POV: Ashley.
Intento abrir los ojos, pero un dolor sordo no me lo permite. Siento como si montones de agujas penetraran en mis sienes y no puedo evitar un gemido adolorido, que llama la atención de alguien a mi lado.
—¿Ash? —Escucho la voz de Steph, pero es tanta la molestia, que me parece como si me estuviera gritando en el mismo oído.
Levanto mis manos con la intención de rodear mi cabeza con ellas, pero Steph me detiene y me pide que no lo haga; el pinchazo doloroso que siento en mi mano es instantáneo.
—Shh, tranquila, quédate tranquila —susurra, mientras sostiene mi brazo y lo acomoda otra vez sobre la cama.
Vuelve a molestarme su voz, pero ahora no la escucho tan alto como hace un segundo atrás. De hecho, mis ojos duelen menos y no me pesan tanto. Como puedo y sin forzarme, intento abrirlos otra vez. Manchas blancas y negras se van formando frente a mis ojos, impidiendo mi visión; pero cuando logro enfocar del todo, veo a una Steph con los ojos inflamados y las mejillas enrojecidas, mirándome con expectativa.
—Me alegra que ya estés de vuelta, me estabas preocupando —dice y me sonríe dulcemente.
Frunzo el ceño y ese mínimo movimiento, me estremece. Intento mover mi cabeza a un lado, pero la sensación de que mi cerebro se mueve dentro, no se me quita. Chillo, sin poder evitarlo, porque no hay nada más molesto que no encontrar acomodo para superar el dolor. Steph se acerca con una expresión compungida, pero ella no puede hacer nada para aliviar estas horribles sensaciones.
—¿Qué…qué pasó? —pregunto y carraspeo, cuando siento que de mi garganta seca no saldrán las palabras con facilidad.
—¿Quieres agua? —pregunta Steph.
—S…sí —murmuro, cuando me doy cuenta que asentir, es otra cosa que no puedo hacer.
Mi amiga se aleja unos pasos y regresa con un vaso de agua en la mano, acompañado de un absorbente que me facilita la acción. Tomo unos pocos sorbos y siento un pequeño alivio, pero no bebo mucho por miedo a que sea demasiado.
—¿Ya? ¿Así está bien? —susurra Steph, atenta.
Vuelvo a asentir y esta vez, el dolor es un poco más asequible. Al parecer, a medida que mi cuerpo reacciona, las molestias disminuyen.
—Bueno, voy a buscar a la enfermera para que llame al médico y lo ponga al tanto
—Steph…
—Dame solo unos segundos, Ash, por favor, quédate tranquila.
Sale antes de que pueda pedirle que se detenga. Le hice una pregunta y no la respondió. Quiero saber qué pasó luego de lo que la loca de Vivianne me hizo. Lo último que recuerdo, es el dolor en mis rodillas al caer sobre el asfalto y el impacto del auto, segundos después. Luego, todo fue negro.
Quiero saber si esa loca pagará por lo que hizo, por lo que casi provoca. Además, saber sobre William y si ya está enterado; no verlo aquí me produce sentimientos encontrados. Alivio, al considerar que no sepa nada. Culpa, porque de estar lejos y ser consciente de lo que sucedió en su ausencia, debe estar al borde de la locura.
No pasa ni un minuto, cuando Steph entra, seguida del doctor Bing y una enfermera. Al verme despierta, el doctor suspira aliviado y eso me causa un poco de impresión. «¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que me desmayé?». Vuelvo a mirar el rostro de Steph y su expresión no puede ser peor; frunzo el ceño.
—Señorita Ashley, me complace que haya despertado. Ahora le haré un examen clínico, para asegurarnos que todo está bien.
Asiento, no me da tiempo a nada más, cuando comienzan a revisarme y hacerme montón de preguntas. Estoy un poco impresionada por tanta preocupación; las preguntas, todas están dirigidas a mis recuerdos y a la información personal. Tal parece, que buscan confirmar que no quedan lagunas de lo sucedido. Cuando terminan, el médico me explica que estuve dos horas sin despertar y que eso les había preocupado, por miedo a que hubiera sufrido algún traumatismo interno a partir del golpe en la cabeza por el impacto del auto. Me explica que tuve suerte porque el chofer del auto reaccionó a tiempo y pudo disminuir la velocidad, en caso contrario, las consecuencias hubieran sido catastróficas. Un estremecimiento me recorre cuando escucho esas palabras. Pienso en mi familia al completo y en todo lo que hubiera provocado un accidente peor.
