Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 30

Un poco más de 2 semanas después: 6 de septiembre

—No quiero que te vayas. — Me dice como niña pequeña y se abraza a mí para no dejarme levantar de la cama.

—Y yo no me quiero ir. — Respondo y la rodeo con mis brazos. —Aún nos quedan algunas horas juntos.— Le digo bajito y ella va dejando pequeños besos por todo mi torso. —Me gusta mucho cuando hace eso. — Comento pícaramente y ella sonríe.

Sigue recorriendo mi cuerpo con sus labios y me toma desprevenido cuando remueve la tímida sábana blanca y sigue bajando por mi anatomía. —Cariño. — Murmuro nervioso.

Ella no dice una palabra y no es necesario que lo haga. Su boca deja muy claro que no hay nada que decir cuando comienza a torturarme. —Vaya despedida. — Hablo entrecortado.

Mis manos se enredan en su cabello mientras dejo que haga de mi lo que guste. Una vez que me ha dejado al borde del abismo, su boca se junta con la mía de manera traviesa y me besa de manera irreverente. Mi lengua y la suya danzan a la par y mis manos no dan tregua a la manera en que la estoy tocando.

Terminamos rodando en el colchón hasta que soy yo quien queda sobre ella. Beso sus labios, su cuello, sus hombros, bajo aún más y beso sus pechos, su abdomen, y al igual que ella lo ha hecho conmigo, mi boca la posee. Sus dedos enredándose en mi cabello y la manera que sus gemidos inundan esta habitación, me provoca aún más. Cuando siento que su cuerpo está a punto de explotar, me detengo y voy a su boca. —Te amo. — Le digo antes de entrar en ella.

—Yo a ti. — Me dice de manera incoherente cuando toda la extensión de mi cuerpo se funde con el suyo.

Nos movemos, nos mordemos, nos tocamos, y, sobre todo, nos amamos con esmero. Es nuestra despedida. Es nuestra manera de decirnos lo que las palabras no logran decir. El éxtasis nos consume y es así como llegamos a la gloria absoluta.

Las respiraciones están fuera de ritmo y solo puedo salir de ella lentamente para dejarme caer a su lado y abrazarla contra mí. —Me ha gustado mucho esta despedida. — Comento agitado y ambos reímos.

—Ha sido para que me recuerdes cada noche que estemos lejos... No quiero que te busques a otra por ahí. — Se explica y no puedo más que reír de sus celos.

Me acomodo mejor para poder mirarla a los ojos y sonrió — ¿Crees que me buscare a otra por ahí? ¿Has perdido la razón? Yo te amo solo a ti. — Expreso firme y enreda su pierna con las mías.

—Nunca se sabe... tienes a tantas mujeres que caerían a tus pies sin siquiera hablarles...— Comenta y solo puedo sonreír de su escena.

—No estaría con nadie que no fueses tú. Te amo demasiado para hacer algo tan estúpido. Además, serás mi esposa pronto.— Le digo y acaricio su rostro suavemente. —Espero que tú tampoco te busques a alguien por ahí...—

—¡Ni loca!— Exclama y vuelve a abrazarme.

No sé cuánto tiempo llevamos así abrazados, solo sé que me siento en paz cuando la tengo así —Franchesco...— Me dice rompiendo el silencio.

—¿Qué?—

Escucho sus suspiros y sus dedos lentamente acarician mi pecho delicadamente. — Quiero decírtelo ahora y no que te enteres cuando estés de viaje. — Me dice con gran misterio.

—¿Qué cosa?—

—Es que me ha salido un proyecto de trabajo en Barcelona y deberé viajar unos días...—

«Esto sí que no lo esperaba.»

—¿Sola?— Me atrevo a preguntar y sé que me da pánico que diga que deber ir con Jorge o Antonio...

—Viajare sola, pero seguramente vea al señor Castillo allá. Es uno de sus restaurantes.— Explica y si... mis peores pesadillas se han hecho ciertas.

Respiro profundo intentando no hacer un espectáculo —Sabes que no me gusta ese tipo, pero confió en ti. Solo cuídate por favor.— Le confieso.

Ella vuelve a acomodarse encima mío y me sonríe de esa manera tan peculiar que tiene y que me convence de todo —No tengas miedo. Yo te amo solo a ti y a mí no me importa que nadie más que tú me bese y me acaricie.

—Lo sé. Solo ten cuidado por favor. Hay hombres que no saben darse por vencido con una mujer, y ese tipo te trae demasiadas ganas.— Le explico y ella me besa.

—Lo hare. Tú solo preocúpate de tus cosas, yo me cuidare y volveré a casa para cuando tu llegues y así volverte a amar como hace un instante.—

—Vale. Eres lo más preciado que tengo, y solo quiero cuidarte. Por eso te digo estas cosas.— Explico.

Son sus labios besándome los que me responden —Te amo.— Me dice con una sonrisa y sigue besándome.

—Y yo a ti. No sabes cuanto me costara no tenerte a mi lado cada mañana... prometo que cuando regrese de todo este viaje de entrevistas y demás cosas, pasaremos mucho tiempo juntos.—

—Tú ve, y muéstrale esas espectaculares obras al mundo entero.—

Es la primera vez que realmente me cuesta tanto dejar a alguien. Anteriormente, lo tomaba como un respiro en la relación, pero ahora el aire me lo da ella y por eso comienzo a sentir que me ahogo con el simple hecho de imaginarla lejos de mi.

[...]

Una semana y media después: 15 de septiembre

De verdad que tenerle lejos es una tortura. Me hace falta abrazarle cada mañana, besarla, acariciarla... perderme en su cuerpo. Ni nuestras llamadas a diario ni nuestro intercambio de fotografías subidas de tono me han hecho extrañarla menos.

Doy vueltas en la cama y no puedo más... enciendo la lámpara de la mesita de noche y miro la hora, 3 de la madrugada. Necesito escuchar su voz. Sé que me matara por llamarle a esta hora, pero es más fuerte que yo.

Marco su número rápidamente y tarda demasiado en contestar. —Hola.— Dice cuando contesta finalmente y su voz suena demasiado extraña. Es como si hubiese estado llorando.

—Dana, cariño ¿Qué te sucede?— Pregunto alarmado.

Ella no dice nada, solo escucho su sollozo y realmente me estoy preocupando demasiado —Amor... estoy bien, pero sucedió algo y ahora mismo estoy entrando a una clínica para que me atiendan.— Me informa y ya estoy sentando en el borde de la cama.

—¡¿Cómo que en una clínica?! ¿Qué te ha sucedido? ¿Aun estas en Barcelona? Tomo un avión ya mismo para allá.— Hablo tan rápido que no creo que me haya entendido.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta