Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 31

Dos días después: 17 de septiembre

No soportaba más estas ansias de verla, por fin he llegado a nuestro piso y al abrir la puerta, no puedo creer lo que ha hecho. Todo el salón está lleno de velas, ha decorado la mesa con un mantel blanco, más velas, rosas, y también hay una botella de champagne. Me estoy preocupando «¿me habré olvidado de alguna fecha importante?»

—Bienvenido. — La escucho decir y al mirar hacia el pasillo, la veo caminando hacia mí con un sensual vestido corto color blanco de seda con un escote que es el centro de atención.

—¡Guau!— Digo totalmente sorprendido por lo bella que luce a pesar del yeso que lleva puesto y cierro la puerta detrás de mí. Dejo la maleta a un lado, y camino hacia ella que lentamente también se acerca a mí. —Te ves deslumbrante. — Comento y acaricio su rostro con una de mis manos y llevo la otra a su cintura. — ¿Me he olvidado de algo? De verdad lo siento si es así. — Intento decir, pero son sus labios los que me callan.

—No te has olvidado de nada mi amor. Solo quería celebrar contigo lo bien que le ha ido a tus obras, y que a pesar de todo esta noche puedo estar aquí contigo.— Dice sobre mis labios e inevitablemente pego su cuerpo al mío.

—Tuve tanto miedo cuando me has contado lo sucedido... me moría si algo te pasaba.— Confieso y vuelvo a besarla.

—He aprendido a defenderme después de lo que sucedió aquella vez que trabajaba en el hotel y el imbécil de Jorge me acorralo en el baño. — Explica y me alegra que así sea.

—No sabes cuan feliz me hace que mi prometida sepa defenderse de esos idiotas.— Comento con una leve sonrisa.

—No contaba con caerme en la escalera y fracturarme el brazo, pero al menos ha sido solo eso...— Me dice intentando sonar más animada, pero sé que lo hace para que no me preocupe.

—Si lo llego a ver le rompo la cara. — Digo con mucha rabia, pero ella me calma a punta de besos.

—Ya, no hablemos más de eso. Ahora solo festejemos lo bien que te está yendo y que viajaremos juntos. — Comenta acariciando mi rostro con su mano sana.

—¿Puedo comenzar por el postre?— Pregunto pícaramente y ambos reímos.

—Mejor no, es que te tengo una sorpresa y se nos hará tarde para cenar luego.— Explica y ahora tengo menos ganas de cenar.

—¿Una sorpresa? Muero de curiosidad. — Confieso y se separa de mí.

—Ven a cenar mejor. Luego te explico todo...— Me dice y toma mi mano para llevarme hasta la mesa.

Me es imposible mantener la calma con ella vestida de esta manera. Mucho menos cuando sé que ha preparado algo especial para nosotros esta noche. Definitivamente ella sabe cómo enamorarme más y más a cada día que pasamos juntos. Me conoce tan bien que incluso me ha sorprendido con mi comida favorita. No puedo dejar de sonreír cuando estoy a su lado. Me escucha, me comprende tanto... se preocupa por cada detalle y eso es algo que no tiene precio para mí. No me hace sentir culpable por hablar de art todo el día si no que, todo lo contrario. Ella me sigue la corriente y me da su opinión al respecto.

—Deja que te ayudo a lavar todo esto. — Propongo cuando terminamos de cenar, pero ella niega.

—No, deja... yo me encargo de todo eso mañana. Ahora ven conmigo guapo. — Me pide y solo puedo seguir sus andares hasta nuestra habitación.

Al entrar a nuestra habitación, veo una decoración similar a la de la sala en nuestro cuarto y también veo las fresas junto al bol de chocolate sobre nuestra cama. —Creí que el postre serias tú. — Menciono intentando no reírme.

—Y lo seré.— Dice firme y sin más baja la cremallera del costado de su vestido. A medida que se lo quita con un poco más de dificultad que lo usual a causa del yeso, me doy cuenta de la lencería extremadamente sensual que lleva puesta. Corse de encaje semi transparente color blanco al igual que su vestido, una diminuta braga que se ajusta al mismo con los ligueros que lleva puesto y yo creo que moriré aquí mismo.

—Pero, deja que te ayudo mi vida. — Le digo caminando hacia ella y le termino de quitar el vestido. —Me gusta mucho tu sorpresa... este corsé te queda de infarto. — Logro decir a pesar de todo lo que sucede en mí en estos momentos.

—El yeso le quita un poco de sensualidad, pero sabrás entender. — Bromea y rio con ella.

—Tú te ves sensual con o sin yeso... me gusta demasiado esta sorpresa, de verdad no esperaba un recibimiento así.— Admito acercándome a su boca.