Con el pensamiento, traigo a mi madre, quien entra a la habitación donde estamos como un vendaval, con sus ojos enrojecidos y muy abiertos. Al verme despierta, llora con alivio y susurra palabras ininteligibles, hasta llegar a mi lado y tirarse sobre mí. Me duele un poco el hombro cuando su peso se establece sobre mí, pero no digo nada. Alzo mis brazos y rodeo su menudo cuerpo con ellos, aunque el mínimo movimiento me hace querer gritar.
—Mi niña, mi niña… —repite una y otra vez con voz entrecortada.
—Mami…estoy bien —susurro, para tranquilizarla, ella no puede ponerse tan mal, puede ser perjudicial en su estado.
(…)
Abro los ojos y todo está oscuro. Esta vez, despertar no es tan complicado, aunque todavía siento los retazos de un dolor de cabeza.
Con mi cabeza apoyada en la almohada y sin moverme, miro el techo. Me preparo mentalmente para, al menos, intentar sentarme en la cama. Tomo una respiración profunda y, cuando pretendo levantarme, resulta que no me cuesta tanto y termino de acomodarme. El ruido mínimo que hace la cama con mi movimiento, llama la atención de alguien que no había notado. Esa persona, que está sentada sobre una de las butacas, duerme profundamente y solo le alcanza la reacción para amoldar su cuerpo en una nueva posición.
«William». Susurro y una alegría infinita llena mi cuerpo.
Mis manos cosquillean con las ganas de tocarlo y abro mi boca varias veces con la intención de llamar su atención. Al final, termino con la boca cerrada y observándolo dormir. Entiendo que deben hacer pasado horas si él está aquí y, si se quedó dormido es porque pudo descansar muy poco o nada en su viaje de regreso. Conociéndolo, la preocupación debe haber sido estresante.
Lo observo relajado, con su cabeza recostada al respaldo de la butaca y su boca ligeramente entreabierta, por la posición inclinada hacia atrás. Sus manos descansan, una sosteniendo su mejilla y apoyada sobre el reposabrazos y la otra, caída sobre una de sus piernas. Me dan ganas de ir a su encuentro y acurrucarme sobre él, para sentir otra vez que estoy segura entre sus brazos. Desearía, también, que al despertar se acostara a mi lado y me abrazara, dándome el calor que necesita mi cuerpo para recuperarse.
Mis pensamientos me hacen suspirar y esta vez, su estado alarmado logra despertarlo.
—¿Ash? —Abre los ojos y se incorpora con rapidez, con un salto ya está a mi lado—. Mi amor, ¿estás bien?
Toma mis manos entre las suyas y al instante, se sienta sobre la cama, a mi lado. Las lleva hasta su boca y deposita cientos de besos pequeños y rápidos. Con cada nuevo contacto, susurra palabras que no logro entender del todo, aunque creo suponer que son una variación de “te amo”, “te extrañé” y “estaba demasiado preocupado”. Lo dejo hacer, porque entiendo que esa es su forma de aliviar la preocupación que sintió al estar demasiado lejos de mí. Cuando siente que fue suficiente, lleva sus manos a mi rostro, para rodearlo y darme un beso digno de un premio de consolación. Su boca es como un bálsamo para todos mis malestares y debo confesar que, en sus labios, todo se siente menos complicado. Las sensaciones son tan fuertes y tan refrescantes, que por unos maravillosos segundos me olvido dónde estoy y porqué.
—Nunca más te dejaré sola, amor. Creo que no superaría, otra vez, tantas horas con esta incertidumbre.
Suspiro entre sus brazos. Quisiera decirle que todo está bien, que nada más sucederá. Pero ni él ni yo, tenemos la seguridad de que nuestros anhelos puedan ser cumplidos.
Solo nos resta, estar juntos y luchar contra todo.
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