¡Se busca un millonario! romance Capítulo 93

POV: Ashley.

Me acomodo la falda y no puedo acostumbrarme a la sensación de andar sin bragas; es como si una constante corriente de aire arrasara con mi intimidad. Me pone nerviosa y sonrío tímida cada vez que William me observa con conocimiento de causa. «Él lo está disfrutando», concluyo, medio mortificada, pero sin muchas ganas de darle el gusto y pedirle mis bragas; o lo que sea que quede de ellas, porque solo recuerdo un tirón y luego, desaparecieron.

Trato de ignorar sus miradas perversas y me concentro en terminar de vestirme. Puedo decir que la sesión de impresionante sexo oral, me sorprendió mucho. Podía visualizarnos teniendo un encuentro tórrido sobre su escritorio, incluso, era algo que deseaba y esperaba con ansias, por más injurioso que eso suene; pero jamás imaginé que William se volvería tan apasionado y tan entregado a darme el placer indescriptible que acabo de experimentar en su oficina y con todo el personal de su empresa a solo unos metros de nosotros. La suerte, que los cristales estaban opacados y la puerta la habíamos cerrado para almorzar con tranquilidad.

Me desconcentro de solo revivir las crudas sensaciones que provocó su lengua en mi intimidad. El constante temblor de mis piernas era solo un reflejo de lo que estaba siendo yo por dentro: un caos puro de emociones y sacudidas.

—¿No te falta algo? —interrumpe William mis pensamientos y tengo que pestañear varias veces para entrar en contexto otra vez.

Por supuesto, la expresión arrogante de mi novio no se hace esperar al saber que estaba tan ensimismada en mis recuerdos, que ya ni siquiera me acuerdo lo que estaba haciendo. Pensando en cómo recuperar mis bragas creo que era la tarea principal, aunque no veo como unas bragas rotas puedan serme de ayuda.

«¿Será que tendré que andar con aquello al aire?», pienso, un poco alterada. Con toda la cobertura mediática que hay a nuestro alrededor y lo único que faltaría es que yo, la reina de las desgracias, quedara expuesta a tantos medios por andar sin ropa interior. Supongo que, en cuestión de probabilidades, sería bastante irrisorio que alguien pudiera tomar una foto específica de mis partes descubiertas, pero un factor importante a tener en cuenta, es mi mala suerte. Ya imagino el titular, incluso: La pobretona oportunista aclama a gritos un fondo de armario. ¿O será que anda asegurándose la atención?

Mis pensamientos me aterran, de solo evaluar las consecuencias de un desliz de tal envergadura; así que, me trago mi orgullo y miro a William a los ojos, antes de echar a un lado mi dignidad herida y darle el gusto.

—¿Me darías mis bragas, por favor?

Mi voz suena baja y ronca. Ante tal acción de mi parte. La reacción de William es, por supuesto, una molesta sonrisa altiva y orgullosa.

—¿Cómo? —pregunta, fingiendo que no escuchó—, no te escuché bien.

Ruedo los ojos ante el accionar infantil y decido ponerle seriedad al asunto; a fin de cuentas, la atrevida que quiso ir más lejos en las cuestiones sexuales el día de hoy, fui yo. Will se mantuvo todo serio y tenaz en sus intenciones de detenernos, pero yo insistí, así que ahora a correr con las consecuencias de mis actos.

Como es de esperarse, mi gesto con los ojos lo hace sonreír y yo tengo que aguantarme las ganas de hacerlo otra vez. William, sentado en la silla detrás de su escritorio, observa mis movimientos mientras voy a su encuentro. Mis intenciones están lejos de provocar otra sesión, pero es imposible no imaginar los posibles escenarios que podrían presentarse; a fin de cuentas, la única satisfecha en todo el embrollo anterior, fui yo. Supongo que Will logra leer mis pensamientos, porque en un instante, su sonrisa ladina hace acto de presencia y yo, como una mosca en la miel, solo puedo recordar que esa sonrisa precedió al mejor momento del día.

«Ashley, enfócate», pienso, pero ya es tarde.

—Parece que perder tus bragas, es la menor de tus preocupaciones ahora.

Trago saliva, porque sí, estaba pensando en que él no pudo satisfacer sus deseos y recuerdo muy bien que su miembro, estaba ansioso por encontrar su realización. Sin embargo, lo preocupante aquí está en la habilidad de William de leerme el pensamiento.

—Yo te guío —asegura Will, con un tono gutural.

Con una mano acaricia mi cabeza y con la otra, saca su miembro de sus calzoncillos. Me quedo mirando su grandiosa erección y humedezco mis labios ante la expectativa de saborear una parte de él, cómo antes hizo conmigo. Toma mi mano y la lleva hasta su pene, me guía cómo sostenerlo y comienza a mover arriba y abajo, cubriendo mi mano con la suya. La piel suave y aterciopelada, cede ante nuestros movimientos y se me hace agua la boca al imaginar que debo chupar con fuerza para hacerlo explotar dentro de mi boca.

Me deja sola y echa su cabeza hacia atrás, relajando su cuerpo sobre la silla y disfrutando de cada maniobra. Me atrevo un poco y acerco mi boca a la cabeza de su pene, dispuesta a probarlo. Solo alcanzo a lamerlo con lentitud con mi lengua y Will se estremece, acompañado de un sensual ruido gutural que sale desde muy dentro.

Sin embargo, cuando pretendo abrir mi boca y llevar su miembro lo más dentro que pueda, el teléfono de la oficina suena sobre su escritorio y se rompe el momento.

—Mierda… —se queja y da un golpe con su puño sobre el reposabrazos de su silla.

Yo me quedo en el lugar, esperando a que él decida qué hacer. Me dan ganas de reí al ver la frustración en su rostro, pero me aguanto. Con su miembro en mi mano, lo observo, a la espera de lo que hará. Will respira entre dientes y el timbre molesto de su teléfono continúa escuchándose, como un constante recordatorio de que es hora de regresar al trabajo. No obstante, cuando deja de sonar y se escucha el pitido para dar paso al contestador automático, nos mantenemos a la espera.

—Will, amigo, te tengo una mala noticia. —William se tensa y con cuidado, quita mi mano de su miembro y me ayuda a levantarme. El silencio del otro lado de la línea es preocupante—. Tomás murió.

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