POV: Ashley.
Tomados de la mano, salimos de la habitación de William con la intención de ir a desayunar. Las cosquillas que siento en este momento rivalizan con absolutamente todos los momentos que he vivido junto a él. A estas alturas no tengo dudas que cada nuevo segundo a su lado, será una experiencia incomparable; como una recopilación de momentos perfectos que crece con cada interacción.
«Es tonto, lo sé», pienso divertida. Sin embargo, considero que es algo de lo que debo enorgullecerme, sentir tanto y, además, recibir mucho más por parte de la persona que amo.
—Hoy quiero adelantar los pendientes en la oficina, llevo muchos días desvinculado de todo —murmura Will, mientras bajamos las escaleras.
—Yo te organicé todo ayer, a partir de mañana empiezas a recuperar las citas pendientes. Te dejé el día de hoy para que volvieras a organizarte.
Will baja el último escalón y me impide seguir bajando, poniéndose de frente a mí. Con una sonrisa radiante me observa y el brillo en su mirada me hace sonreír también.
—Eres la mejor —asegura y me guiña un ojo, justo antes de acercar sus labios a los míos y unirlos en un beso suave.
Rodeo su cuello con mis brazos y nos quedamos así, junticos, por unos largos segundos. Hasta que un ajetreo y un llamado femenino, nos hace separarnos. Frunzo el ceño ante la voz de mujer que proviene del salón y veo que Will rueda sus ojos y suspira, resignado.
Nos separamos y yo bajo, con la ayuda de Will, el último escalón.
—Le dije a mi madre que no hiciera más eso —murmura, con un tono entre serio y divertido, toda una contradicción.
Se pellizca el puente de la nariz y yo no sé qué esperar ante su actitud. No llega a ser entusiasta del todo, pero tampoco molesta; entonces, no tengo idea cómo debo actuar o lo que siquiera debo pensar.
A medida que se escuchan los pasos dados por unos tacones, me pongo nerviosa. De la familia de Will, solo conozco a su hermana y, a los gemelos, solo los he visto una vez, aquella noche que no quiero recordar; los demás, no tengo idea cómo sean. Y aunque la forma de ser de Will y Esme, pueda ser un evaluador bastante efectivo, nada garantiza que sus padres sean iguales que ellos.
Aprieto la mano de Will cuando una mujer atraviesa las puertas que separan ambos salones, seguida de un hombre muy parecido a mi novio.
«Sus padres», concluyo, viendo como ambos se quedan pasmados al verme de la mano con William.
En el ambiente se siente una tensión repentina en lo que nos miramos de arriba a abajo, evaluándonos. Yo en realidad no pienso nada, solo siento mi corazón latir muy rápido por la expectativa de la primera impresión de la madre de Will al verme.
—Buenos días, hijo, no sabíamos que estabas acompañado —interviene el padre de Will, rompiendo el silencio.
Por un momento me miro en un espejo, queriendo reflejar ese sentido de pertenencia con algo; el nivel de compromiso necesario para alcanzar todo lo que alguna vez me proponga. Así como ellos.
Pienso en mi propia familia y a pesar de que es diferente, puesto que solo somos mi madre, mi hermano y yo, me siento honrada por tenerlos. Mi madre siempre ha sido una guerrera silenciosa, luchando sus propias batallas épicas y saliendo victoriosa, aunque pocos conocen sus verdaderos sacrificios. Mi hermano, es más de lo que podría esperar alguna vez; cualquier cosa que diga sobre él, no será suficiente para catalogarlo. Su nivel de responsabilidad rivaliza con el de muchos adultos, incluyendo a mi padre, que nunca conoció realmente el significado de la palabra.
No obstante, ver a la familia de Will, tan unida y agradecida, me hace añorar una vida que me fue vetada. No hay nada en el mundo que me haga perdonar a mi padre, absolutamente nada; pero sí debo confesar que a veces sueño con una realidad paralela, diferente. Donde mi familia al completo sigue esos patrones de convivencia en el que somos como uno solo. Donde el amor prevalece y es más importante una sonrisa sincera. Donde no hubiéramos tenido que salir corriendo con tal de conseguirnos una vida a la altura de lo que merecemos espiritualmente.
Escucho historias sobre Will, de su infancia y juventud. Me río como boba y disfruto ver el sonrojo de él conforme su madre lo deja en evidencia con montón de anécdotas. Mi querido amor no deja de tocarme todo el rato, ya sea acariciando mis dedos o simplemente, apoyando su mano en alguna parte de mi cuerpo; pero sí puedo notar que Eleonor y Marcus nos observan con interés y un atisbo de sonrisa ante ese detalle.
El desayuno se desarrolla de forma increíble y Will tiene que recordarles a sus padres la hora que es para que nos dejen ir a trabajar. Todavía es relativamente temprano, pero debo pasar antes por mi casa para cambiarme de ropa, por lo que debemos irnos. Los padres de Will lo toman estupendamente y de más está decir que la despedida es maravillosa. Me siento arropada por estas dos personitas especiales que acaban de llegar a mi vida y que estoy segura seguirán por mucho más tiempo.
Cuando salimos del apartamento, otra vez tomados de la mano, no puedo dejar de pensar en lo afortunada que he sido al encontrar una segunda familia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!