Secreto de amor romance Capítulo 30

—¿Quién crees que es? —preguntó y ambos se miraron fijo durante un momento hasta que Norberto volvió a preguntar—: ¿Qué sucede? ¿Estás decepcionado de que no haya sido ella?

Ambos sabían muy bien a quién se refería en ese momento Norberto.

—¿Quién está decepcionado? —dijo Alejandro—. ¿Por qué debería estarlo? Ella puede hacer lo que quiera.

—¿Estás seguro? —comentó con una ceja levantada—. Como no te importa este asunto, entonces no diré nada más.

Y así fue, no habló más y Alejandro frunció el ceño al mismo tiempo que lo miraba molesto.

—Solo di lo que sabes. ¿Por qué tanto misterio?

—¿Yo, misterioso? —dijo sorprendido—. Creí que ya no querías saber nada más y que estabas cansado de escuchar sobre ella, así que dejé de hablar. ¿No es así? ¿Ahora sí quieres saber?

Alejandro estaba boquiabierto. «¡D*monios! ¿Por qué soy su amigo?». No quería continuar conversando con Norberto, así que se destapó, se colocó los zapatos y se levantó de la cama; se movía con agresividad y tenía desfigurado el rostro. Cuando terminó de arreglarse, Waldo ingresó a la habitación. Al verlo despierto, lo saludó y le contó lo preocupada que estaba Claudia cuando fue a buscarlo anoche. Al escuchar el nombre de la mujer, Alejandro cambió la expresión.

—Ale, Claudia acaba de llamar para saber cómo te encuentras; me dijo que le avisara cuando te despertaras porque estaba muy preocupada.

—Claro —contestó y sacó su teléfono, pero al ver el historial, se le desfiguró el rostro por las tres llamadas a Victoria—. ¿La llamaron o ella me llamó a mí?

—¿De quién hablas? —Waldo observó la pantalla del teléfono y comprendió a quién se refería—. Ah, Victoria. Norberto la llamó y le dijo que estabas ebrio.

Al escucharlo, miró a su amigo, quien sonreía, pero no decía nada. Waldo y Norberto tenían personalidades muy distintas. Waldo era el tipo de hombre que contaba todo sin que siquiera se lo pidieran. Por eso, aunque Alejandro no se lo preguntara, él le dijo todo.

—Ale, no quiero generar conflicto entre ustedes, pero creo que Victoria se ha excedido. Estabas muy ebrio y Norberto la llamó, pero ella nunca fue. Por otro lado, Claudia estaba muy ansiosa luego de llamarla para decirle cómo te encontrabas y fue de inmediato.

Waldo creyó que Alejandro se alegraría al escucharlo, pero el hombre frunció los labios y demostró con su expresión que no estaba contento.

—¿Q-qué sucede?

—Nada —contestó con indiferencia.

—Bueno. —Waldo se rascó la cabeza, confundido—. Compré el desayuno; ¿quieren comer?

—Puedes ir tú —respondió Alejandro.

En ese momento, no tenía apetito y se sentía frustrado por el comportamiento de Victoria. Por eso, Waldo le preguntó lo mismo a Norberto, pero su amigo le contestó al igual que Alejandro, lo que confundió aún más al joven.

—¿Por qué actúan así de extraño tan temprano? —comentó antes de cerrar la puerta.

Cuando la habitación volvió a estar en silencio, Alejandro se sintió aún peor; tenía la corbata desarreglada y se la sacó. Mientras, Norberto lo miraba y estaba de pie a un lado.

—¿Ya tomaste una decisión? —preguntó Sabrina.

Estaba preocupada por Victoria y no esperaba recibir buenas noticias ese día.

—Sí —contestó, sonriendo.

En ese momento, sentía que todo estaba bien, ya que había tomado la decisión. Cuando no sabía qué hacer, temía por lo que podía ocurrir con ella en el futuro, pero como ya se había decidido, descubrió que la situación era mucho más simple. Por ejemplo, en ese momento, ella sabía qué debía hacer a partir de ese día porque tenía un objetivo y debía trabajar mucho para lograrlo.

—Grandioso —dijo Sabrina, sonriendo mientras le sostenía la mano—. Victoria, estoy muy feliz por ti. Entonces, ¿has pensado en el nombre para tu bebé?

—¡Guau! ¿Ya debo pensar en eso con tanta antelación?

—¿Antelación? Si decides los nombres ahora, solo deberás escoger uno cuando el bebé nazca. Además, debes comprar una casa para criarlo, ¿no?

—Sí, quiero comprar una casa nueva cuando me divorcie, pero esa es mi idea inicial. Aún debo pensar cómo decírselo a mi familia, que está viviendo en el extranjero; si ellos aceptan mi embarazo, quizás pueda irme a vivir con ellos, pero…

Ella ya había pensado en ello y, si su familia no aceptaba a su hijo, debía comprar una casa en otra ciudad, lejos de Alejandro, para criar al bebé. Antes, nunca se había imaginado lo que era tener un hijo e incluso hubo ocasiones en las que pensó que aún no había madurado porque no comprendía del todo la situación. Sin embargo, había empezado a imaginar su vida con su hijo. Ese bebé podía ser una niña o un niño y había una gran diferencia entre ambos sexos y distintas maneras de criarlo, por lo que debía investigar e idear un plan.

—No te preocupes; la señora Selva te ama demasiado y estoy segura que te apoyará con tu decisión. Además, criar a un niño es divertido, ¿no?

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