¡Se busca un millonario! romance Capítulo 79

POV: Ashley.

«Adoré esta sorpresa».

Pasar el tiempo en la cafetería me hizo mucho bien. Hablar con Adelfa y los demás compañeros de trabajo, me trajo de regreso de ese estado extraño en el que estaba. Además, no puedo negar que amé escuchar las palabras de Will en el jardín, esas que me provocaron un cosquilleo por todo el cuerpo ante la expectativa de la promesa hecha.

Ahora, mientras salimos tomados de la mano, en mi rostro se muestra una sonrisa que no puedo ocultar. No puedo hacer otro gesto que no sea este, porque sencillamente, estoy llena de felicidad. Caminamos juntos hasta donde está aparcado Ricardo y vamos haciéndonos carantoñas, como dos adolescentes. Cuando estamos por subirnos al auto, una voz diciendo mi nombre, me detiene.

—¿Ashley? —Me quedo congelada en el lugar.

«Esa voz».

Me giro con lentitud y detrás de mí, a solo unos metros, está Samuel Moon. Aprieto la mano de Will sin poder evitar la reacción, siento su mirada confusa sobre mí, pero no puedo explicarle, no puedo hablar. Solo observo a ese hombre que ya casi no reconozco, aunque por su voz, sé que es él. Su cabello está más largo y podría decirse que demasiado descuidado. Lleva una barba de varios días y se ve desaliñado, con la ropa medio estrujada. Sus ojos brillan y no quiero pensar que sea de alegría, porque no lo creo. El Samuel Moon que conozco, la última vez que lo vi hace tres años atrás, no me miraría así.

Frunzo el ceño ante su estampa. Poco queda del hombre imponente y apuesto, siempre perfecto. El color ceniciento de su piel me da mala espina y la sonrisa vacilante que me dirige, me descoloca.

«¿Qué le pasó?», me pregunto, pero no me atrevo a hablar.

Da un paso en mi dirección con una mano extendida. Al instante, Will pone un brazo delante de mí y me pone detrás de él.

—Hija, ¿no saludas a tu padre?

Veo los hombros de William tensarse y por el rabillo del ojo, veo que Ricardo se mueve. Reacciono y cuadro mis hombros, ante las palabras que escogió para hacer su presentación.

—Dejé de tener padre hace más de tres años. —Mi rostro serio y mis palabras duras.

Algo resplandece en los ojos de mi padre y luego, una mueca triste se dibuja en su rostro. Da otro paso y esta vez, Ricardo se acerca más. Mi padre dirige su mirada a él y frunce el ceño, luego levanta sus manos a modo de rendición.

—Solo quiero verte —dice, otra vez enfocado en mí—. Saber de ustedes.

Un sentimiento de frialdad me recorre, mientras lo miro, solo puedo pensar en mi madre. En su enfermedad, en su sufrimiento, en su amor eterno por mi padre. Cada nuevo pensamiento hace crecer el odio en mi interior. Sus palabras deberían provocarme risa, pero no lo hacen; incrementan el rencor que lleva enconado dentro de mí todo este tiempo.

—Es tarde para eso —declaro, mirándolo con dureza.

Siento que mi pecho se aprieta al decir esas palabras. No puedo mentirme, me duele actuar así; pero no hay otra forma en la que deba reaccionar.

—Vamos, Will. —Tomo su mano y lo jalo, para ir hacia el auto.

William no duda y me sigue; Ricardo lo hace también. Cuando estamos por subir al auto otra vez, escucho la voz de mi padre, rota.

—Ashley, solo dame una oportunidad.

—¿Oportunidad? —pregunto, girándome por completo al escuchar su petición. Cierro mis manos en puños por la rabia que estoy sintiendo—. De verdad, ¿me estás pidiendo una oportunidad?

Mi padre asiente con mirada esperanzada. «Es que esto debe ser un chiste».

—Ashley, tranquila —pide Will y yo entiendo su posición. Él desea que todo esté bien conmigo y ahora puede sentir todo lo que soy por dentro.

—Ya llegamos, Ash, ¿quieres que te acompañe? —pregunta Will y primero le digo que no, pero luego lo pienso mejor. Asiento.

Will asiente en respuesta y bajamos del auto. Cuando miro a Ricardo, la expresión molesta en su rostro es evidente. Decidida, voy hasta su lado.

—Dime algo, ¿qué estás dispuesto a hacer por mi madre?

Mi pregunta le sorprende, pero al instante, se pone serio.

—Todo, señorita Ashley.

Sonrío, orgullosa de esa afirmación. Me acerco y lo abrazo, un gesto que lo toma desprevenido.

—Entonces, vamos con nosotros —digo, cuando me separo—. Mi madre necesita a alguien, Ricardo, yo sé que tu estás a la altura de lo que ella necesita.

Mi voz se rompe con las últimas palabras. Ya falta poco para que estén los resultados de sus pruebas y no hay dudas de que necesitará tratamiento. Siempre me tendrá a mí, en cada paso que dé; pero mi madre necesita un tipo diferente de amor. Uno que yo sé, él podrá darle.

Cuando me giro para ir donde Will, este me espera con una sonrisa dulce en sus labios.

—Eres maravillosa, preciosa —susurra contra mis labios. Yo cierro los ojos, dispuesta a sentir cada exquisita sensación que me llena con sus gestos, con su cercanía, con sus palabras de aliento—. Eres fuerte. Eres una guerrera. Y eres mía.

Abro los ojos con su última afirmación y le sonrío, luego ruedo los ojos; suelta una carcajada y yo la sigo, con mejor ánimo.

—Vamos, amor, hay que hacer de Cupido —digo con entusiasmo, antes de dirigirnos al interior del edificio.

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