¡Se busca un millonario! romance Capítulo 99

POV: William.

Ese sentimiento horrible, que solo se siente cuando el miedo atenaza, casi me vuelve loco.

La desesperación que sentí fue tanta, que no podía dejar de comerme las uñas mientras el tiempo avanzaba y yo seguía lejos. Tal vez no hubo tanta demora, tal vez mis ansias me hicieron creer que llegaría demasiado tarde. Pero ya estoy aquí, abrazado a la mujer que amo con mi vida y que me dio el peor susto que hubiera podido recibir.

—Siento todo esto, Will, de verdad.

Me separo y la miro a los ojos, con el ceño fruncido. Lo que me muestra su mirada es tan intenso, que un estremecimiento me recorre.

—No tengo nada que disculpar, Ashley. Tú no tuviste la culpa de nada.

—Pero yo salí, sabiendo lo que esa loca fue capaz de hacerte aquella noche en el bar. No debía…

—No digas más, por favor —la interrumpo, con una mezcla de emociones arremolinándose en mi pecho. Pongo un poco de carácter porque quiero que entienda—. No vuelvas a decir algo como eso. Tú eres libre de caminar por la ciudad, de hacer lo que se te venga en gana. Nadie sabía que Vivianne haría algo así, que se atrevería a tanto.

Mi cuerpo tiembla de rabia y tengo que alejarme de Ashley para que no sienta mi malestar y termine siendo peor para ella. Camino de un lado a otro, haciendo prácticamente un surco en el piso al lado de la cama. Mis manos se cierran en puños cuando no dejo de pensar en lo que pudo haber sucedido por culpa de esa perra falsa y descarada. Siento la mirada de Ash sobre mí, pero, aunque intento controlarme, la furia que corroe mis venas no me deja hacerlo.

—Will…

—Dame solo un segundo, por favor —pido, para intentar calmarme.

Cierro los ojos y me quedo en el lugar. Respiro profundo y cuento las inhalaciones, para dominar mi mal genio. Mi mujer no tiene culpas de nada y debe estar preocupada y asustada por mi cambio de humor. Con eso en mente, logro relajar un poco las sensaciones y abro los puños, luego los ojos. Y la veo ahí. Con su mirada entristecida y mordiendo su labio, con nervios. Una culpabilidad pesada se establece en mis hombros y suspiro, antes de acercarme a ella y pedirle disculpas.

—Lo siento, se me fue de las manos. Pero solo de saber que te pudo suceder algo, que estás aquí por la obsesión compulsiva de alguien de mi pasado, me hace querer arremeter contra algo, con tal de evitar una tragedia peor.

Ashley abre mucho los ojos ante mi afirmación. Mis palabras son duras, pero son la realidad de lo que siento ahora mismo. Ganas de ahorcar a Vivianne con mis propias manos, por atrevida y equivocada. Y si a Ashley le hubiera sucedido algo peor, creo que no respondería de mí si la tuviera delante. Tengo claro que debo controlarme, no puedo dejar que el odio que siento hacia esa mujer del demonio, me nuble los sentidos y termine cometiendo una locura. Pero una cosa es meterse conmigo y otra muy distinta, hacerlo con la mujer amo.

«Por Dios, pudo haberla matado». Gimo, con desesperación y un dolor agonizante cubriendo todo mi cuerpo.

—Lo sé —susurra Ashley y me doy cuenta que, lo que suponía era solo un pensamiento, fueron palabras claras—. Es lo que más he pensado desde que desperté.

—Lo siento tanto —susurro, con voz ahogada ante el nudo que tengo en el medio de la garganta. Rodeo a Ashley con mis brazos y la cubro por completo, necesito sentirla aquí, donde es su lugar—. Te amo tanto, mi preciosa. Sentí que no respiraba.

La beso. Con una mezcla de suavidad y necesidad. De furia marcada con dolor.

Ashley es mi todo y perderla, sería mi perdición.

Tenemos tanto por vivir. Tanto por aprender el uno del otro. Tanto que demostrarnos.

