Cuando Lydia llegó a la empresa, eran exactamente las 8:59 de la mañana, y dejó escapar un largo suspiro.
Casi llegaba tarde.
Como presidente, Eduardo no tenía que preocuparse por la hora. Pero Lydia leyó ayer en el Manual del Empleado que a los empleados que llegaran tarde al trabajo se les descontarían cincuenta euros de su sueldo, ¡cincuenta euros! ¡Eso era suficiente para varias comidas! Pensando en esto, Lydia se sentó en su escritorio. En cuanto lo hizo, una chica se acercó y le dijo:
—La señorita Llacer quiere verte.
—Está bien, gracias.
Lydia suspiró en su corazón. ¿Por qué siempre se sentía como una alumna a la que el profesor llama la atención por estar ausente en clase?
Cogió su placa y se dirigió al despacho. Nada más entrar, pero antes de darse la vuelta, oyó la voz decidida de Tatiana Llacer:
—Cierra la puerta detrás de ti.
Así que Lydia cerró la puerta con cuidado, se dio la vuelta y vio que Tatiana estaba trabajando en el escritorio.
Tatiana parecía estar muy ocupada. Llevaba un traje profesional al estilo de una mujer capaz y fuerte. En ese momento, se apoyaba con elegancia en la silla y miraba la pila de documentos que tenía sobre el escritorio. Cuando se fijó en Lydia, a través de esos labios rojos suyos, Tatiana dijo:
—Toma asiento.
Lydia se sentó entonces de lleno.
Estuvo sentada durante diez minutos, pero Tatiana no dijo nada más. Lydia sintió que caminaba sobre hielo fino.
¿Se trataba de su trabajo?
Aunque no debería serlo. Ayer apenas hizo nada serio, lo único que hizo fue leer el Manual del Empleado...
¿Era entonces algo personal? No parecía posible.
—No, nada.
—...Tengo dudas sobre por qué te hemos reclutado. ¿Fue sólo por ser la esposa del presidente?
Tatiana parecía enfadada, y eso hizo que Lydia se pusiera aún más nerviosa. Lydia frunció el ceño, pero se mordió los labios y no dijo nada.
Lydia no era tonta. Se daba cuenta de que Tatiana era dura con ella, pero era diferente a que los de Recursos Humanos se metieran con ella. Tatiana parecía no estar satisfecha con el rendimiento laboral de Lydia.
Aunque Lydia no estaba segura de a qué se debía eso.
—¿No sabes lo que has hecho mal? —preguntó Tatiana.
Lydia asintió un par de veces. De alguna manera parecía haber exagerado, así que se quedó en silencio.
Lydia era la típica chica inteligente. ¿Por qué iba a echarse atrás delante de Tatiana? Lydia se sentía derrotada. Tal vez en una gran empresa como ésta, una chica como ella nunca pudo encajar tan bien como esos productivos universitarios...
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Final sin sabor...