Dentro del edificio Andrew me condujo por unos pasillos, hasta una habitación parecida a donde se encontraba el sensei, pero estaba no daba hacia el jardín estaba completamente cerrada y tenía colchonetas en el piso, había un saco de boxeo en una esquina y una pared estaba completamente cubierta de espejos.
Andrew se quitó los zapatos y entro dentro de la habitación y corrió otra puerta para entrar a otra pequeña estancia dentro de la misma, luego se giró hacia mí y me susurro
—Ven quítate los zapatos para entrar.
Hago lo que me ordena y lo sigo, cuando entro a la estancia está sentado en una silla, registrando un bolso deportivo, saca unas prendas de color negro y las coloca a su lado, luego me mira y me dice sonriendo.
—Vamos a divertirnos un rato.
Luego se levanta y se saca la franela que tiene puesta por sobre la cabeza y pasa justamente lo que dijo hacia un rato mi mirada se desvía hasta su torso definido, humedezco mis labios y dejo que mis ojos se deleiten con su belleza, luego veo como posa sus manos sobre la liga de su mono deportivo y tira de el hacia abajo, mostrando un short que le da justo sobre las rodillas, se desprende del mono, lo dobla y lo pone sobre la silla que ocupaba antes, luego se gira hacia mí y me susurra.
—Venga Asier, ¿en serio siempre que me veas sin camisa, vas a mirarme así? —dudo unos instantes, sin saber que decir mis ojos no se despegan de su cuerpo, por lo que él insiste— Asier.
Finalmente obligo a mis ojos a fijarse en su rostro y dejar atrás su torso, su mirada divertida me divierte pero no le respondo nada y el continua.
—¿Quieres cambiarte o te quedaras así? —lo miro extrañada.
—¿Cambiarme?
El asiente y me tiende la ropa que saco del bolso, lo abro y es un mono ancho muy suelto, es un uniforme para practicar algún arte marcial, lo veo dudando otra vez.
—Vas a sudar no sé qué tan cómoda te sientas con eso —vuelvo a mirar la ropa en mi mano y niego con la cabeza, se la tiendo y él se encoje de hombros luego continua— bien, comencemos —sale de la estancia y cierra la puerta tras nosotros—siéntate en esa esquina un momento.
Señalando una de las esquinas más alejadas de la habitación luego él ocupa el centro de la habitación mirando hacia la pared contraria donde están los espejos y hace el típico saludo que hacen los combatientes antes de empezar una pelea, luego se queda unos minutos con la cabeza gacha y se levanta.
Camina con decisión hasta donde me encuentro y me tiende su mano, estoy hechizada por el movimiento de su cuerpo, ver como cada musculo de su anatomía se tensa para permitirle caminar me tiene idiota, él sonríe nuevamente y tira de mi con fuerza para ponerme en pie, me toma de la cintura y me hace caminar hasta el saco de boxeo que está en la esquina contraria en donde me encontraba, saca del bolsillo de su short una cintas negras.
—Permíteme tus manos por favor.
Le tiendo mis manos y este las observa con detenimiento, luego las acaricia con las suyas y sonríe, mientras comienza a envolver mis manos con una de las cintas que saco de su bolsillo, mientras lo hace comienza.
—Estamos en mi sala de entrenamiento, aquí es donde yo entreno. Hana viene entrenar aquí a diario, dice que siente mi presencia en la estancia por lo que la motiva a esforzarse más, yo digo que es algo sentimentalista. Casi nadie entrena aquí, es una de las habitaciones más antiguas de la casa y este ha sido el cuarto que me ha visto evolucionar en las artes marciales y convertirme en lo que soy.
Paso por varias reformas, la última fue la más caótica de todas pero eso te lo contare otro día, de momento estoy colocándote estas cintas para que no lastimes tus manos cuando golpees el saco, que por cierto no tiene nada que ver con las artes marciales está aquí por puro capricho mío y porque me gusta drenar golpeando cosas y el sensei pensó que era más sano un saco de boxeo a herir o herirme combatiendo con alguien, cosa que hoy en día le agradezco.
Hace una pausa para contemplar su trabajo y sonríe luego comienza hacer lo mismo con sus manos, cosa que hace en silencio, luego me ve y levanta mis manos hacia el frente de mi cara, cierra mis puños con sus manos y las coloca como si fuera a pelearme con alguien y me susurra
—Nunca bajes la guardia, tus manos deben proteger tu rostro y tu pecho ¿de acuerdo?
Asiento sin dejar de mirarlo a los ojos un pasión brilla en estos, siento que adora lo que está haciendo, al parecer disfruta mucho de esto, camina hacia mi costado y toma mi cintura y la gira un poco para no quedar del todo de frente, una de sus piernas se mete entre las mías y sin apartar sus ojos de los míos empuja un poco indicándome que debo separarlas.
