POV: Ashley.
Me congelo en el lugar sin poder evitarlo. Ver a esta maldita mujer, mentirosa y arpía, frente a mí, no me permite reaccionar cómo debería. Como prácticamente nos chocamos, tengo que dar un paso atrás para prevenir una caída. En el mismo instante que ella se da cuenta que soy yo, una sonrisa malintencionada se forma en su rostro. Alza una ceja mientras detalla cada centímetro de mi cuerpo y lleva un dedo a su barbilla, para ponerle más intención a su actitud prepotente.
—Miren…la pobretona oportunista anda aprovechándose de los pocos días que le quedan de glamour —exclama, con voz alta y llamando la atención de todos a nuestro alrededor.
Conforme ella dice eso, Steph se mueve a mi lado, dispuesta a darle la respuesta que lleva. Sin embargo, soy consciente de que estamos en medio de la calle y que la prensa, estos días, juega a su favor. La detengo y el gesto no pasa desapercibido para Vivianne, que fija sus ojos ahora en mi amiga y sonríe irónica.
—Si hasta tienes una perra de pelea que sale en tu defensa, típico de tipas barrioteras como tú.
—Aquí la única perra desgraciada eres tú —interviene Steph sin que yo pueda detenerla—. ¿Por qué no te concentras en buscarte una vida y dejas a los demás seguir a lo suyo? ¿O es que ni siquiera el falso mundo en el que te mueves, conforma a la infeliz fracasada que llevas dentro?
Su actitud fina y elegante se le deshace cuando nos observa con verdadero odio. La mirada enturbiada que nos dirige, es una prueba de que con esta mujer hay que tener mucho cuidado. Aunque no es algo que yo quiera demostrar delante de ella, hay un toque detrás de todo esto que no me da buena espina. Sus manos forman puños, los que abre y cierra sin parar, como si fuera un tic nervioso que necesita realizar.
—Ustedes no saben quién yo soy, no saben con quién se meten —declara, con los ojos llameantes de rabia y la nariz aleteando con respiraciones fuertes. Se enfoca en mí y habla entre dientes—. Tú no vas a quitarme lo que es mío. Una pobretona como tú no tiene ninguna oportunidad con alguien como William. Estoy segura que él solo te está usando hasta que encuentre alguien mejor.
—¿Y se supone que esa serías tú? —Steph vuelve a la carga y no puede obviar su tono irónico en su pregunta retórica.
Yo, por mi parte, ardo en deseos de darme el gusto y darle lo que lleva, que sería una buena cachetada por infame y mala mujer, pero Will no está en la ciudad y no puedo permitir que esto vaya más lejos en su ausencia. No obstante, mi parte más molesta sale a relucir y no pretendo irme de aquí sin antes desahogarme por todo lo que ha hecho con nuestras vidas en los últimos días.
—Fíjate bien lo que te voy a decir —digo, con un susurro bajo y ronco, mientras doy un paso al frente, más cerca de ella—. No sé quién carajos tú creas que yo soy, pero te equivocaste conmigo. No pretendo quedarme de brazos cruzados mientras tú esparces tu mierda por todos lados, piensas que tienes las de ganar, pero solo te estás llevando por el camino que no te corresponde. Puedes inventar cuanto quieras, decir de mí lo que te parezca, porque no me importa lo que gente como tú, podrida por dentro, pueda pensar de mí. Soy pobre, sí. Llevo toda mi vida luchando para sobrevivir y hoy, que la vida me entrega todo eso que tanto he ansiado, no me rendiré con tal de satisfacer tus caprichos de pobre redimida y negada. William y yo somos felices, no te inventes mentiras que a larga solo te explotarán en la cara, no tengas tan poca moral y respétate un poco para que alguien considere al menos, corresponderte.
—¿Qué haces? Suéltame —exige Vivianne, gritando y llamando la atención de todos—. No me toques, sucio igualado.
Es tanto el alboroto que comienza a formarse a nuestro alrededor, que le pido a Ricardo que la suelte para evitar más confusión. En el mismo instante que lo hace, Vivianne murmura unas palabras que no alcanzo a escuchar, tampoco prevemos su próximo movimiento. Con demasiada rapidez me toma del brazo y me jala, arrastrándome hasta el borde de la acera. No era algo que esperábamos y por supuesto, ninguno de nosotros estaba preparado para reaccionar en el momento, ni siquiera Ricardo. La fuerza es excesiva para una mujer menuda como ella, porque logra empujarme hacia la avenida más transitada sin que yo pueda impedirlo. Cuando caigo de rodillas en el asfalto y escucho el sonido múltiple de diferentes cláxones resonar en mis oídos, el terror me oprime el pecho y no confío en que pueda salir de esta. Como si fuera a cámara lenta, levanto mi mirada y un auto oscuro viene directo hacia mí. Escucho el grito desgarrado de Steph y la voz ronca de Ricardo, pero de fondo, justo antes de que la carrocería negra impacte contra mi lado izquierdo y me lance al menos a un metro de mi posición, la risa sádica de Vivianne hace eco en mis oídos.
Lo último que pienso, antes de verlo todo negro, es que Will no está aquí conmigo y que Vivianne tendrá razón.
«Al final, no estaremos juntos».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!