—Te amo, mi amor —susurra y luego nos quedamos en silencio, escuchando solo nuestros latidos. Hasta que Ashley vuelve a hablar—: Lo último en lo que pensé, fue en tu nombre.

Me quedo helado. Solo alcanzo a cerrar los ojos y escuchar su voz deformada, mientras mis labios se apoyan con necesidad sobre su frente.

—Pensé que ella ganaría —continúa hablando y con cada nueva palabra, me parece sentir que mi alma cae a mis pies—. Porque si algo me sucedía en ese momento, tú no estabas conmigo. Si en esos instantes, la muerte decidía darme la bienvenida, me hubiera ido de este mundo condenada a extrañarte por toda la eternidad.

—Por favor, no…

—Ella fue cruel, con sus palabras. A pesar de que supimos ponerla en su lugar, dijo algo que resonaría hasta el mismo inicio del supuesto fin. —Hace una pausa y cierra sus ojos. Se pierde en sus pensamientos, nada agradables por la mueca que se forma en su rostro—. Que tú y yo no estaríamos juntos, al final de todo.

—Es más que eso, Ashley es más que mi alma —declara—, es mi vida entera. Yo he pasado estos años sabiendo que pronto llegaría mi fin. La enfermedad que padezco no es de las que se rinden tan fácil y créeme, el dolor es peor cuando sabes que abandonarás el mundo dejando a las dos personitas que te lo han dado todo.

Hace una pausa y mi corazón se contrae ante lo que me dice. Me está hablando con todos sus miedos expuestos y el pecho abierto a la realidad.

—Ashley, desde que entendió cuál era la vida que yo llevaba, decidió encargarse de todo. Por un tiempo quise tapar el sol con un dedo y fingir que podía con todo, aunque imaginaba que, si mi cuerpo fallaba, era porque me quedaba poco. Cuando se descubrió lo del cáncer, fui consciente de lo poco que vale la vida, si la muerte está al acecho; pero ella no quiso aceptarlo. No quiso pensar ni entender que, algún día, abandonaría esta tierra y descansaría en paz de todo lo que en vida sufrí. Solo mis hijos fueron mi redención. Mi fuerza mayor para sobrevivir, para tener fe.

Ashley se remueve en sueños y su madre hace silencio, hasta que se da cuenta que no despertará aún. Yo quedo atento a sus palabras, porque presiento que me dirá algo importante.

—Si te dije antes que ella era mi vida, es porque tuve una razón para así creerlo. Gracias a Ashley yo estoy aquí hoy. —Se queda pensativa, pero no dice nada más—. Amo a mis hijos por igual, Chris es el hombre de mi vida, el único que amaré hasta el día en que me muera. Y Ashley, ella se ha sacrificado tanto por mí, que lo menos que puedo hacer es luchar contra la muerte para acompañarla por muchos años más.

No dice nada más y yo siento, que no existe algo lo suficientemente importante o a la altura, para intervenir. El silencio es espeso, pero no incómodo. Nos quedamos ambos mirando a Ashley, cada uno lo hace por diferentes motivos, pero al final, no distan mucho.

Ashley es el mundo para su madre, la razón por la que se levanta cada día dispuesta a luchar contra una enfermedad que la atosiga, que la agota. La fe es grande y el agradecimiento, lo es más. Amor del puro, sin ambiciones, sin pretextos.

Por mi parte, observo a la mujer que me hizo creer otra vez en el amor, la que me demostró con creces que, en el mundo, quedan personas humildes y sacrificadas que el dinero, la ambición y la envidia, no las corrompe. Ella es mi alma gemela, esa persona que, con solo mirarla, alumbró mi vida y me dio motivos para amarla. La que, sin quererlo siquiera, sin proponérselo, me cautivó tanto que aprendí a amarla desde la distancia. La mujer de mi vida y con la que quiero disfrutar el resto del tiempo que nos queda en este mundo.

Definitivamente, mientras observo a la culpable de mis suspiros, pienso en el próximo paso a seguir.

Y no tengo dudas de cuál es.

—Clarisse, necesito hacerle una petición.

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