El gesto se me antoja íntimo, excitante, por lo que se me escapa un suspiro entre cortado y él sonríe con picardía, luego se pega a mi espalda y vuelve a justar mi guardia sin decir nada, sus manos se deslizan por mis brazos, y toma mis muñecas con fuerza pero sin hacerme daño y me susurra al oído, cosa que eriza todo mi cuerpo.
—Relájate, voy a enseñarte a golpear no quiero que te lastimes.
Mi cuerpo esta tenso con su cercanía, puedo sentir su respiración en mi cuello y parte de mi nuca, su pecho desnudo rosa mi espalda y hace que mi respiración se acelere, luego de unos instantes en esa posición con su brazo derecho hace un movimiento lento pero con seguridad hacia el frente, mis ojos están el suelo y me susurra.
—Levanta los ojos Asier, mira al espejo, necesito que veas como se hace.
Su voz suena ronca y hace que más escalofríos me recorran, lo escucho reír y poco a poco subo mis ojos hasta dar con el reflejo de nosotros en el espejo, está parado tras de mi sus fuertes y musculosas piernas están separadas imitando un poco mi posición de combate y su cuerpo se ve súper sexy en esa posición, vuelve a repetir el movimiento de su mano sobre la mía, pero esta vez un poco más rápido.
Luego con su otra mano sostiene mi otra muñeca y la coloca un poco más abajo mientras repite el movimiento con la otra a mayor velocidad, y susurra.
—Cuando vayas a golpear tu mano izquierda baja un poco para darte mayor cobertura y puedas protegerte en caso de que quieras atacar tu costado si intentan golpearte mientras atacas, si quieres cambiar de mano solo tienes que hacer lo inverso.
—¿Sabes que te ves hermosa cabreada verdad? —achico mis ojos al mirarlo y respondo de mala manera.
—¿Y sabias que tú eres un imbécil verdad? —el comienza a reír a carcajadas.
—Hagamos algo diferente, ¿qué dices? —lo miro dudosa.
—¿Qué, sentarnos a comer algo rico? —esta vez es el quien pone los ojos en blancos y niega con la cabeza.
—Ven y golpéame, donde quieras —mi cara de sorpresa es grande, pero él está sonriendo— Si golpeas normalmente como lo hiciste en tu casa no corro ningún peligro de salir lastimado, golpeas como niña.
El coraje e indignación que siento en ese instante es grande que arruga mi entrecejo, me pongo en guardia y me muevo a un lado como he visto que hacen en las pelis, quizás me vea ridícula pero se me antojo borrarle esa sonrisa suficiente de la cara, el vuelve a reír y levanta una ceja y me hace señas para que me acerque y se da un pequeño golpecito del lado derecho de la mandíbula, el muy imbécil se está burlando de ti, suena la vocecilla en mi cabeza, cosa que me hincha más de coraje, y le susurro con mi voz cargada de veneno.
—Borrare esa sonrisa arrogante de tu hermoso rostro imbécil —la suelta una risotada.
—¿En serio? eso quiero verlo.
En cuanto termina la frase estoy muy cerca de él, enviando mi puño hasta su cara, que es detenido en un rápido movimiento de sus manos y con la misma velocidad sostiene la mano que envié hacia su cara detrás en mi espalda y con la otra sostiene mi mano a un costado, ambas están empuñadas por el coraje que siento.
En mi cabeza solo escucho a la vocecilla gritarle una y otra vez imbécil, eres un maldito imbécil. En ese momento tira de mi hacia él y siento como nuestros cuerpos chocan con delicadeza, siento como se inclina hacia mí y mueve su cabeza hacia mi cuello donde inhala cerca de mi oreja y deja escapar el aire por su boca, erizando hasta el último vello de mi cuerpo, reacción que no pasa desapercibida, luego rosa su nariz con la piel de mi cuello y allí me susurra.
—¿Y eso que fue?
Luego deposita un cálido beso en mi cuello y rosa nuevamente la línea de mi mandíbula con su nariz, se separa de mí y da un pequeño empujón liberando mis manos y apartándome de él, cuando me giro tiene esa sonrisa diabólica en su rostro, está disfrutando muchísimo de esto puedo verlo.
Yo estoy furiosa con su actitud, este Andrew no me gusta, es arrogante, atorrante y molesto. Vuelvo a levantar mi guardia y el eleva una ceja, sonríe y comienza a caminar a mi alrededor sin apartar sus ojos de mí, en un rápido movimiento que no soy ni consciente que realiza, vuelvo a tenerlo muy cerca de mí con su puño a unos cuantos centímetros de mi estómago y allí dice.
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