—Maldito Eduardo León... hombre mezquino... increíble...
Cuando Eduardo se marchó por la mañana, Lydia lo había perdido de vista al salir corriendo. Es decir, ¡¿Eduardo la dejó sola en el centro comercial?!
¡Este hombre y sus incesantes cambios de humor!
En el camino de vuelta, Lydia no paraba de maldecirle interiormente. La mansión de Eduardo estaba en una zona acomodada, sin acceso al transporte público... bueno todo el mundo allí tenía coche, y el metro o los autobuses no eran necesarios. Así que tuvo que ir por su cuenta y tomar un taxi.
Lydia no había trabajado nada desde que llegó a la Ciudad S, ¡así que estaba rebuscando en sus reservas!
Hizo un mohín. Aquí no le faltaba comida ni bebida, pero tampoco tenía ingresos.
—Señora, el Señor todavía está ocupado. Quiere que usted se adelante y coma primero —dijo Juana, acercándose. Lydia asintió. Desde que había vuelto, Juana le había dicho que Eduardo había ido a la oficina, probablemente ocupado con el trabajo.
Bien, era mejor que no saliera.
Lydia devoró la comida, la buena comida mejoró su estado de ánimo.
Tras la cena, volvió a tener pensamientos extraños.
Si entraba a trabajar en el Grupo Emperador, ¿qué pasaría si Eduardo no le pagaba?
Ahh~ la pobreza era algo terrible.
Cierto, tal vez podría intentar ese truco... ¿vender su arte?
Al considerar eso, los ojos de Lydia se iluminaron. Ella siempre había cumplido con la ejecución, y envió un mensaje en su círculo de inmediato.
—¿Quieres un gif animado de mí? Cuatro euros por un avatar animado.
La voz de Ismael estaba atravesada por la expectación y la incertidumbre a partes iguales. Sonaba cauteloso. Su actitud le atravesó el corazón a Lydia. Ismael era universitario mientras que ella misma lo había dejado después del instituto, así que ante Ismael y sus amigos se sentía como si no estuviera a su nivel...
Sobre todo cuando habían sido novios, y Ismael sólo la había llevado en contadas ocasiones a ver a sus amigos.
Lydia nunca lo dijo, pero sabía que Ismael despreciaba un poco su educación.
¿Alguna vez le había hablado con esa actitud?
—Ismael, me voy a dormir. Di lo que quieras decir —Lydia se mordió el labio.
—Lydia... He discutido con Ana. Los dos no estamos hechos el uno para el otro. Yo...
—Ismael, ahora no somos lo que éramos. Lo que hagas no tiene nada que ver conmigo. Tú elegiste a Ana en un principio y te deseo que seas feliz. Ahora, deja de llamarme, por favor —El tono de Lydia se hizo más pesado. No le gustaba lo que Ismael estaba haciendo ahora.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sorpresa de una noche
Final sin sabor...