Esta sentada frente a mi con mi camiseta puesta, mientras que yo muevo la comida de un lado al otro del plato y ceno como puedo. Mi mente es un caos, y tenerla así frente a mi no ayuda en nada.
—Franchesco.— Interrumpe ella.
—¿Qué?— Pregunto llevando mi mirada a la suya.
—Estoy totalmente confundida con todo esto... ¿y si la estamos cagando?— Pregunta en un susurro.
Rio ante sus palabras —Pues, yo creo que la estamos pasando muy bien.— Le confieso.
—Si, eso si, pero...—
—No pienses tanto.— Interrumpo.
—No lo hare, lo prometo.— Dice y sigue cenando.
—Solo piensa en lo bien que lo hemos pasado.— Insisto.
—Demasiado... si hubiese sabido que follabas así, te juro que lo intentaba antes.— Comenta entre risas.
—¿Tú dices que soy bueno en ello?— Pregunto con una media sonrisa.
Ella asiente —Si.— Responde firme.
—Tú también eres muy buena, además... es que tienes un cuerpo...— Digo exagerando la ultima frase.
—Bueno Fran...— Habla dejando la frase en el aire y levantándose de la mesa mientras recoge su plato y va a la cocina.
La observo un poco confundido mientras recoge las cosas y me cruzo de brazos —¿Cómo será todo esto?— Pregunto mientras voy hacia donde esta ella.
—¿A que te refieres?— Me pregunta una vez que ha terminado de lavar las cosas.
—¿Dormiremos juntos o no?— Me atrevo a preguntarle con una media sonrisa y ella ríe.
Lleva sus brazos por encima de mis hombros y me sonríe —Creo que lo mejor es mantener las cosas como están y solo dejarnos llevar cuando queramos pasarla bien, ¿no crees?— Inquiere de una manera que altera mis sentidos.
—Me parece muy bien...— Digo firme —Dana, me gusta mucho esto que nos traemos.— Le confieso.
—A mi también... pero, creo que por hoy ha sido suficiente.— Me dice con una enorme sonrisa mientras se suelta de mi y yo evito que se aleje amarrando mis brazos a su cintura.
—No estoy de acuerdo, pero creo que por hoy es necesario que asimilemos esto.— Le aclaro.
—Fran, llevemos esto con calma...— Propone y hace que la suelte —Buenas noches.— Me saluda finalmente y creo que no hay manera en que la convenza de nada.
[...]
Nunca creí que mi mejor amiga me dejaría con ganas de más y se iría a dormir así como si nada, pero por otro lado creo que tiene razón. Es mejor que llevemos todo esto con calma. Creo que ninguno de los dos se esperaba algo así entre nosotros y es necesario que de a poco nos vayamos acostumbrando a lo que provoca nuestra cercanía.
Entro a mi habitación, y me acuesto sobre la cama intentando tranquilizarme, pero aun me parece sentirla sobre mí. Mi mente recorre una vez más la imagen de su cuerpo desnudo, e inevitablemente mis sentidos se alteran nuevamente «¿es posible que siempre haya existido esta química entre los dos y no nos hayamos dado cuenta?»
«¿Cómo estuve tan ciego? ¿Cómo nos perdimos todo esto?» Pienso en todo lo que hemos hecho y rio como un imbécil. Si, me ha encantado estar con ella y si fuese por mi volvería a perderme en su cuerpo una vez más.
[...]
Abro mis ojos algo confundido a causa de los extraños sueños que he tenido anoche, y apenas miro hacia la puerta de mi habitación, me la encuentro a ella parada bajo el marco de la puerta con un diminuto camisón puesto.
Una enorme sonrisa se dibuja en mi rostro —Hola.—
Ella se sonríe también —Hola.—
—¿Me he perdido de algo?— Pregunto entre risas al notar que no deja de mirarme.
—No. Solo me preguntaba ¿si bajamos al gimnasio o ejercitamos aquí?— Pregunta pícaramente y me encanta su propuesta.
Sin decir una sola palabra, me arrodillo sobre la cama y voy hacia el borde de esta. Estiro mis brazos —Ven que te explico.— Le digo sonriente y ella ríe.
Tomo sus manos entre las mías y la jalo para que caigamos juntos sobre la cama —Creo que ejercitaremos aquí.— Responde entre risas mientras que llevo mis manos sobre sus caderas.
—No sabes la de calorías que quemaras. — Le advierto mientras que sus manos quitan mi camiseta.
—Franchesco...— Dice agitada sobre mis labios.
—¿Qué sucede Dana?— Le pregunto mientras levanto su camisón y dejo su cuerpo totalmente expuesto sobre mi ya que la única prenda que lleva puesta debajo del camisón es una diminuta braga.
