Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 9

Al día siguiente

Me he quedado toda la noche durmiendo a su lado por si se sentía mal, pero afortunadamente la fiebre no ha regresado, solo ha tenido un poco de toz. Me encuentro preparándole su desayuno favorito y he llamado a Tamara para que se quedara con ella mientras viajo a Madrid para acompañar a mi amigo Fernando su concierto mañana en la noche, me encantaría no ir, pero no puedo fallarle a Fernando, es uno de mis mejores amigos.

Entro a la habitación con la bandeja del desayuno y me encuentro con su mirada la cual me observa con dudas. —Franchesco, me acostumbrare a esto.— Bromea y vuelve a toser.

—Lo sé, y por eso en un par de horas tomo un avión rumbo a Madrid.— Digo siguiendo su juego.

—¿Te vas a Madrid?— Pregunta confundida.

—El concierto de Fernando, ¿lo recuerdas? Te he invitado, pero no sé si quieras ir sintiéndote así.— Comento y ella prácticamente me aniquila con la mirada.

—¡Con todo lo de Mauricio lo había olvidado!— Exclama y se sienta sobre la cama. —¡¿No piensas llevarme?!— Me reclama mientras dejo la bandeja sobre la cama y rio.

—Le pedí a Tamara que se quedara contigo, pero si quieres venir conmigo a Madrid sigues más que invitada, ¿quieres venir?— Le pregunto sonriente y ella asiente.

—¡Así este muriéndome no me pierdo ese concierto!— Dice exageradamente haciéndome reír.

—Vale, deja y le envió un mensaje a Tamara para decirle que no venga y busco el ordenador para comprarte un billete de avión.— Propongo y busco mi móvil.

Le estoy escribiendo un mensaje a Tamara explicándole todo mientras que observo que Dana desayune adecuadamente y que se tome el antibiótico que le receto el doctor ya que le toca.

—Frana, yo pagare mi billete, ¿de acuerdo?— Dice y yo niego.

—No, yo te invite. Yo pago el billete.— Digo serio y bebo un sorbo de café antes de ponerme de pie e ir por el ordenador a mi cuarto.

Regreso con la laptop y me siento en el borde de la cama como hace un instante.— Franchesco, de verdad. Yo pago el billete.— Insiste.

—Que no. Yo te invite, no tienes porque pagar.— Le repito.

—Es que Franchesco, si haces esas cosas me siento como si me estuvieses pagando por tener sexo contigo, ¿entiendes?— Explica llamando mi atención y haciendo que deba mirarla a los ojos.

—No repitas eso ¿si?— Le advierto y ella me mira asustada.

—Es que...— Intenta decir.

—Es que nada. Jamás creas que si te quiero regalar algo es porque estamos follando. Si te quiero regalar algo es porque lo siento así y porque antes de nada eres la persona que más adoro en este mundo. Eres mi mejor amiga y los amigos hacen estas cosas por el otro.— Le explico firme y ella me mira avergonzada.

—Discúlpame Franchesco... es que...— Dice y suspira —Tienes razón...— Se limita a decirme y sin que me lo espere ella se arrodilla sobre la cama e inclina su cuerpo para abrazarme. —¡Gracias!— Me agradece al oído sin soltarme y solo correspondo a su abrazo.

—De nada mi niña. Tú sabes cómo te quiero.—

—Y yo a ti.— Me dice y sé que esta sonriendo a pesar de no verla la cara.

—Ahora, termina de desayunar, y comencemos a alistarnos para irnos.— Propongo mientras que nos soltamos.

—¿Cuándo regresamos?— Me pregunta después de beber su café.

—Pasado mañana.— Le explico mientras termino de comprar su billete.

—Perfecto.—

—Bueno, ya tengo tu billete en el mismo vuelo que el mío, pero desafortunadamente no había puesto disponible en primera clase.— Digo desanimado.

Ella ríe y lleva su mano a mi rostro —Fran, la gente normal como yo y el resto de los mortales, ya sabes, que no somos pintores reconocidos como tú, podemos viajar en clase turista.— Bromea y cuando intenta quitar su mano de mi rostro yo la sujeto con la mía.

—Lo sé, pero no es por eso...— Le informo con una picara sonrisa mientras que con mi otra mano muevo la bandeja del desayuno, la cual ya no tiene nada que pueda hacer un desastre.

—¿Entonces?— Pregunta de manera sensual.

—Es porque quería pasarla bien contigo a mi lado...— Digo y ella ríe.