Su mano comienza a levantar mi camiseta lentamente —Tenía planeado que todos nuestros reencuentros fueran así, pero ahora estaremos juntos.—

—Supongo que podemos inventarnos ocasiones como estas, ¿no? — Pregunto mientras le ayudo a desnudarme.

—Todas las noches te amare como si te estuviese recibiendo de un viaje. Eso te lo prometo. — Me dice firme y las palabras comienzan a sobrar.

—Y yo te amare como si cada noche fuese la última de nuestras vidas. Te amo Dana.— Digo firme mientras mis prendas siguen cayendo al suelo y de a poco nos vamos acercando a la cama.

—Y yo te amo a ti Franchesco... Esta y todas las noches de mi vida quiero ser solo tuya.— Susurra dejándome sin aliento cuando va cayendo sobre la cama.

Se ve tan sensual con lo que lleva puesto, pero en estos momentos comienza a sobrar cada prenda que lleva. Mis dedos empiezan a deshacerse de sus ropa y cuando lo consigo voy besando su cuerpo con sabor a chocolate ya que cada fresa que vamos comiendo terminan primero rodando por nuestra piel haciendo de esta noche una única.

Los te amo, las caricias prohibidas, y nuestros cuerpos fundiéndose como si no existiese mañana construyen una noche llena de confesiones de amor que quedaran grabadas en nuestras mentes y corazones para siempre. Es la noche donde nos sentimos más unidos que nunca por el miedo que hemos sentido de que alguien pudiera hacerle daño.

Días después: 23 de septiembre

—Se nos ha terminado la paz de estar a solas en nuestro hogar. — Me susurra mientras abrocha su cinturón de seguridad antes de que el avión despegue.

—Me encantara.—

—Cuando lleguemos, ve con Amanda y espérame. Seguramente tendré que detenerme a saludar como siempre que llego a algún sitio, pero tu sigue tranquila.—

—Al menos no soy celosa.— Bromea y junta su mano con la mía.

—No tendrás porque serlo. Yo solo tengo ojos para ti.— Confieso acercadme a su oído —Además, mis labios, mis caricias, mis pensamientos, mi corazón, y todo mi cuerpo, son solo tuyos.— Le dejo saber y tengo el placer de poder robarle un suspiro.

—Y yo soy solo tuya. Para siempre. — Dice firme y no puedo evitar sentirme el hombre más afortunado del mundo.

[...]

La bienvenida en Buenos Aires ha sido bastante tranquila, pero como siempre algunos estudiantes de las universidades de arte más importantes de aquí se han acercado a saludarme y eso realmente lo agradezco ya que sé lo que se siente admirar a alguien de esta manera. Los abrazos, los autógrafos, las fotos; todo ha sido mágico para mi, y aunque no era lo que esperaba de mi carrera, me voy acostumbrando. Llegamos al hotel totalmente sorprendidos por el recibimiento y al cerrar la puerta de la habitación, donde en papeles estaré solo, pero la realidad es que ella se quedara conmigo; me dejo caer sobre la cama.

—¡Que fuerte sigue siendo todo esto!— Comento entre risas y la miro.

Ella me observa sonriente apoya contra la pared, y sonríe. —Es una locura diferente aquí. Ahora entiendo porque dices que cuando viajas fuera de España es otro mundo con lo que pasa con tu trabajo. Con todo respeto, pero por poco y se te lanzan sobre ti, no creo que solo admiren tus cuadros.— Bromea.

—Son un amor. Demasiado efusivas, pero son increíbles. — Comento y extiendo mis brazos —Pero ven conmigo...— Le pido y ella se acerca —Llevo horas queriendo besarte.— Continuo y jalo de su brazo sano para que caiga sobre mí.

—Debería ducharme, han sido demasiadas horas de vuelo.— Explica intentando levantarse, pero la amarro a mi enredando mis brazos en su cintura. —Ten cuidado con mi brazo.— Me advierte entre risas.

—Lo siento... pero, ahora vamos a ducharnos los dos, pero primero déjame besarte...— Murmuro y levanto mi cabeza tan solo un poco para acortar la distancia con sus labios y besarnos. —Eres magnética... No puedo estar lejos de ti. — Digo

—Ni yo de ti amor. — Me dice sonriente. —Pero, ducharnos juntos con este yeso será complicado...— Comenta pícaramente.

—Hay una hermosa bañera donde nos podemos relajar juntos y tu yeso no se mojará. — Propongo y ríe.

—Siempre te sales con la tuya... vamos...— Accede finalmente y eso era todo lo que hacía falta para que me levantara de esta cama.

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