Solo Una Noche [#1 Trilogía Infierno] romance Capítulo 40

DANTE

Sabía que este no era el lugar adecuado para darme placer, tenía que irme a mi habitación, así que le pedí que no cortara la llamada, quería escuchar su voz mientras me masturbaba y me corría en mi mano mientras me la imaginaba. No me quedaba de otra.

Me marché sin decir nada, y la verdad a estas alturas, a como me encontraba, no creo que era apropiado hacerlo.

Ya en la habitación comienzo a quitarme los zapatos con torpeza y la camisa, después desabrocho mi pantalón y lo bajo un poco mientras me dejo caer en la cama y acomoda mi cabeza en la cabecera.

Tomo a mi pene con una sola mano y comienzo hacer mi labor para bajarme lo que ella provocó en mí.

— ¿Quieres escucharme mientras me masturbo? — pregunte, mientras lo acariciaba. — Imaginare que eres tu la que lo haces.

Su respiración ya se había tranquilizado un poco, pero comenzó a jadear cuando le hice la pregunta.

— Sí quiero… escucharte — vuelve a titubear. — Quiero que… imagines con mi voz que estoy allí contigo… y que soy yo la que lo hace.

Sus palabras hicieron que mi mano se moviera con más velocidad, mientras suelto un gruñido de excitación.

— Cerrare los ojos para imaginar que es tu deliciosa boquita la que lo hace, como si estuvieras follando.. mi falo con esos deliciosos labios.. que me vuelven loco.. — jadeo.

Me encantaba imaginarla y más de esas formas. Aunque por este momento solo me conformaba con su voz, todo yo estaba ansioso y hambriento por devorarla por completo.

Ella siguió hablando y diciendo unas cosas que hicieron que me prendiera más y así poder lograr correrme y soltar de mi boca un gruñido junto con su nombre. Nunca le había dicho, pero es que ahora mi deseo por ella era mucho más grande.

Puedo decir que casi no dormimos, por tener sexo por teléfono. Lo volvimos a repetir pero esta vez juntos. Me encontraba exhausto, no por el ajetreo que no hubo, sino por las veces que me corrí y por dormir tan pocas horas. Se que mañana en la mañana pagaré factura de mi desveló de esta noche. Pero me valía mierda si no podía lograr estar al cien y muy bien de pie temprano.

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Definitivamente estaba pagado por a verme dormido tarde y a ver tomado mucho anoche. Eran las seis de la mañana, y solo había dormido dos hora. Pero eso no era lo que más me afectara, sino el alcohol, la maldita cruda. Sentía como si me taladraban la cabeza. Me irritaba la voz de Enzo, por esa razón lo envié en la otra camioneta.

Íbamos de regreso al aeropuerto, en cinco todoterreno. Iban mis hombres y los de Muhammad ayudándome a escoltarnos hasta el avión. Antes de marcharme le agradecí por todo y por no haber dicho nada de anoche que me marche sin decirles nada. Entendió la referencia, al saber que era una llamada de mi chica.

El camino era largo hasta el aeropuerto, por ese motivo es que tardamos en llegar, podría decirse que casi una hora. Pero las dos primeras camionetas que iban enfrente  que la que yo viaja, que era la de en medio, se detienen en medio del camino.

¿Por qué razón?, me pregunte. Eso ocasiono a que la nuestra también se detuviera en seco, atrás de ellas y provocando que las que venían atrás también lo hicieran. Miro a Franco, él venia sentado en el asiento del copiloto. Estaba esperando a que dijera algo. Pero nunca hablo.

— Ya Fabricio, y pregúntale que sucede, porque se detienen — Le ordenó, nombre al sustituto de Franco, es el otro tipo encargado de llevar el escuadrón cuando el no está presente.

Fabricio iba en la primera camioneta junto con algunos del equipo, y en la otra iban más hombres armados míos y del Árabe acompañándolos. La de en medio era donde iba yo, la siguiente Enzo acompañado de nuestra gente y la última igual que las primeras.

Íbamos muy bien resguardados, pero al parecer algo se había interferido en nuestro camino.

Franco obedece mi orden, pero al parecer nadie responde su llamada.

— Señor, no responden — dice.

Cuando estoy a punto de protestar y pedirle que baje para que vea que sucede. Vemos que se abren las puertas de la segunda camioneta.

En eso baja uno de los hombres armados y llega a la nuestra a pasos rápidos. Toca la ventanilla. Y Franco baja la de su lado.

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