Maurino llegó a eso de las siete de la noche.
Los platillos ya estaban siendo servidos uno tras otro.
Al oír los pasos fuera del restaurante, Violeta sintió un nerviosismo inesperado y apretó el dobladillo de su ropa con fuerza.
Al instante siguiente, la puerta del lugar se abrió.
Al encontrarse con la mirada profunda y aguda de Maurino, Violeta desvió la vista, sin entender bien su propio temor.
Lucrecia se adelantó hasta la entrada y tomó del brazo a Maurino, "¿Por qué llegas tan tarde? Violeta y yo te hemos estado esperando una eternidad."
El aire acondicionado estaba encendido en el salón y Lucrecia, como una esposa ejemplar, le quitó el abrigo y lo colgó en el perchero cercano. La interacción entre ellos era la de una pareja amorosa con muchos años de convivencia.
Maurino llevaba una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados, debajo de la cual se perfilaba un cuerpo musculoso y vigoroso. Su figura era envidiable; parecía delgado con ropa, pero tenía músculos definidos sin ella y cualquier prenda le quedaba perfecta, como si fuera un modelo de pasarela capaz de eclipsar a cualquier modelo internacional. Y ese rostro, no había mujer que no se sintiera atraída por él, además era el presidente del Grupo Paz.
Lucrecia se sentó en el centro y le pasó a Maurino un par de cubiertos, "Invité a Violeta sin consultarte, ¿no te molesta, verdad?"
La voz grave de Maurino resonó, "No. ¿Cómo te fue en el médico hoy?"
Lucrecia sonrió y respondió, "No te preocupes, el médico dijo que todo está bien. Estoy planeando prepararnos para tener un hijo, así que tú también tienes que acompañarme en esto, por eso no te voy a servir vino."
Prepararse para tener un hijo.
De repente, Violeta derramó su bebida y se levantó rápidamente.
Lucrecia sacó rápidamente unas servilletas y comenzó a limpiar la ropa de Violeta, "Ay, mi cielo, ¿cómo pudiste ser tan descuidada? Ven, te llevaré al baño para que te laves."
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