—Sucede que no se que me sucede, pero me encanta tener sexo contigo... He tenido unos sueños contigo que en mi vida había tenido...— Me dice pícaramente y no puedo más que sonreír.
—Cuéntame de esos sueños...— Le pido y luego muerdo su labio inferior.
—¿Qué tal si mejor te muestro de que iba?— Me pregunta de manera sensual mientras que sus manos quitan mi bóxer.
—Me agrada la idea...— Digo dejándola tocarme como lo hace.
—Y a mi me agrada mucho hacerte esto.— Me dice mirándome fijamente mientras su mano me tortura dulcemente.
—Que bueno ha de haber estado tu sueño...— Comento y ella ríe.
—Bastante...—
—Yo también he soñado contigo...— Le confieso entrecortado a causa de su expertas caricias.
—Muéstrame que hemos hecho en el. — Me pide y me besa.
—Ahora... pero tú no te detengas por favor...— Le pido y es así como nuestro día comienza.
«¿Quién me iba a decir que todo esto existiría?» Que no se acabe por favor... Eso es lo único que pido porque lo estoy disfrutando como nada en este mundo.
[…]
No sé muy bien cuantas horas llevamos acostados en mi cama en absoluto silencio. Solo sé que nuestras risas son quienes rompen el silencio de vez en cuando. —¿No trabajas hoy?— Me atrevo a preguntarle finalmente.
Ella levanta su brazo y mira la hora en el reloj. —Se supone que en dos horas debería de estar en un hotel tomando las medidas para hacer un presupuesto.— Explica.
No quiero volver a caer en sus redes... Lo nuestro es tan reciente que siento debilidad por ella. —Hazme tuya como solo tú sabes.— Me pide causando que todos mis sentidos se alteren.
«No Franchesco, tú no puedes ser tan idiota de caer en las redes de esta mujer.»
—Vete, no quiero volver a verte.— Le exijo.
—¿Estás con otra?— Pregunta tal como si tuviese algún tipo de derecho.
—Ese no es tu problema. Vete.— Le repito y la sujeto del brazo levemente para no lastimarla, pero para sacarla del piso.
—Tú y yo hablaremos.— Sentencia antes de que cierre la puerta.
Me apoyo contra la puerta y me quedo allí unos cuantos minutos mientras que espero que esta mezcla entre rabia y ganas de besarla se me pasen.
Escucho la puerta del baño abrirse y a los pocos minutos la veo a Jordana envuelta en una toalla al inicio del pasillo. Ella me mira detenidamente desde allí y entrecierra sus ojos —¿Qué sucede?— Me pregunta caminando hacia mí.
—Me ha pedido disculpas... me ha pedido que le hiciera el amor... — Logro decir.
Ella me mira fijamente y lleva sus manos a cada lado de mi rostro —Y tú querías, ¿no?— Me pregunta haciendo que mi mirada se clave en la de ella.
—Dana... tú y yo acabamos de follar hace un instante... no creo que sea correcto que te hable de esto.— Digo casi en un susurro.
—Habíamos quedado que esto no interferiría con nuestra amistad.— Sentencia.
Respiro profundo mientras sigo mirándola fijamente —Me siento el idiota más grande del mundo por sentir que si quería...— Le confieso avergonzado.
—No pasa nada.— Me dice haciendo que no la deje de mirar. —Es normal, tú y ella han tenido una relación de mucho tiempo...— Expresa intentando hacerme sentir mejor.
—Dana, yo no quisiera lastimarte... no quiero que pienses que...—
—Shhh.— Interrumpe y tapa mi boca con su mano. —Yo no estoy pensando nada Franchesco. Tú y yo somos los mejores amigos del mundo y bueno... ahora hemos descubierto que la pasamos muy bien juntos. Quedamos en que sería solo eso, y así será.—
—Es que no entiendo cómo puedo ponerme así por ella, pero a la vez te veo y quiero arrancarte esa toalla que te cubre.— Digo sin entender nada de lo que me pasa.
Ella ríe y luego inclina su rostro hacia mí y cuando menos me lo espero muerde mi lóbulo —Fran, yo entiendo todo, pero no dejare que calmes el calentón que te causo ella conmigo, además... me tengo que ir.— Dice entre risas y no puedo más que reírme con ella.
La observo darse la vuelta para ir hacia su habitación e inevitablemente la sigo hasta la puerta de su cuarto —No es así... tú no necesitas que nadie más me provoque para que yo quiera estar contigo...— Le explico y ella comienza a vestirse frente a mí como si nada.
—Me alegra saber eso... pero, de verdad debo irme.— Dice guiñándome un ojo.
—¿Y me dejaras así?— Pregunto cómo niño pequeño.
—No creo que te vayas a morir...—
—Eres malvada.—
—Luego te la cobras... de verdad debo irme.— Sentencia y suspiro.
—Vale...— Digo y le dejo terminar de cambiarse.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta