Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 11

Haber disfrutado de este concierto junto a ella ha sido algo espectacular, y si bien había miles de personas en ese estadio, para mi solo estábamos ella y yo. Jordana por supuesto se ha puesto a sociabilizar con todas las fans y a sacarse fotos y no sé cuantas cosas más obligándome a regresar solo al backstage para esperar poder saludar a mi amigo y felicitarlo por el increíble concierto que dio. Al llegar al camerino que sé que lo puedo esperar, me recuesto sobre el sofá para descansar un poco los pies, cierro mis ojos, y dejo que mi mente viaje donde quiera ir.

No sé muy bien cuanto tiempo ha pasado hasta que un golpe en la puerta interrumpe mi pequeña burbuja —¡Adelante!— Digo alto para que la persona me escuche.

Observo la puerta abrirse, y allí aparece ella tomándome por sorpresa; creí que se quedaría un rato más con las chicas que conoció. —¡Qué maravilla de noche!— Comenta y apoya su espalda en la puerta que acaba de cerrar.

—¿La pasaste bien?— Le pregunto con una media sonrisa.

—Si... además, ha cantado todas mis canciones favoritas.— Me dice con una media sonrisa y su mano comienza a jugar con el pasador de la puerta.

—¿Ah sí?— Aunque sé que es así.

Ella camina lentamente a mí y asiente mientras camina provocativamente hacia mí.

—Claro que si, lo sabes muy bien— Susurra.

Cuando llega frente al sofá, yo me siento y estrecho mis brazos para tomar sus manos en las mías —Me encanta verte así de feliz— Le digo mientras que hago que se siente sobre mí con sus piernas apartadas a cada lado de mí.

—Termina lo que has comenzado hoy más temprano.— Me exige enredando sus brazos en mi cuello.

—¿No era que nos podían ver?— Le pregunto con una media sonrisa triunfal.

—He cerrado con llave, y todos están muy ocupados con todo lo que es post concierto...— Dice y sin más comienza a desabrochar mi cinturón.

Subo su falda con mis manos y voy colando mis dedos por la tela de su diminuta braga haciendo que delire —Me vas a volver loco...— Le digo y luego beso su cuello.

—Y tú a mi.— Responde entre gemidos mientras libera mi cuerpo de lo molesto que ya resultaba ser mi bóxer.

—Espera...— Logro decir entrecortado y busco el envoltorio del bolsillo de pantalón.

—Menos mal que has traído...— Habla mientras lo abro y solo puedo mirarla fijamente a los ojos.

—Es que contigo ya no se que esperar...— Admito y tal como ha hecho anoche, ella termina con la tarea de colocármelo haciendo que delire.

—Ni yo contigo...— Rebate y es en medio de nuestras cómplices miradas que ella se acomoda sobre mi y comenzamos a movernos a la par.

Se mueve a su antojo y me veo obligado a colocar mi mano sobre su boca para evitar que sus gemidos se escuchen. Jamás me hubiese imaginado algo así... No sé ni cómo llamarlo. Solo sé que estamos dejándonos llevar sin tabús, decimos lo que pensamos y queremos sin miedo a que pensara el otro y supongo que es por eso por lo que lo estamos disfrutando tanto.

—¡Joder Dana!— Exclamo cuando mi cuerpo explota de placer y el suyo me imita.

—Franchesco...— Dice y se abraza a mí mientras intentamos recuperar el aire que nos ha quitado el follar de esta manera tan animal.

—Es un peligro tenerte cerca... ya no lo estoy pudiendo controlar.— Le confieso agitado.

—¿No puedes o no quieres?— Me pregunta entrecortado.

Pienso un instante en su pregunta y no sé a quien quiero mentirle...— Las dos Dana... no quiero y no puedo... lo disfruto demasiado.— Le confieso y ella sonríe triunfal.

—Y yo... nunca me había pasado una cosa así antes.— Me confiesa y sonrió ante sus palabras.

—¿Una cosa así? ¿Qué significa eso?— Le pregunto mientras me quito el condón, lo guardo en un bolsillo para no dejar evidencia alguna de lo que sucedió aquí, y luego nos acomodamos la ropa.

—No te rías, pero yo era de las que tenía que planear un encuentro de este tipo con su novio... es decir, estas locuras que hago contigo no las hice con nadie.— Me dice haciéndome reír.

—¿Tenían que sacar un turno para follarte?— Pregunto entre risas.

—Algo así... pero, no pasaba de una cama... esto que estoy haciendo contigo, jamás lo había hecho...— Expresa y se levanta de mi.

—Ni yo... era solo en un cuarto de hotel o en mi piso, pero estas locuras que estoy haciendo contigo; jamás... es que no sé Dana... te veo y ya no puedo evitarlo; nadie me había puesto de esta manera antes.— Le confieso.

—Ni yo Franchesco... y a pesar de que lo estoy disfrutando, me da un poco de miedo.— Declara y creo que entiendo ese miedo.

—¿Miedo de que?— Inquiero intentando indagar un poco.

—En que no se en que va a terminar todo esto...—

—Lo sé Dana, pero no pensemos en eso; disfrutemos como lo hacemos y supongo que las cosas se acomodaran como tengan que hacerlo.— Propongo.

—Supongo que si... Fran, vámonos que no tengo cara de ver a Fer después de lo que hemos hecho aquí.— Me dice entre risas.

—Vamos, mañana hablo con él y me disculpo por habernos ido antes.— Digo entre risas.

—Mejor.— Afirma y abre la puerta del camerino asegurándose que no haya nadie alrededor para irnos de aquí como dos fugitivos.

[…]

Qué noche la de anoche... he dormido poco, el insomnio me ha ganado y el despertarla a ella no era una opción, ella si dormía tranquila. No pude dejar de mirarla en toda la noche y tampoco pude dejar de preguntarme «¿cómo es que hasta ahora mi cuerpo había resistido su cercanía?»

La observo durmiendo a mi lado y pienso en la cantidad de noches que hemos dormido en la misma habitación, en la cantidad de veces que la he visto con sus diminutos trajes de baño, las veces que nos hemos abrazado, e incluso las noches de camping como la ultima que pasamos... ¿Cómo es que antes no? ¿Qué fue lo que cambio para que ahora estemos así?

Mi mirada vuelve a recorrer su espalda semidesnuda y estudio cada uno de los lunares que tiene allí... es como si formaran una línea diagonal en su piel y me parece original. Sin poder evitarlo, llevo la yema de mi dedo índice hacia ella, y sin rozar su piel sigo el trazo de sus lunares hasta que ella se voltea y me mira. —Buenos días.— Me saluda bastante dormida aun y mi mirada recorre su rostro hasta llegar al inicio del escote de su sujetador.

—Buenos días.— Digo sonriente y ella me mira extrañada.

—Franchesco, que ojeras cargas... ¿Qué sucede?— Pregunta y lleva su mano a mi rostro y roza mi piel debajo de los ojos.

—No he podido dormir casi nada...— Le explico.

—¿Por qué? ¿Insomnio o pesadillas?— Averigua y sonrió al saber que me conoce tan bien.

—Insomnio... creo que el concierto y luego lo del camerino, me ha dejado con mucha adrenalina encima.— Le digo con una media sonrisa.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta