Otro día hermoso en la playa junto a ella y el bronceado de su piel, cada vez me gusta más. Me paro justo enfrente suyo para bloquearle el sol y automáticamente quita sus gafas de sol y me mira entrecerrando sus ojos.
—Discúlpame guapo, pero ¿te molestaría mucho no taparme el sol?— Me pregunta de manera picara.
—No, no me molesta, pero, dime ¿Qué trago te traigo? — Pregunto cómo niño pequeño y sonríe.
—Daiquiri de fresa. —
—De acuerdo, ya regreso entonces. — Respondo, y sin que se lo espere me agacho a su lado y le doy un corto beso.
Bajo el hermoso sonido de su risa, me alejo y voy hacia el tiki bar que hay a algunos metros de donde estábamos.
Pido los dos tragos y me quedo esperando a que el bar tender me los entregue, la observo a la distancia y me siento el tipo con más suerte del mundo al estar en un sitio como este junto a ella. Estoy perdido en mis pensamientos, cuando de repente veo como un hombre que venía corriendo por la playa de cabello negro, se detiene enfrente de ella y comienza a hablarle. Me quedo quieto aquí hasta que el bar tender me entrega los tragos y voy de regreso.
—Pero, solo te estoy invitando a un trago esta noche.— Escucho que le dice mientras me acerco. Por su acento supongo que debe ser de Colombia o Venezuela...
—Te he dicho que no.— Le responde y sonrió.
— ¿Qué? ¿Acaso tienes novio? — Cuestiona y se agacha frente a ella.
—Sí, tiene novio y soy yo. — Le informo sorprendiéndolos a los dos.
Ella voltea a verme y él se pone de pie —Perdón, no lo sabía.— Me dice levantando sus manos.
—Ahora ya lo sabes. — Digo de manera poco amigable.
—Perdón. — Dice una vez más y se va.
—Te dejo sola unos minutos y mira lo que sucede...— Comento más relajado y me siento a su lado para luego darle su trago.
—Ha sido solo una casualidad, no seas exagerado.— Rebate entre risas y apoya su rostro sobre mi hombro.
—Es que tú no te das cuenta de lo hermosa que eres, además, es que en traje de baño eres una tentación difícil de evitar.— Le explico pícaramente y ambos reímos.
—¿Sabes algo?— Me pregunta y luego quita su rostro de sobre mi hombro para mirarme.
—¿Qué?— Pregunto mientras me pierdo en su mirada.
—No me quisiera ir de este lugar, la estamos pasando tan bien... me gusta mucho la libertad que tenemos aquí. Es España, jamás te hubieses atrevido a decirle a alguien que eras mi novio para defenderme. — Me dice y me hace caer en cuenta de que en verdad en casa hubiese tenido que morderme la lengua para que no se formase un escándalo.
—Dana, tú sabes muy bien como son las cosas en mi vida.— Intento decir, pero ella lleva su mano sobre mis labios para que me calle.
—No, no te digo esto para que grites a los cuatro vientos que estamos juntos. Tú y yo dijimos que esto se quedaría entre nosotros hasta que sepamos bien a donde nos lleva esta relación. Los dos sabemos muy bien que involucrar a terceros es para problemas. Lo que quiero decir, es que aquí podemos estar echados en la playa y besarnos si se nos da la gana. Me gusta mucho poder abrazarte, tomarte de la mano, y decirte lo que me sucede contigo con esta libertad que nos da este sitio.—
«Tiene razón en todo lo que dice...»
—A mí tampoco me gustaría tener que irnos de aquí. Me siento tan a gusto así contigo... — Le confieso mientras disfrutamos de nuestros tragos apreciando la vista perfecta que tenemos.
—Y yo contigo... — Dice y suspira —Fran...— Murmura y deja la frase en el aire.
— ¿Qué?— Presiono y no entiendo porque se ríe.
—Pensaba... ya que aquí tenemos tanta libertad... ¿Por qué no cometemos alguna locura? — Propone y debo mirarla para ver su expresión.
Tiene una pícara sonrisa tatuada en su rostro y conozco muy bien cuando sonríe así —Escucho tu propuesta muy atentamente. — Contesto con una enorme sonría y ambos reímos.
—Mmmm... es que he visto que hay una playa solitaria a unos kilómetros de aquí... quizás podemos ir y acampar allí esta noche... ya que ahora somos novios, creo que sería muy romántico que me hagas el amor bajo la luz de la luna.— Me dice y sabía que me encantaría su idea.
—Vayamos en busca de una carpa entonces.— Digo con entusiasmo.
—¿De verdad?—
—De verdad, no sabes las ideas que se me están ocurriendo...— Le advierto.
—Menos palabras y más acción.— Pronuncia a modo de reto y sin poder evitarlo, muerdo el lóbulo de su oreja.
—Me gusta mucho que escuches atentamente lo que te digo. — Comenta y ahora soy yo quien ríe.
—Siempre he escuchado lo que me dices, y ahora que eres mi novia lo hare mucho más.— Explico y ella deja un dulce beso en mi torso.
—Franchesco Balestrini, quiero que sepas que sí te amo.— Me dice y en mi pecho pareciera que hay una manada de caballos corriendo a todo galope.
Me inclino un poco de costado mientras ella se acuesta sobre la arena, y me quedo observando lo que es su ser entero. Mientras que uno de mis brazos está apoyado sobre la arena para sostener mi peso, mi mano libre hace un viaje desde su cuello hasta su abdomen observando la reacción de su rostro y de su cuerpo ante mi roce. —Jordana Garay... quiero que sepas que yo también te amo. — Digo firme y ella me sonríe —No sé cómo lo has hecho, pero no tienes idea de lo que me sucede contigo. Es como si finalmente hubiese encontrado el camino a casa junto a ti. — Le confieso y sus preciosos ojos color miel me miran con ilusión.
Levanta uno de sus brazos y lleva su mano a mi rostro para acariciar mi mejilla tiernamente —Mmmm... pero que romántico eres. — Dice con una enorme sonrisa.
—Romántico y cursi. — Bromeo.
—Fran...— Pronuncia dejando la frase en el aire.
—¿Qué?—
—A pesar de que nos hemos dicho todo lo que sentimos y que bueno... ahora, soy tu novia... no digamos nada a nadie aún. — Me pide y la miro algo confundido.
—¿Por qué?—
Ella suspira y roza mi cuello, mis hombros... mi torso con sus mágicos dedos —Porque nadie entenderá como es que esto ha ocurrido tan rápido. Ni siquiera yo lo entiendo bien.— Me explica.
Sonrió ante sus palabras y rozo sus labios con la yema de mis dedos —¿Y no se te ocurre pensar que quizás siempre nos pasó algo pero no nos dábamos cuenta?— Le pregunto y sus ojos se abren de par en par.
—Es una posibilidad... pero, no nos hagamos tantas preguntas ahora.— Me dice de manera sensual y se pone de pie.
—¿Qué haces?— Pregunto confundido.
—Iré a darme un chapuzón para luego vestirme y armar esa carpa.— Me dice entre risas y me pongo de pie también.
—Te acompaño.— Le dejo saber firme y sigo sus pasos. Creo que la seguiría al fin del mundo...
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