—¡Franchesco!— Exclama sorprendida —No íbamos a follar en el avión, además... recién me estoy recuperando.— Advierte haciéndose la inocente.

—Yo no he dicho eso. Esa es tu mente... yo solo dije pasarla bien y contigo hasta solamente conversando la paso bien.— Aclaro y ambos reímos.

—Aha...— Dice como no creyéndome nada y si... tiene razón...

Sin que se lo espere, comienzo a inclinar mi cuerpo sobre el de ella hasta hacer que caiga de espalda sobre el colchón. —Me conoces demasiado...— Digo sobre sus labios, pero sin besarla aún.

—Ahora te conozco mucho más.— Señala llevando sus manos a mi nuca.

—Y yo a ti... y si me permites ser muy honesto, me gusta mucho conocerte como lo estoy haciendo. Me gusta mucho cada línea de tu cuerpo.— Le confieso y la beso.

—Franchesco...— Se queja en medio de nuestro beso.

—¿Qué?— Pregunto agitado sobre su boca.

—¿Es que ves estas pastillas que me ha dado el doctor?— Pregunta y no sé en que momento ha agarrado la tira de pastillas.

—Aha...— Digo sin entender nada.

—Regla numero uno de no bebes abordo...— Explica entre risas y no puedo más que reír con ella a pesar de que no entiendo nada. —Antibióticos y anticonceptivos, igual a no mejores amigos...— Expresa haciéndome reír.

—He entendido el mensaje.— Le digo sobre sus labios.

—¡Oye! ¡Que son figuras relativamente publicas!— Nos advierte.

—Lo sabemos Dana, y creo que por eso te llevamos con nosotros.— Le dice Franchesco.

—Lo que me faltaba, ser niñera de los artistas.— Se queja en broma.

Unos cuantos minutos después llegamos a ese bar donde ya el dueño nos conoce y tiene preparado el piano para deleite o tortura de los pocos presentes que hay en este instante en el salón privado y si... este es nuestro tipo de fiesta dado a que Marco es uno de los mejores Pianistas modernos del país.

No sé cuanto tiempo llevamos aquí ya...

—Amigo , cántate "Y nos dieron las diez" de Sabina.— Le propongo a Marco y esta vez y comienza.

Esta a mitad de la canción cuando me percato de que Dana, quien estaba sentada en la barra bebiéndose un daiquiri sin alcohol, ahora no está sola si no que conversando con un tipo que aparentemente le está insistiendo bastante en algo, ya que ella niega con su cabeza e intenta ponerse de pie, pero él no la deja.

—Amigo, espérame.— Le digo a Marco, quien deja de tocar el piano y voltea a ver a la barra para percatarse de lo mismo que yo.

—Voy contigo — Dice y se pone de pie.

Nos acercamos a la barra y escucho mejor como Dana discute con el —¡Que te he dicho que no joder!— Le dice e intenta zafarse, pero el hombre tiene los brazos estirados a cada lado de su cuerpo acorralándola contra la barra.

—Dana, ¿Qué sucede?— Le pregunto.

—Nada, que este hombre no entiende que no quiero ir con él al otro salón del bar; solo eso.— Se explica.

—¡¿Pero vamos amigo, que no la has escuchado?!— Le pregunta Marco haciendo que el hombre fornido y bastante alto lo mire algo sorprendido.

—¿Acaso eres su guardaespaldas?— Le pregunta y cuando se acerca a nosotros se nota claramente que el tipo lleva unas cuantas copas de más.

Afortunadamente, el dueño del bar se percata a tiempo de la situación y se lleva al hombre este porque ya podía imaginarme las noticias al día siguiente si Marco y yo nos agarrábamos a golpes con él.

—¿Te encuentras bien?— Le pregunta Marco y ella asiente.

—Sí, solo que me estaba poniendo nerviosa porque no se alejaba...— Dice y mi mirada se cruza con la de ella y sé que entre los dos nos entendemos muy bien el porqué la situación la ha puesto así.

—Creo que deberíamos irnos ya. Mañana tenemos un concierto.— Propongo y Franchesco asiente.

—Sí, vamos que los dejo en tu piso y luego me voy al mío.— Nos dice.

—¿No quieres quedarte en el mío?— Le pregunto mientras vamos saliendo del bar.

—No, tengo todo la ropa de mañana en el mío. Un día nos juntamos y nos quedamos toda la noche tocando el piano.— Propone y no podría estar más de acuerdo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta