos a la luz de la luna, como un homenaje a lo que significa este lugar para nosotros.

Con mis ojos llorosos, trago saliva, respiro profundo y decido decirle todos los detalles que me guardé sobre él, también.

—Cada día al levantarme, por más trabajo que tuviera, por más responsabilidades que me esperaran en la universidad; recordaba que a las cuatro en punto atravesarías esas puertas y podría verte —confieso con una sonrisa, mirándolo a los ojos, para que me vea mi verdad—. No sé si fue un amor obsesivo desde el inicio, pero me cautivaste tanto, que luego de que te fueras aquel día lluvioso, no pude dejar de esperarte cada día. Y cada vez que lo hacías me traumaba la posibilidad de que fuera la última. Te observaba desde aquí, desde la librería, desde el otro salón. —Río, apenada con eso último—. Y aunque parezca toda una acosadora, en realidad no podía dejar de hacerlo, sabía muy dentro de mí que algo me sucedía contigo; lo supe cuando mis ojos se cruzaron con los tuyos, aquella primera vez.

Llevo mis manos a su rostro y lo acaricio. Will me aprieta más entre sus brazos.

—Te quiero, Will. Y no sabía que lo hacía, también, desde hace mucho tiempo.

Acercamos nuestros rostros y nos besamos, de forma lenta y suave, con ternura floreciendo alrededor de nosotros. Respirando pureza y recibiendo amor. Porque, aunque no lo sabíamos, lo estábamos haciendo desde siempre. Y lo haremos por mucho tiempo más.

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