Sorpresa de una noche romance Capítulo 111

—Vete a la cama.

Al cabo de un rato, se oyó una voz grave y melosa por encima de su cabeza. Parecía estar reprimiendo algo, pero también parecía muy indiferente.

Las largas pestañas de Lydia temblaron, y abrió los ojos por razones desconocidas. Vio que Eduardo se había dado la vuelta y se había quedado dormido a su lado. Ella seguía en postura de resistencia, pero Eduardo a su lado ya había cerrado los ojos y parecía estar bien dormido.

Así que ahora estaba a salvo, ¿no?

Lydia ajustó su postura con cuidado y esperó un buen rato. Eduardo no parecía moverse en absoluto, y ella se fue durmiendo poco a poco.

Fue una noche sin sueños.

Cuando se despertó al día siguiente, se estiró satisfecho. Era como si Lydia no hubiera dormido tan cómodamente desde hacía mucho tiempo. Lydia no podía estar más contenta: antes se dedicaba a hacer el tonto y, aunque ayer no consiguió nada serio, logró ser empleada de cuello blanco en una empresa tan grande.

Miró a su alrededor y comprobó que Eduardo no estaba en casa.

Estaba mucho mejor que él.

Lydia se levantó rápidamente, se refrescó y se cambió. Bajó al segundo piso, con un aspecto renovado y lleno de energía. Juana estaba junto a la mesa del comedor preparando el desayuno. Hoy había pan, leche y algunas otras guarniciones que Juana había preparado. Lydia cogió enseguida un trozo de pan y se lo comió casi de un bocado, y Juana la detuvo:

—Señora León, no tenga prisa; aún tenemos bastante.

Lydia se quedó apoyada en la mesa del comedor. No era una gracia devorar así un trozo de pan.

—Muy bien, muy bien —Lydia sonrió, sacó una silla y se sentó. Y siguió mirando a su alrededor. Eduardo entró por la puerta y se cruzó con ella. Llevaba un atuendo diferente al habitual: llevaba una simple sudadera con una toalla Lydia alrededor del cuello. Y cuando se acercó, Lydia vio esa fina capa de sudor en su frente.

¡Maldita sea! Eduardo estaba entrando con encanto en la habitación.

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