¡Se busca un millonario! romance Capítulo 94

POV: William.

«Tomás murió».

Ese instante en el que escuchamos algo que a la primera no queremos entender, pero que muy dentro no podemos negar que ya sabemos que es cierto. Así me siento. Entre la necesidad de creer que acabo de escuchar mal y la cruda realidad, no sé cómo reaccionar a esta frialdad que me llena el pecho de pronto, al escuchar la pésima noticia. Tomás y yo éramos amigos, tal vez nuestra amistad no estaba tan compenetrada como mi relación con Blake Green o Larry Grant, pero era un integrante más de nuestro grupo e igual de importante; un amigo con quien se podía contar hasta con los ojos cerrados y aunque el tiempo y nuestras profesiones nos hicieran mantenernos alejados. En todos esos momentos vergonzosos que recuerdo haber vivido con nuestro grupo de amigos, siempre la presencia de Tomás se hacía notar y es que, a la vista estaba que le gustaba vivir su vida loca. De hecho, lo último que vivimos juntos fue esa noche fatídica en el VICE Club, que terminamos presos todos por pelearnos y, precisamente, la situación había llegado a ese punto por las locuras de Tomás de traer strippers a la despedida de soltero de Blake.

No tengo más detalles de lo sucedido, pero no puedo dejar de pensar en que podría ser un malentendido. Tenía claro que él estaba siendo investigado por algunas cuestiones y no sé si su muerte tendrá algo que ver con eso, pero la verdad es que ahora no salgo del shock.

—¿Will? —La voz de Ashley me saca del trance en el que estoy y alzo mi mirada, para encontrarme con sus ojos marrones entristecidos.

—¿Mmh? —Me sale un ruido extraño a modo de asentimiento a su pregunta, lo que provoca que su expresión triste se acentúe.

Ella suspira, ante mi mirada perdida, da un paso más cerca y pone sus manos sobre mis hombros.

—¿Estás bien? —su pregunta me hace estremecer, pero asiento—. ¿Era tu amigo?

—Tomás era…era nuestro amigo —explico, atrayendo a Ashley entre mis brazos para encontrar las fuerzas para hablar de él—. Blake, Larry, Oliver, Kenny, Felipe, Tomás y yo. Siempre juntos, hasta que cada uno siguió su camino y pasamos, de vernos cada día, a llamarnos esporádicamente.

—¿Él estuvo en la despedida de soltero? —Asiento otra vez y sonrío, sin poder evitarlo, recordando la expresión de Blake al ver el desmadre que inició Tomás.

Ashley nota mi sonrisa y se interesa por saber qué sucedió; le cuento todo y mientras lo hago, siento nostalgia, porque ya esos momentos fastidiosos y a la vez ocurrentes, no serán lo mismo sin él.

—¿Fue Blake quién llamó? —pregunta, pasando su mano por mi mejilla, en una caricia suave.

—Sí. Y creo que debo regresarle la llamada, para saber al menos los detalles de lo sucedido —murmuro, abrazado a Ash, como si ella fuera mi ancla en este momento difícil.

—Estaré aquí contigo —declara y me dan unas ganas tremendas de aferrarme más fuerte a ella.

Con mi mano temblorosa tomo el teléfono y devuelvo la llamada a Blake. Me siento en mi silla, porque no creo que pueda sostenerme en pie por más tiempo. Mi amigo responde al segundo tono y vuelvo a sentir esa dolorosa sensación cuando me confirma una vez más la noticia. No nos extendemos mucho, no es momento para andarnos molestando como hacemos siempre o preguntando sobre su reconciliación con Amelia. Solo quedamos de asistir al funeral y vernos allí, para darle una última despedida a nuestro amigo.

De lo que sucede después, poco soy consciente. Sé que llamo a Mauro para que aliste mi avión y prepare el vuelo a New York urgente. Lo poco que me quedaba pendiente por llevar al día vuelve a ser pospuesto y encargo a Ashley para que se ocupe ella misma de ubicar las citas para la próxima semana. Planifico algunas cuestiones rápidas con Margot para que dirija el lugar mientras yo no estoy y cerca de las tres de la tarde, vamos saliendo del edificio. Ash me acompaña y esta vez ni siquiera tenemos en cuenta que debe haber decenas de reporteros esperando por nosotros, solamente caminamos con paso rápido y evadimos a todo el que se nos atraviesa con tal de buscar una exclusiva. Cuando logramos subir al auto, suspiro y paso mi mano por mi rostro, para aliviar el estrés que voy sintiendo. Siento la mano de Ashley cubrir la mía y la acepto, entrecruzo nuestros dedos y viajamos así todo el camino hasta mi apartamento.

—Will, yo no puedo ir contigo —dice Ash, luego de unos minutos en silencio.

La observo, porque casualmente era algo que estaba pensando, el hecho de que ella no podrá acompañarme.

—Te amo, Will.

Su voz suena suave y dulce. Un pinchazo de felicidad se alberga en mi corazón al escucharla. No nos miramos a los ojos, nos mantenemos uno al lado del otro, abrazados, sintiéndonos.

—Te amo, Ash.

(…)

—Ricardo, solo te pido que me la cuides. Por favor, espero que nada suceda en mi ausencia.

—Se lo prometo, señor. Nada le sucederá a Ashley mientras yo esté con ella.

Me despido de Ricardo con un asentimiento y subo las escalerillas del avión. De espaldas a mi ciudad, no dejo de pensar que no debo salir de aquí, que no debo dejarla sola; pero mi amistad con Tomás me llama y debo despedirme de él una última vez. Regresar a New York no es lo que quisiera, siendo que mi último viaje no resultó cómo debía. Sin embargo, aquí estoy, dispuesto a pasar unas largas horas con tal de cumplir con mi deber; aunque la desesperación por volver sea un sentimiento que nunca antes haya experimentado en estos niveles.

No quise que Ash viniera conmigo al hangar, preferí dejarla en su apartamento, tranquila, donde yo sé que ella estará bien y sin exponerse a lo que sea que hay en el ambiente. Puedo sonar paranoico, pero no puedo evitarlo. Estando lejos mis peores miedos toman forma y me frustra demasiado imaginar que algo pasa en mi ausencia. Nunca antes mi autocontrol estuvo tan descompuesto como ahora y me aterra que esté, inconscientemente, previendo algo que puede suceder.

Sentado en el asiento de cuero, mirando por la ventanilla, nunca he estado tan incómodo como ahora. Trato de relajarme y le pido a la azafata que me sirva un whisky, algo que me haga superar estas horas sin enloquecerme. Con el vaso de cristal en mi mano degusto el whisky, pero, aunque no me sabe igual, intento mantenerme tranquilo. Es un viaje bastante largo y tengo que mentalizarme, o acabaré vuelto loco por tantas paranoias.

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